Un maridaje único entre ferrocarril y vino

La necesidad de exportar la producción de Cariñena impulsó la llegada del tren en 1887, como atestigua el museo ferroviario abierto hace cinco años en un antiguo muelle de mercancías de la estación.

Un apartadero para el vino. Estas instalaciones, situadas en la propia estación de Cariñena, pertenecían a las ya desaparecidas Bodegas Balbino Lacosta. En la imagen antigua, captada en los años 50 del siglo pasado, se aprecia un vagón 'foudre' en plena labor de carga a través de una manguera.
Un maridaje único entre ferrocarril y vino
Archivo CIFCCC

El ferrocarril llegó a Cariñena antes que a algunas capitales como Teruel, Almería o Soria porque la demanda de exportación de vino a Francia requería un medio de transporte rápido, eficiente y, sobre todo, capaz de mover grandes volúmenes. En vía estrecha, la primera locomotora conectó en 1887 esta comarca vitivinícola con Zaragoza, desde donde la producción a granel seguía su viaje para llegar al mercado galo por Hendaya. Más de 6.000 personas han podido conocer este maridaje único en el centro de interpretación del ferrocarril, que acaba de cumplir cinco años en la propia estación de la capital del Campo de Cariñena, donde ocupa un antiguo muelle de mercancías.

Sus instalaciones preservan una joya ferroviaria, el único vagón ‘foudre’ existente en España, que fue utilizado durante décadas para transportar vino y en cuya recuperación se emplearon hasta cinco años. "Estaba abandonado y sufrió los efectos del vandalismo, que lo dejó prácticamente en un esqueleto de lo que fue en su día", recuerda el concejal y secretario de la Asociación de Amigos del Ferrocarril ‘pro Esla 10’, Marco Antonio Campos.

Ahora se pueden apreciar los dos tinos de madera que portaba en su interior, con capacidad para 7.500 litros cada uno. En sus inicios, la empresa que construyó esta línea de 47 kilómetros, la Compañía del Ferrocarril Cariñena-Zaragoza, llegó a transportar 23 millones de litros de vino en un solo año.

Entonces, el viaje se prolongaba dos horas, que se recortó a la mitad tras la apertura de la línea de Caminreal en 1933 por parte de la Compañía Central de Aragón y que sustituyó a la de vía estrecha. "Dos arquitectos de prestigio, Luis Gutiérrez Soto y Secundino de Zuazo, diseñaron las estaciones. Todas mantienen el mismo estilo, pero cada una es distinta, algo insólito en las líneas españolas", señala Marco Antonio Campos.

Vestigios del pasado

Todo ello se puede conocer en el centro dedicado al ferrocarril en Aragón, gestionado e impulsado por la citada asociación, que también ofrece a los visitantes una zona audiovisual, una ferroteca, una gran maqueta de trenes eléctricos y otra que reproduce fielmente la mayor obra de ingeniería de la línea Caminreal-Zaragoza, los nueve túneles y el viaducto consecutivos que hicieron falta para salvar el puerto de San Martín.

El centro de interpretación explica de forma ordenada y cronológica la historia del ferrocarril entre viñedos, a través de diversos soportes expositivos, con textos, fotos, planos, maquetas, objetos y diversa documentación histórica, como detalla Marco Antonio Campos. "Viene todo tipo de público, como grupos de estudiantes que aprovechan para acudir al museo en ferrocarril. Y también turistas de Francia, Holanda, Inglaterra e incluso de Estados Unidos", añade el secretario.

De hecho, las instalaciones ubicadas en Cariñena se han convertido en un "referente del enoturismo" de la comarca y una muestra viva de la relación entre el ferrocarril y el vino. Esta se mantuvo durante un siglo, hasta que a finales de la década de 1980 se dejó de transportar vino a granel para embotellarlo. Entonces se apostó por la calidad frente a la cantidad y hasta por crear un distintivo propio, el vino de las piedras, para llegar con valor añadido al mercado nacional e internacional.

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