Oda carnavalera al colesterol

Unas 5.000 personas acudieron ayer al parque de Torrerramona, donde ya se dejaron ver algunos disfraces, para merendar la tradicional longaniza del Jueves Lardero.

Las filas antes del comienzo del reparto ocupaban toda la explanada del parque
Oda carnavalera al colesterol
Aránzau Navarro

Si el amor o el dinero no dan la felicidad, prueben con la longaniza. A unos 5.000 zaragozanos parece convencerles, a juzgar por el experimento sociológico realizado ayer en el parque de Torrerramona. El reclamo de ‘bocadillo gratis’ en Jueves Lardero nunca falla y ayer, incluso hora y media antes del comienzo del reparto, se formaban largas filas desde la explanada del parque y hasta la calle del Doctor Iranzo. Las ansias por merendar las viandas carnavaleras eran tales que hubo que adelantar el horario de apertura de las barras para contentar a los presentes.

Unas 5.000 raciones de longaniza se fueron despachando a buen ritmo y, para pasarla mejor, se sirvieron hasta 600 litros de vino tinto. La Federación Interpeñas fue la encargada este año de organizar este singular ‘buffet’, en el que lo más deliciosos –además del tentempié– era escuchar las conversaciones de unos y otros en la fila. "A ver si este año las raciones son generosas porque el pasado, después de dos horas haciendo cola, el bocatín te cabía en un diente", le decía José Luis Almagro al mismísimo Conde del Salchichón, que se acercó para hacer más llevadera la espera.

El ilustre noble no dejó de hacerse fotos con los pequeños comensales de Las Fuentes, muchos de los cuales ya acudieron a la cita disfrazados. Un Peter Pan de medio metro bailoteaba al ritmo de las charangas y una bruja de nariz aguileñísima parecía buscar la pócima secreta para volatilizar a todos aquellos que hacían fila delante de ella.

"Todos los días meriendo dos mandarinas, pero hoy toca un poquito de colesterol del bueno, que un día es un día", explicaba Elena Val, despreocupada por su dieta. "Nada, nada, que esto lo quemo enseguida con dos bailes del guateque", bromeaba.

Hasta que la Orquesta Oceanic hizo acto de aparición en la carpa, la charanga de Interpeñas se encargó de caldear el ambiente con pasadobles, el ‘Paquito el Chocolatero’ y hasta ‘The Yellow Submarine’. El Conde del Salchichón también bailaba y la ristra de embutidos que porta cual collar se bamboleaba de un lado a otro para fascinación y risas de los más pequeños. "Por mucha sangre azul que tenga, este conde es una mala influencia: no le escuchéis", decía una madre, mientras el portavoz de Don Carnal pedía a los niños que desobedecieran las reglas e hicieran siempre lo prohibido.

"Yo vengo del Bajo Aragón, donde es tradicional celebrar el ‘choricé’, pero, claro, en aquellos pueblos no hay que aguardar estas filas", explicaba Ramón Alcazar, oriundo de "un pueblito cerca de Calanda". El buen hombre improvisaba un asiento en pleno descampado y, con resignación, veían cómo sus sobrinos lanzaban piedras a un enorme charco. Estos –que aunque no llevaban traje de diablillos se comportaban como tales– pedían a su tío si podían repetir bocata y Alcazar volvía a mirar la fila y decía sentirse "abatido".

Hasta bien entrada la madrugada estaba previsto que continuara la música en una carpa, que es el epicentro del carnaval hasta el domingo. Esta misma noche será escenario de una verbena con DJ Fiesta y mañana la Orquesta Impakto tomará las riendas, antes de la entrega de premios a las comparsas peñistas.

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