Análisis

Pobre muralla gloriosa

La segunda muralla de Zaragoza, de origen medieval, es un símbolo materialmente modesto, pero insustituible por su expresividad, de la historia más famosa de Zaragoza

En honor a la verdad debe consignarse que el Ayuntamiento de Zaragoza ya hace lustros que se ha percatado oficialmente del valor de la muralla exterior de Zaragoza, la de origen medieval, también llamada en ocasiones de tierra, ladrillo o rejola (nombre histórico del ladrillo). A diferencia de la muralla romana, de sólida piedra y construida de una vez, según un plan urbanístico que obedeció a pautas fijas, la segunda muralla creció de forma desordenada y desigual, como Zaragoza misma. Desde el punto de vista militar no era una dificultad insuperable -o eso parecía- para quien se propusiese tomar la ciudad del Ebro. Algunas de sus partes ni siquiera eran propiamente una muralla, sino paredes de construcciones destinadas a otros fines, como fincas privadas y conventos.


Carece de espectacularidad y ya no guarda apenas rastros de sus modestos monumentos. Alguna cosa se aprecia frente a los ajardinados talleres de Averly, al final del paseo de María Agustín, y la dieciochesca puerta del Carmen, obra correcta de Agustín Sanz, es el único acceso suyo que queda en pie.


Durante la alcaldía de R. Sáinz de Varanda se recuperaron un torreón y una porción de lienzo colindante con el Albergue de Transeúntes, en la calle del rey Alonso V. En agosto de 1997, el Ayuntamiento de Zaragoza, presidido por Luisa F. Rudi, puso en marcha el procedimiento para disponer de un Plan Especial de Protección de la Muralla Medieval, que finalmente se aprobó y está vigente.

HERALDO, atento a la muralla

HERALDO no ha dejado de seguir, en sus ediciones impresa y, luego, también en la digital, el desarrollo de sus actuaciones, que han dado buenos resultados. En fechas que cubren desde abril de 2009 hasta febrero de 2012, durante la alcaldía de J. A. Belloch, se procedió a expropiar varias viviendas, en las calles de Alonso V y de las Arcadas, para consolidar la muralla de modo eficaz.


En 2010, HERALDO aplaudió la decisión municipal de destinar una partida presupuestaria de 200 000 euros a consolidar la vieja y venerable muralla en la calle de Cantín y Gamboa, así como a la restauración del ladrillo antiguo. Este diario informó también de lo que sucedía a ojos vistas a comienzos del año en curso: pandeo, inclinaciones y grietas manifestaban que no todo estaba bien y que el riesgo de accidente se podía sumar a la alerta patrimonial. De lo ocurrido en las últimas horas, tiene el lector noticia detallada en las páginas de nuestra edición digital.

No nos hagamos ilusiones

Lo sucedido prueba que, a pesar de lo que se ha avanzado en los últimos años, Zaragoza no está, ni mucho menos, a salvo de graves quebrantos en su patrimonio. Se sabe y asume que, por si no bastase lo que significa por sí mismo, el pasado bien cuidado es una fuente de riqueza manifiesta, vinculada a intangibles como el prestigio general de una colectividad o a hechos mensurables, como el turismo cultural o la celebración de congresos y convenciones, que eligen sus sedes teniendo muy en cuenta esta clase de datos.


Así y todo, no podemos hacernos ilusiones. Para probarlo, basta mencionar dos de las atrocidades recientes de mayor envergadura, como son los dos desastres urbanos de los frescos de Coello en la iglesia de la Mantería (Escolapias) y el cruel recordatorio del gran cadáver que antes fue el Teatro Fleta, anclado en medio de la ciudad probablemente para muchos años. Dos situaciones, por cierto, que no son de responsabilidad consistorial, sino autonómica: pero que afectan al patrimonio de Zaragoza, con independencia de quién tenga la jurisdicción.

La muralla de rejola

La muralla de rejola o rajola, nombre castizo del ladrillo, es el símbolo más apropiado para rememorar el valor, absolutamente excepcional y sostenido, de las gentes anónimas de Zaragoza durante los dos asedios franceses de 1808 y 1809. De las gestas vividas por la bimilenaria capital de Aragón, ninguna tuvo el eco universal, inmediato y solidario de aquella; y precisamente esta zona de la ciudad, junto con la puerta de Baltax o del Carmen, son su más modesta y estimable huella. Junto a las calles de Alonso V y de las Arcadas hay otras llamadas del Asalto y del Heroísmo (donde estuvo la puerta Quemada), que lucen esas denominaciones por muy buenos motivos, ya que se refieren a actuaciones colectivas acumuladas en esos pocos metros por los que corrió tanta sangre. No son nombres puestos sin reflexión. Cuando hubo que denominar esas vías públicas, se decidió con buen criterio no distinguir a nadie en particular. El ‘asalto’ y el ‘heroísmo’ que evocan existieron en forma concreta, reiterada y fechable. Sin contar que por allí cerca murió Sangenís, el cerebro técnico de la defensa. La muralla de ladrillo y tierra, frágil y barata, incapaz de oponer resistencia física a la mejor artillería del mundo fue, sin embargo, un obstáculo de gran envergadura para los asaltantes. No era razonable, para el mando atacante, prever semejante desprecio de la vida en los defensores, muchos de ellos paisanos decididos, al precio que fuere, a no dejarse avasallar. Y eso es lo que primeramente significa la mutilada muralla y eso es lo que debiera evocar en los zaragozanos su contemplación.

Lecciones del episodio

Ahora procede actuar sin demora, restaurar en lo posible el triste daño causado y acotar con seriedad las responsabilidades a que hubiere lugar. Sin encono, con justicia. De todo el episodio, queda como digna de encomio la diligencia vigilante de los vecinos: convertidos en custodios de los bienes comunes, son una garantía con vistas al futuro y merecen la gratitud cívica: los asociados de Parque Bruil-San Agustín, por haberse dirigido al concejo de manera formal, mediante escrito entregado hace unos meses; los de la asociación Juan de Lanuza-Casco Viejo, por haberlo debatido, conscientes del problema.


Es una lástima que, a pesar de tener conciencia de la importancia de este elemento relevante de nuestro pasado y de haber mostrado interés por él desde hace bastantes años, el Ayuntamiento no haya dispuesto de la diligencia bastante para evitar un percance que había sido denunciado de forma preventiva por los ciudadanos… y por la muralla misma, que emitió señales visibles de lo que iba a suceder.