Empleo investiga las condiciones laborales en las empresas de mensajería 2.0

Dos autónomos con una actividad diaria en ellas pasaron el viernes 6 por las oficinas de Inspección de Trabajo en Zaragoza.

Empleo investiga las condiciones laborales en las empresas de mensajería 2.0

Las nuevas empresas de mensajería que funcionan bajo el paraguas de la denominada economía colaborativa han logrado, en apenas unos meses, una fuerte implantación en Zaragoza y otras grandes ciudades españolas. Si usted ha salido a la calle en el último año y medio, a buen seguro que ha visto a sus repartidores, (casi) siempre a toda velocidad a lomos de una bicicleta y con una mochila cúbica a la espalda que difícilmente pasa desapercibida. El sistema ha calado y cada vez son más los usuarios que recurren a estas aplicaciones para recibir en casa la cena o pedidos de lo más variado.

Las dos principales marcas, Glovo y Deliveroo, suman más de un centenar de repartidores en la capital aragonesa. Estos llevan meses denunciando, a nivel nacional y con escaso orden, que sus condiciones laborales están trufadas de irregularidades, empezando por la situación de falso autónomo de muchos de ellos, al no gozar de una libertad horaria real y depender sus ingresos de un solo pagador. En ciudades como Barcelona han comenzado a agruparse en una plataforma, pero la organización sindical no termina de enraizar entre ellos debido, sobre todo, a la alta rotación en las plantillas.

Inspección de Trabajo investiga ahora la realidad de quienes prestan sus servicios a estas empresas. Dos trabajadores dados de alta en régimen de autónomos y con una actividad diaria en ellas pasaron el viernes 6 por las oficinas de la institución pública en Zaragoza, según ha podido confirmar Heraldo. En la cita con los inspectores, los repartidores tuvieron que aportar los contratos suscritos con las empresas, las facturas emitidas a las mismas desde el inicio de la actividad y los justificantes trimestrales del pago del IVA, entre otra documentación.

¿Cómo funcionan?

La forma de trabajar de los ‘riders’ cambia en función del color de la mochila. En el caso de Glovo, aguardan el pedido en uno de los puntos de espera -uno de los habituales se encuentra junto a la plaza de Salamero- y, una vez conocen el encargo, acuden al punto de recogida. En ese primer tramo cobran unos 3 euros por la ‘bajada de bandera’ más el kilometraje (alrededor de 40 céntimos), que se calcula en línea recta. También perciben un ingreso en función del tiempo de espera y, después, otra cantidad por el desplazamiento hasta el punto de entrega. En total, entre cinco o seis euros brutos por una hora de trabajo.

El sistema en Deliveroo contemplaba hasta este verano un pago fijo de cerca de cuatro euros por cada pedido y un mínimo asegurado de dos viajes por hora activa. La empresa anunció en septiembre cambios que derivaron en que los ‘riders’ pudiesen elegir entre dos tipos de acuerdo, en función del peso que el servicio tiene en sus ingresos mensuales. Deliveroo asegura "pagos de entre 3,38 y 4,50 euros por cada pedido" y cifra en 10,50 euros netos lo que cada 'rider' gana a la hora.

Las dos empresas aplican sistemas de puntuación en función de la disponibilidad, la rapidez en el servicio y la valoración del cliente. Estos favorecen a los ciclistas que tienen mejor valoración, quienes reciben más pedidos.

Jóvenes con pocos ingresos

Lo habitual es que los prestadores de servicio sean jóvenes estudiantes o desempleados de entre 20 y 30 años que buscan unos mínimos ingresos. “El sistema es rentable durante el tiempo que a cada uno le dura la cuota reducida de autónomos. Después se hace muy complicado tener un sueldo normal. Lo habitual es acabar sacando unos 500 euros con una dedicación de casi 40 horas semanales”, explica a este diario un zaragozano que trabaja para una de las dos plataformas tras pasar por la otra y que prefiere mantener el anonimato. Apunta, asimismo, que ni él ni sus compañeros están cubiertos en caso de accidente o lesión.

Las movilizaciones han sido mayores en Deliveroo, con una huelga en Barcelona y la reciente creación de una plataforma de defensa de los derechos laborales de los ‘riders’. En sus movilizaciones pedían que se les asegurase un mínimo de 20 horas semanales y dos pedidos por hora. Denuncian también que las facturas las firma la empresa y no el propio prestador de servicios, como hace un autónomo de cualquier ramo.

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