¿Hay gentrificación en la Magdalena?

Un estudio de la Complutense sobre el barrio determina que hay "dos procesos diferentes", uno cultural y otro económico.

La plaza de la Magdalena es el corazón del barrio.
La plaza de la Magdalena es el corazón del barrio.
CARLOS MONCÍN

Gentrificación es, por un lado, una palabra que lleva unos años de moda y cuyo uso está en ocasiones justificado y en otras... en absoluto. En el plano académico, el término trata de poner nombre al proceso por el cual un barrio degradado y con un metro cuadrado barato acaba por convertirse en un distrito de moda con viviendas y servicios destinados para ciudadanos que disponen de rentas entre medias y elevadas.

La Magdalena es, junto a San Pablo, uno de los barrios de Zaragoza a los que más se asocia la famosa palabra. ¿Hay realmente gentrificación o solo un impulso decidido de las instituciones, asociaciones, vecinos y comerciantes para sacar adelante un espacio de la ciudad del que hasta hace poco se tenía la peor de las imágenes?

Los datos del Instituto Nacional de Estadística descartarían que se estuviera produciendo un aumento de los niveles de renta en el entorno de la Magdalena. En su última actualización del mapeo del poder adquisitivo, la zona de la ciudad que comprende las calles del citado barrio promediaban en 2013 un montante de 27.465 euros, cuando dos años después ésta había bajado ligeramente hasta los 27.380. De hecho, es una de las pocas zonas de Zaragoza donde se ha experimentado un descenso.

Sin embargo, un estudio de la Universidad Complutense de Madrid que ha abordado esta cuestión arroja con una conclusión clara, aunque matizable: "El proceso gentrificador es una realidad patente en la Magdalena. Los propios vecinos son conscientes de las transformaciones y esos cambios se ven reflejados en la estructura comercial del barrio y en el uso de los locales, que se han revalorizado con fuerza en estos últimos años. El muestreo demuestra cómo el espacio se ha ido adaptando para convertirse en el hábitat de un grupo social caracterizado por su capital cultural".

El informe destaca que en el enclave zaragozano se cruzan "dos dinámicas muy diferentes en el proceso gentrificador". Por una parte, aquella que aparece en la zona central del barrio y que está ligada a movimientos sociales. Por otra, aquella que es el resultado de las políticas público-privadas.

"Respecto a la primera es fácilmente clasificable en lo que se denomina mosaico urbano. Este es claramente predominante al oeste de la calle del Coso, la parte tradicional de la Magdalena. A partir de los últimos cinco años se han establecido restaurantes y bares, tiendas de tatuajes, de ropa, salas de música alternativa, casas y asociaciones de debate… Estos locales van formando un cinturón alrededor de la plaza y la Calle Mayor, donde se mantienen, bien adaptados, los negocios tradicionales", indica el estudio, encabezado por el sociólogo Alejandro Gonzalo y dirigido por el profesor Mario Domínguez.

Estos establecimientos, que buscan beneficiarse de la posición céntrica del barrio, van atrayendo a los grupos políticos y sociales que se identifican con ellos. "Es un sujeto gentrificador caracterizado por su diferenciación cultural, pero no por su capital económico. Para estos sujetos la diversidad y la contracultura son relatos atrayentes. El barrio se va adaptando progresivamente, convirtiéndose en el hábitat del habitus de estos actores", apunta Gonzalo, quien niega que generen enfrentamientos, aunque reconoce que estos sí abren la puerta a "las clases medias interesadas por la centralidad y buenas comunicaciones".

La segunda forma de gentrificación que detalla el estudio sociológico ofrece un mayor contraste entre foráneos y nuevos moradores. Aparece la ‘state-led gentrification’, “un proceso dirigido por las instituciones para garantizar el éxito de inversiones privadas”. “Este se da solo en una zona concreta del barrio, la más depauperada, la que parte de la calle de San Agustín”. Ahí convergen “una población gitana, pobre y que habita en casas de bajo nivel”, con “otros grupos de alto nivel cultural y económico que buscan la diferenciación social”.

“Esta entrada de nuevos residentes es apoyada económicamente desde planes de rehabilitación dirigidos por el propio Ayuntamiento. La decadencia de la zona, unida a las primeras entradas de grupos nuevos, abre la puerta a que el gran capital se beneficie en el futuro del diferencial potencial de renta. Es un espacio que, en las manos apropiadas, podría dar mucho dinero”, señala el sociólogo.

“En este proceso tienen un papel importante las relaciones entre las diferentes etnias; gitanos, inmigrantes transnacionales y los tradicionalmente hegemónicos. Hace ya mucho que no hay problemas concretos y que se ha establecido un clima general de tolerancia. Pero, como vemos por las zonas en donde reside cada uno y los comentarios de los vecinos participantes (para la investigación se llevaron a cabo encuestas y un grupo de discusión) es posible que los vecinos “convivan en un mismo espacio, pero se muevan en redes sociales fragmentadas por clase o etnia”.

Esta separación radical entre grupos “es lo que permite la existencia de dos procesos diferentes. Genera una incomunicación y una situación de invisibilidad para las víctimas de la gentrificación institucional. Solo la reconstrucción real de lazos entre las comunidades puede permitir que La Magdalena camine con acierto por el difícil camino de la gentrificación”, concluye el investigador.

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