La crisis obliga a los socorristas a buscar trabajo en pueblos y en zonas costeras

Muchos vuelven a ponerse el bañador por la falta de ofertas laborales. La media de edad ha subido de los 24 a los 29 años

Un socorrista vela por la seguridad de los bañistas de las piscinas de La Granja.
Un socorrista vela por la seguridad de los bañistas de las piscinas de La Granja, en San José
José Miguel Marco

Hay vacantes, pero no a la vuelta de la esquina. La crisis ha obligado a los socorristas a buscar trabajo en piscinas privadas, pueblos o costas, donde las ofertas se multiplican. El sueldo no es el mismo –en la capital cobran 1.400 euros más pagas extra y en Huesca y Teruel, 1.000–, pero les ayuda a costearse la carrera. Utebo, Cuarte, María de Huerva, Zuera o Villanueva de Gállego son, por su cercanía a la ciudad, las opciones más solicitadas, aunque los hay que buscan suerte en Salou, Cambrils o las costas de la Comunidad Valenciana (Oropesa, Castellón). Lo que para muchos es una profesión temporal, para otros se ha convertido en un balón de oxígeno. Decenas de exvigilantes en paro han optado por volver a ponerse el bañador y ganarse unos euros para poder llegar a fin de mes. Esto ha hecho que la media de edad haya subido de los 24 a los 29 años.


Gerardo Belloch, de 35 años, empezó a trabajar en 2001 en las piscinas del Actur, su barrio, pero lo dejó al acabar los estudios y comenzó una nueva etapa en un almacén de material de construcción. Hace tres años, al perder su puesto, optó por volver a sus orígenes. Mandó currículums a comunidades de vecinos, playas y parques acuáticos hasta que, finalmente, encontró una nueva oportunidad en Monzalbarba, a 15 kilómetros de su casa. "No deja de ser un remiendo, pero es un lujo poder dedicarte a lo que te gusta en tu ciudad. La otra opción era salir de España. He encontrado a varios como yo", asegura. Ahora, centra sus esfuerzos en conseguir un trabajo en invierno que le dé cierta estabilidad, algo que, dadas las circunstancias, "parece imposible".


Para Daniel Jiménez, de 20 años, este será su primer verano con la camiseta blanca. Se sacó el título el año pasado porque "necesitaba trabajar" y echar una mano a sus padres, pero no encontró un puesto hasta mayo. Desde hace unas semanas vigila a los bañistas del Centro Deportivo Municipal de Las Delicias, a 45 minutos en autobús de su casa (en Cadrete), aunque la distancia no es un impedimento para él. "Si te cogen, haces lo que haga falta por ir", razona.Crece el interés por la profesión

Daniel es uno de los 150 aragoneses que cada año asisten a los cursos que organiza la Federación Aragonesa de Salvamento y Socorrismo (FASS), unos cinco al año. En 110 horas, previo pago de 495 euros, los aspirantes aprenden conceptos de anatomía, fisiología, psicología o legislación, entre otros. La crisis disparó el interés por este plan formativo, aunque, de acuerdo con el presidente de la FASS, Javier Sanz, "las cifras se han estabilizado en los últimos ejercicios". "Los hay que al terminar la carrera continúan de socorristas hasta encontrar algo acorde a sus estudios, pero al ser una ocupación temporal, es inevitable que haya vacantes cada año. Hubo y sigue habiendo puestos de trabajo, pero ahora toca desplazarse para conseguirlos", opina.


En Aragón hay, al menos, 600 socorristas federados en activo (80 de ellos en las piscinas municipales de Zaragoza, donde este año ha habido 17 bajas). Sanz anima a quienes estén buscando trabajo en el sector a "no ponerse límites geográficos" para poder optar a más puestos. Reconoce, no obstante, que antes de aceptar una oferta –el proceso de contratación suele comenzar entre abril y mayo– deben valorar factores como el precio de los alquileres o el hecho de tener que decir adiós, de forma temporal, a los seres queridos. El presidente de la FASS cree que en los dos próximos años "habrá bastante trabajo", aunque "dependerá de la evolución de la crisis".