Goles que saben a libertad

El Galachos United cumple diez años y es más que un equipo de fútbol. Es la materia con la que los chavales que cumplen condena en el Centro de Educación e Internamiento por Medida Judicial de Juslibol aprenden compañerismo, disciplina o respeto.

Cinco miembros del equipo posan ante su escudo durante el entrenamiento del pasado martes.
Cinco miembros del equipo posan ante su escudo durante el entrenamiento del pasado martes.
Raquel Labodía

Tiene 20 años, le gusta el deporte y juega como delantero en un equipo de fútbol sala de tercera división. Seguidor del Real Madrid, eligió el 7 para tener más cosas en común con su ídolo, Cristiano Ronaldo, con quien también comparte ser el capitán. Hasta aquí, lo habitual para un joven de su edad, pero lo diferente llega cuando explica que los partidos de fútbol son su único resquicio de libertad: apenas dos horas por semana –entre juego y desplazamiento– que le es permitido salir del Centro de Educación e Internamiento por Medida Judicial de Juslibol en el que cumple condena en régimen cerrado. Por eso, cada gol que mete en la portería, le sabe a libertad.

El capitán del Galachos United –pongamos por nombre ficticio Juan–, es uno de los más veteranos del equipo y también del centro de internamiento. "Me gustaba jugar a fútbol y aquí lo paso súper bien. Conozco a otra gente", cuenta este chaval de apariencia tímido al que delinquir le ha llevado a pasar su juventud entre muros de cemento. El balón le da vida y juega con sus compañeros a ver quién lo aguanta más en el aire.

El equipo del reformatorio no solo es un soplo de libertad para los internos, sino también la forma con la que su entrenador y sus educadores trabajan con ellos el compañerismo, el respeto al contrario, la autodisciplina o la resolución de conflictos. El fútbol sirve también de ayuda para su posterior reinserción en la sociedad. Algún jugador ha tenido futuro en el deporte al salir del centro. Y a Juan también le ha llegado esa oportunidad. Su míster, Jesús Fernández, cuenta que en unas semanas le harán unas pruebas para equipos de fútbol sala y fútbol 11.

En esta historia hay muchos protagonistas, pero, sin duda, uno de los más destacados es Jesús, quien hace una década dio vida a este equipo, por el que han pasado 115 chicos desde 2007. Entonces era voluntario y ahora es el monitor deportivo del centro. "Ellos mismos pusieron el nombre al equipo y crearon el escudo –que lleva la cruz de San Jorge y los colores rojo y blanco, que también tiene su equipación–. Hasta le incorporaron las siglas N. C. S. (Nunca caminarás solo), lema del Liverpool que hicimos nuestro", cuenta Jesús. "Ahora están ocho. Nuestro último fichaje ha sido el portero", dice, al tiempo que detalla que los chavales van cambiando mucho en función del tiempo que pasan encerrados.

Premio a la Deportividad

Ahora compiten en la liga MLA Sport y están los segundos de la clasificación, pero para ellos lo más importante es conseguir el Premio a la Deportividad, con el que se han hecho en repetidas ocasiones. La última, en 2016. Recibieron el premio de manos de la consejera María Victoria Broto, ya que el centro de internamiento de Juslibol pertenece al Gobierno de Aragón, aunque es FAIM (Fundación para la Atención Integral del Menor) quien desde el 2004 se encarga de su gestión y programa socioterapéutico.

"El Play Sport es nuestro patrocinador", agradece el entrenador. Jesús cuenta que han cambiado varias veces de liga y no aspiran a ser los primeros porque eso supondría tener que desplazarse fuera de Aragón, lo que complicaría las cosas. Diez años después de que echara a andar el equipo, el míster asegura que el fútbol aporta cosas muy buenas para los chavales, aunque tienen que convivir con los riesgos que acarrea sacar internos del centro, algo que solo pueden hacer previa autorización del Juzgado de Menores. "Alguna vez hemos tenido alguna fuga –confiesa el director del centro, Francisco Aguelo–. Aunque en general no hay mayor problema".

El día a día del centro

En este centro hay 31 chavales cumpliendo una medida judicial de internamiento: unos tienen régimen cerrado y otros semiabierto. Su día a día entre grandes muros de hormigón pasa por clases en horario de mañana, la comida, tiempo libre o para la siesta, tardes con actividades deportivas o grupales –hay materias como habilidades sociales, educación en temas de salud u optativas como música o teatro–, hora de la cena y algo de tiempo libre antes de acostarse. A las 23.00 se apaga la luz. "El deporte es beneficioso y para estos chavales, más. Están fuera del sistema escolar y hacer alguna actividad les ayuda a motivarse y aprender a convivir en sociedad", explica el director.

Los desplazamientos los hacen en una furgoneta del centro, pero también juegan partidos en casa. Y a los rivales se les permite acceder con público para animar el encuentro. "La primera vez entran con respeto porque la verdad es que impacta", cuentan Jesús. "Les impone, pero luego se sorprenden al ver lo bien que se portan en los partidos", subraya el director.

Tras cruzar la primera puerta, custodiada por cámaras de vigilancia, pasar un arco de seguridad e identificarse, hay que pasar varias puertas de hierro que solo se abren con autorización previa. Dan a un pasillo ancho sin ventanas donde hay más puertas con rejas, cristal y carteles informativos de lo que hay en cada área restringida. Al fondo, otra puerta lleva a la zona exterior, donde hay piscina, huerto y el polideportivo. En una de esas paredes está pintado el escudo del Galachos United. El próximo mes de abril, una exposición recordará los diez años de andadura del equipo. Y en ella lucirá también el escudo hecho en mosaico por los propios internos acaban de terminar. Todavía les quedan muchos goles por meter.

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