Transporte urbano

La sombra de una nueva huelga en los buses urbanos

En las últimas dos décadas no han pasado dos años sin que se produjera un paro en el servicio de buses urbanos. Ahora, los despidos de AUZ vaticinan un nuevo periodo de movilizaciones.

Imagen de la huelga de 2007
Imagen de la huelga de 2007
J.M. MARCO

Con el cese de la negociación se desenterró definitivamente el hacha de guerra. El comité de empresa anunció el pasado martes, tras el fin definitivo de las conversaciones con la empresa, un calendario de movilizaciones que contemplaba el 4 de septiembre como el momento en el que la plantilla estudiaría "el inicio del periodo de huelgas", una respuesta que el representante de los trabajadores de cara a la empresa, Javier Anadón, catalogó como "uno de los pocos resquicios que le quedan a los empleados" para protestar ante los 153 despidos planteados por la empresa.


Anadón entiende, tras la definitiva ruptura, que la empresa había participado en la negociación de forma "falsa", partiendo de una cifra de 212 trabajadores excedentes "desproporcionada, como se entiende al ver que al final se hayan reducido sin llegar a ningún acuerdo".


Ahora, en principio, los trabajadores de AUZ (antigua TUZSA), han planteado protestas y asambleas cada jueves para reivindicar los despidos de estos 139 conductores, 2 inspectores, 6 trabajadores de taller y 6 de oficinas, cuyos finiquitos ha comenzado ya a pasar la empresa.


Los nuevos paros, de concretarse finalmente, llegarían una vez más en una época crítica, en pleno mes de septiembre con la vuelta de la actividad a los colegios y el retorno posvacacional, amenazando incluso con instalarse en plenas fiestas del Pilar y coincidiendo además con la reordenación y el recorte de líneas que entró en vigor en agosto, el mayor en 30 años.

Una amenaza de paro cada dos años

La relación entre el servicio municipal de autobuses y las huelgas se ha convertido ya, desde hace más de 20 años, en un resultado cronificado fruto de las malas relaciones entre el comité y la contrata. El último amago de huelga que puso su sombra sobre Zaragoza sucedió en las pasadas Navidades, cuando los trabajadores amenazaron con paros por el retraso en las pagas extraordinarias de Navidad. Una situación que se revirtió in extremis con la entrega de las nóminas, poniendo punto y final al que habría sido el enésimo proceso de huelga -parcial o total- en este servicio.


En las últimas décadas Zaragoza ha sufrido un principio de paro en los buses con una frecuencia media de dos años desde que el comité convocara el primero allá por 1986. En aquella ocasión el paro indefinido duró un mes completo, poniendo patas arriba a una ciudad que desde entonces se ha acostumbrado a la fuerza a las consecuencias de la mala relación entre trabajadores y empresa.


Los peores escenarios planteados por estas movilizaciones se crearon en 2003, cuando se formaron tres huelgas prácticamente consecutivas, y en 2007, cuando la ciudad pasó casi cinco meses hilando un paro con otro. Un proceso que ya se ha vuelto casi habitual para los zaragozanos, que en dos meses pueden volver a verse apeados en una marquesina encomendados a los servicios mínimos.