La Remolacha: de microhuertos a impresoras 3D

Un laboratorio hacker se está gestando en la Azucarera como nuevo proyecto de Zaragoza Activa. Lo artesano y lo digital se darán la mano en un espacio de producción, emprendimiento y experimentación creativa

Render, uno de los espacios de La Remolacha
Render, uno de los espacios de La Remolacha
P. S.

¿Cómo adaptarse a las actuales mutaciones económicas y sociales y prepararse para el que llaman nuevo escenario de la cuarta revolución industrial? Con ingenio y creando nuevos espacios. Al menos, así lo creen en Zaragoza Activa.


“Estamos viviendo un triple cambio: en materia de empleo, los departamentos de recursos humanos buscan cada vez más competencias transversales y no tanto perfiles de estudios; en el mundo de las empresas, es muy habitual que dos o tres chavales pongan en marcha su proyecto con una tecnología concreta, desarrollen sus prototipos y lleven a cabo campañas de ‘crowdfunding’, por ejemplo; y en el ámbito de la gobernanza, los proyectos públicos han de adaptarse a las nuevas demandas de los ciudadanos”, valora Raúl Oliván, director de este programa de impulso emprendedor y colaborativo.


La biblioteca Cubit, La Colaboradora, el Semillero de Ideas, la Zona de empleo… y, en unos meses, también La Remolacha Hacklab. Un nuevo nodo se unirá a la red de espacios de divulgación, innovación, colaboración, incubación o aceleración empresarial que se aglutinan bajo el paraguas de Zaragoza Activa, ecosistema público donde conviven desde hace seis años empresas, organizaciones sociales, ciudadanos y trabajadores.


La idea de crear este nuevo lugar responde a una necesidad. “Nos faltaba en la Azucarera un sitio donde poder hacer y prototipar, donde los emprendedores pudieran disponer de un entorno de producción y la comunidad creativa, de un espacio de desarrollo y cabida” explican. Y surgió tras conocer numerosos ‘maker spaces’, laboratorios de fabricación y de  innovación ciudadana, entre otros.


La Remolacha, cuentan desde ZAC, pretende erigirse como un punto de encuentro híbrido, un lugar de trabajo y producción accesible en el que lo analógico y lo digital se den la mano. Conceptos como innovación social, emprendimiento, colaboración o experimentación surgen al tratar de definir lo que será este particular laboratorio hacker.


Su nombre es un guiño a la actividad de la antigua fábrica dedicada a la transformación de remolacha que fue la azucarera del Arrabal. Además, “le llamamos hacklab’ porque nos identificamos con la ética hacker, que se define por valores como la creatividad, la libertad, el código abierto, el conocimiento compartido y la creación de comunidad”, resume el director del proyecto.Un avance de la programación, en primavera

En este escenario de 120 metros cuadrados ahora en construcción, unas 32 personas podrán estar trabajando a la vez cuando abra sus puertas en el ala izquierda de la Azucarera. “En aproximadamente un mes, la fase de equipamiento debería estar completada, y queremos publicar un avance de la programación en la primavera de este año para ir comprobando cómo funcionan el mobiliario y los talleres y cursos”, relata Oliván.


La intención es que la nueva infraestructura sea durante las mañanas un espacio didáctico orientado a los centros educativos. Mientras, por las tardes y durante los fines de semana, un lugar que acoja talleres, ciclos y cursos variados –“desde arquitectura para niños hasta cómo diseñar un ‘lettering’ en tres dimensiones para un comercio o cómo autoeditar tu propio fanzine”, ejemplifican en Zaragoza Activa-; y al mismo tiempo, un proyecto abierto a la comunidad para que tanto vecinos como emprendedores puedan intervenir y usar las herramientas del laboratorio.


La Remolacha se dividirá en cuatro estaciones, agrupadas a su vez en dos áreas: huerto-artesanía y ‘maker’-robótica. En la primera, habrá elementos como una mesa que se convertirá en plantero o varios ‘macetohuertos’ con ruedas donde se trabajarán pequeñas tierras en superficie y se utilizarán herramientas manuales y agua. Allí, se desarrollarán también talleres específicos variados dedicados desde a plantar un esqueje a cómo desarrollar un pequeño huerto de tomates cherry en una terraza.


Mientras, en la parte dedicada al fenómeno ‘maker’ y la robótica habrá un espacio de trabajo con puntos de conexión de luz y datos, así como un laboratorio en el que se podrán utilizar ordenadores, impresoras 3D, placas y similares para desarrollar prototipos. “Talleres sobre cómo colocar un sensor que mida la humedad en el huerto o cómo construir un sistema de riego por goteo podrían llevarse a cabo allí”, revela Raúl, quien apunta que el primer entorno servirá igualmente de excusa para hacer transitar al segundo al público con menos conocimientos del mundo digital avanzado.“Nos interesa también ‘engañar’ a los abuelos”

Aunque el público infantil y juvenil será uno de los destinatarios y protagonistas principales de lo que ocurra en este futuro espacio, La Remolacha nace al mismo tiempo con un marcado carácter intergeneracional. “Nos interesa también ‘engañar a los abuelos’ y que, junto a los nietos, conozcan Arduino o les ayuden a trastear con un móvil”, señala el director de Zaragoza Activa. Oliván anuncia que en lo relativo a las actividades infantiles, se dará “probablemente un salto colaborativo de la mano de Etopia”.


Además, otro de sus propósitos es conectar con la población del distrito de El Rabal que, apuntan, ya hace un uso significativo de la sede en la Azucarera. “Sigue existiendo una brecha digital si nos referimos a la cultura ‘maker’, el código o la robótica, pues muchas personas no saben por dónde aproximarse a estas disciplinas. Al buscar una transición hacia ellas desde lo artesano y lo analógico empieza la labor de este proyecto”, agregan.


Ahí, inciden, reside su diferencia con otras iniciativas: “No conocemos un lugar similar basado en este enfoque de mezclar la faceta tecnológica del concepto de ‘fablab’ –laboratorio de fabricación- con espacios de artesanía o huerta. Hay muchos huertos urbanos, puntos de creación artesanal o laboratorios digitales, pero todo ello, junto e integrado en un ecosistema de emprendimiento e innovación social abierto, accesible y usable, no existía hasta ahora”, concluye Oliván.

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