La fuerte destrucción de empleo que experimenta el conjunto del país está causando graves consecuencias en las economías familiares. Uno de los tramos de edad que más está notando el efecto de la crisis es el de la población activa menor de 25 años. Este grupo de edad registra cada mes peores datos de desempleo, a pesar de que el número de emigrantes aumenta inexorablemente y de que no son pocos los jóvenes que ya han desistido de encontrar una ocupación remunerada.

Según los datos del Instituto Aragonés de Empleo (Inaem), hasta 3.346 jóvenes aragoneses llevan más de seis meses sin cotizar a la seguridad social mientras están inmersos en una búsqueda activa de empleo. El perfil más común es el de un varón que ha completado la educación secundaria y que lleva más de un año apuntado en una oficina del paro.

Se trata de un dato que no deja de crecer. En 2007, último año antes del comienzo de la crisis, el número de jóvenes de hasta 24 años que llevaban al menos seis meses sin trabajo era testimonial (426). Cinco años más tarde, esta cifra prácticamente se ha multiplicado por ocho.

De 25 a 44 años

A pesar de ser el tramo de edad en el que más ha crecido el paro de larga duración, los menores de 25 concentran solo una pequeña parte del total. Hasta 20.771 aragoneses mayores de 44 años se encuentran en esta tesitura (en su caso, más de un año sin empleo y sellan mensualmente el paro), mientras que los que tienen entre 25 y 44 años suponen un total de 16.124.

En cuanto a los menores de 25 años que sí se encuentran ocupados, se trata en su mayoría de trabajadores del sector servicios (con mayor proporción de mujeres, empleando a más de la mitad de todas las menores de 25 años).

Las empresas de artesanía comprenden el siguiente grupo que más ocupación de menores de 25 concentra, seguido de la industria manufacturera y de la construcción (donde predominan los hombres). Técnicos y profesionales científicos, ámbitos en los que las mujeres son mayoría, cierran la lista.

"Ni de lo mío, ni de cualquier otra cosa"

Rubén Salas tiene 24 años, es zaragozano y diplomado en magisterio. Su perfil encaja con el de un menor de 25 años que lleva más de seis meses buscando empleo. "Solo he podido trabajar una vez, hace tres veranos y de camarero, para tener algún ahorro y no tener que pedir dinero a mis padres para todo", explica.

Su caso, bien sabe, no es el único. "De los compañeros de la facultad y de mis amigos casi nadie encuentra nada decente. Solo salen contratos precarios o sustituciones muy puntuales. Yo prácticamente he desistido de trabajar a medio plazo, ni de lo mío ni de cualquier otra cosa", lamenta este joven.