Los locutorios resisten y se adaptan a la crisis

En Zaragoza hay unos 300, han ampliado sus servicios de tienda y son puntos de encuentro.

Locutorio Cibervía, en Conde de Aranda
Los locutorios resisten y se adaptan a la crisis

A media mañana de un día lectivo, el locutorio Cibervía de Conde Aranda es un hervidero de gente que va y viene. Unos vienen a comprar yuca y plátanos, otros a llamar por teléfono, a enviar dinero a su país, a comprar un refresco o unas empanadas... Este es uno de los locutorios más veteranos de Zaragoza, que resiste a la crisis y al ligero descenso de la población inmigrante.


En Zaragoza hay unos 300 locutorios y el número se mantiene estable en los últimos cinco años, según datos del Ayuntamiento. Con la crisis, ha habido cierres de estos negocios pero también aperturas y traspasos. Urbanismo concede cada año unas 50 licencias nuevas para locutorios.


Los inmigrantes son los principales clientes de los locutorios. En Zaragoza hay más de 104.000 extranjeros empadronados. Los barrios tradicionales son los que acogen a más vecinos de origen extranjero y en los que hay más locutorios, como Casco Histórico, Delicias, San José o Las Fuentes. Para hacer frente a la crisis, estos negocios han ido adaptándose y ampliando sus servicios de tienda o bar, e incluso peluquería. Son un punto de encuentro y funcionan como pequeños centros sociales.

Más tienda y menos llamadas

El locutorio Cibervía lleva ocho años abierto. "Se nota la crisis, como en todo, pero nos hemos ido adaptando. Al principio el local servía sobre todo para llamadas. Ahora hemos ampliado la parte de tienda y sigue funcionando bien el envío de dinero", explica Néstor Buitrago, colombiano, dueño del negocio. También tenía otro locutorio en Gran Vía, que vendió hace cuatro años.


"Vienen muchos latinos a comprar, también africanos, españoles y de todo el mundo. Tenemos productos de distintos países. Nos piden mucho harina de maíz para hacer arepas colombianas o tortillas, muy típicas en Centroamérica. También demandan mucho refrescos y bebidas de sus países que aquí no son fáciles de encontrar", explica Néstor.


"Hoy vengo a enviar dinero a mi madre, que está en Rumanía. Paso por aquí casi todos los días, a enviar dinero, a comprar algo o a saludar. El trabajo ha bajado mucho, pero aguanto", afirma Raúl, rumano, que lleva 11 años en Zaragoza y se dedica a la construcción. El envío de dinero suele tener una comisión de 5 euros. "Es más fácil que un banco y a los clientes les transmite mucha confianza", apunta el dueño.


"La gente viene aquí también para encontrarse. Los locutorios son un lugar de encuentro, sobre todo los fines de semana. Los días festivos salen las mujeres que trabajan de internas, quedan aquí con sus amigas y hacen sus compritas", señala Néstor. Su locutorio abre todos los días del año hasta las doce de la noche.


Diana, ecuatoriana de 23 años, persigue a su niña pequeña de un año por el local mientras espera a su hermana, que está llamando a Ecuador. "Vivimos en San Pablo y venimos aquí un par de veces a la semana a comprar cosas de nuestro país o a llamar", explica la joven, que trabaja haciendo sustituciones en una empresa de limpieza.