Opinión

Viejo estadio, gestas viejas

Zaragoza se mantiene a la expectativa de la resolución de la apuesta olímpica de Madrid 2020. Es natural. Sabe que el proyecto madrileño tiene un serio débito con la propuesta de La Romareda, que hoy es incapaz de albergar un evento de semejante calibre.


La propuesta madrileña tuvo claro qué es lo que quería: subsedes unidas a través del AVE e instalaciones ya construidas; que pudieran brindar al Comité Olímpico Internacional un proyecto sostenible.


La capital aragonesa tiene vocación de atender acontecimientos de primer nivel mundial; podría hacerlo por capacidad organizativa y medios. Y lo ha demostrado en un buen número de citas. Pero La Romareda, inaugurada en 1957, no puede hoy –tal y como se encuentra- brindarse para unos Juegos Olímpicos.


El Gobierno municipal permanece atento al desarrollo de los acontecimientos. Sabe que la austeridad es la tarjeta de presentación de la candidatura; pero, inmersa en ella, La Romareda exige una inversión que va mucho más allá de un mero lavado de cara.


Hoy, perdidas ya las oportunidades de construir un nuevo estadio de acuerdo a las necesidades de la ciudad, el Ayuntamiento se agarra a la alternativa de rehacer el estadio con el respaldo del dinero de Madrid –nunca mejor dicho-.


Zaragoza confía en sacar partido de esta complicada partida de intereses olímpicos. Y mientras apena ver cómo el paso del tiempo pasa factura a ese viejo estadio, escenario también de gestas viejas; afectados, el estadio y el equipo, por la falta de criterio e interés político.


La Romareda, de momento, juega la carta de Madrid.