La piscina del Parque Deportivo Ebro -la única cubierta pública de 50 metros de la Comunidad- volverá a ser el buque insignia de las instalaciones. El Gobierno de Aragón determinó su cierre en 2012 por su elevado coste de mantenimiento (más de 300.000 euros anuales), pero la Fundación ESDA se ha comprometido a hacerla eficiente a través de un cambio en el sistema energético. Hasta su abandono, la temperatura del agua (28ºC) y del espacio cerrado se mantenían con una caldera de gasoil; a partir de la próxima temporada, la luz solar y la biomasa la harán autosostenible.

El objetivo es que en invierno, durante el día, los colectores solares acumulen una base de energía que después se apoyará en la producida por una caldera abastecida de materia orgánica. Para ello, se aprovecharán los recursos naturales que hay en el complejo. Fundamentalmente, los residuos producidos por los caballos del área hípica y por la vegetación.

“Mantener esta piscina no era viable. De ahí que, como máxima prioridad, decidiésemos trabajar en reducir el gasto que genera”, explica Alberto Castillo, director de proyectos del Parque Deportivo Ebro, y cifra en 56.000 euros el desembolso que, a partir de septiembre, será necesario para cubrir los costes. “Los excrementos de caballo logran triplicar el poder calorífico de la biomasa; con muy poco consumo se creará un microclima adecuado. Además, eliminaremos el mal olor que este desecho genera cuando está húmedo”, ensalza.

La fácil descomposición de la hierba que come el caballo, sumada a la labor del sistema digestivo de este animal, simplifica el proceso necesario para convertir las heces en biocombustible. Así, tal y como reconoce Castillo, se consigue “un abaratamiento importante” en los costes de producción.