"Me acerqué a Said para tranquilizarle porque estaba chillando, pero no lo maté"

El patinador acusado de asesinar a un indigente declara que no le hizo nada.

Jorge Callejas, ayer junto a su abogado José Luis Melguizo y el de la víctima, Javier Notivoli.
"Me acerqué a Said para tranquilizarle porque estaba chillando, pero no lo maté"
José Miguel Marco

El tribunal popular que desde ayer juzga a Jorge Callejas Hernández, de 35 años, por el asesinato de Said Tahraoui, de 47, escuchó ayer al acusado negar cualquier intervención en el crimen. Al contrario, el encausado se esforzó en convencer a los miembros del jurado que él se acercó al hombre solo con el ánimo de "tranquilizarlo" e interesarse por su estado al ver que chillaba y gesticulaba en medio de la acera de la avenida de Cataluña. Esa, según dijo su abogado, José Luis Melguizo, es la razón de que lleve ya diez meses en la cárcel como sospechoso del brutal homicidio.


Said Tahraoui, que vivía en la indigencia en una furgoneta acondicionada como chabola en la calle Castillo de Peracense­­­­, murió a consecuencia de los numerosos golpes que recibió en la cara y en la cabeza con un objeto contundente. Además, el asesino le agarró del cuello y colocando su mano a modo de garra le presionó con tal fuerza que le rompió el hueso hioides. ­


Víctima y acusado se habían conocido sobre las 00.00 del pasado 5 de enero en un bar de la avenida de Santa Isabel y habían departido amigablemente a pesar de que, según la camarera, Said Tahraoui había bebido bastante. Era una noche desapacible, lluviosa y fría. Tras salir del bar los dos juntos, el indigente marchó andando empujando un carro de la compra cargado de chatarra.


"Yo me quedé esperando el autobús, pero como no venía me puse los patines y me dirigí hacia mi casa (en Las Delicias)", explicó. Sin embargo, sobre las 00.27, a la altura del 295 de la avenida de Cataluña, volvió a ver a Said, que en ese momento gritaba y gesticulaba junto al bar La Azucarera, que estaba cerrado, y una sucursal de CAI. A preguntas de la fiscal y de su abogado, aseguró que se acercó para ver qué le ocurría. "Él me decía que nada, que estaba bien, pero yo me quedé esperando por ahí, fumando un cigarro, por si había tenido un enfrentamiento con alguien y le pasaba algo", manifestó Jorge Callejas. Añadió que cuando lo notó más tranquilo se marchó andando, aunque minutos después se puso de nuevo los patines y desanduvo el camino al darse cuenta de que había perdido su librillo de papel de fumar.


De esta manera, el acusado trató de justificar por qué las cámaras de seguridad de la zona le habían grabado junto a Said con vida y volviendo a pasar por la zona cuando ya estaba medio muerto, ensangrentado y junto a una furgoneta aparcada.

Inquieto por lo que vio

Su actitud llamó la atención de un vecino de la zona que salió a pasear a su perro y vio a Jorge Callejas con sus patines puestos pero quieto junto al bar la Azucarera, y a Said Tahraoui gritando cosas "incoherentes", aunque también le pareció entender que decía: "Aquí hay uno que no deja de molestarme". El vecino, no obstante, siguió su camino hasta un parque cercano y al regresar a los pocos minutos ya no vio a Said, sino una mancha de sangre en el suelo y al acusado a unos dos metros, sentado en un bordillo y metiendo sus patines en una mochila. "Me llamó la atención porque lo hacía con prisa y con fuerza", declaró. La escena le dejó tan inquieto que subió a su casa, dejó al perro y bajó al garaje para coger el coche y acercarse con él hasta la esquina y volver a mirar. "Al acercarme, oí un débil gemido y al buscar, vi que debajo de una furgoneta había una persona en muy mal estado. Llamé a la Policía y me quedé ahí hasta que llegó", manifestó.


La víctima fue trasladada al hospital pero su estado era tan grave que falleció unas horas después. La investigación abierta por los agentes del Grupo de Homicidios permitió identificar en tres días a Jorge Callejas como el principal sospechoso del crimen. El análisis de las cámaras de seguridad de la zona situó a los dos protagonistas de esta triste historia en el lugar de los hechos y también al vecino que halló a la víctima, cuyo testimonio ha sido fundamental. También cuentan con una prueba importante, que es una mancha de sangre de la víctima en los pantalones del acusado, aunque este dijo que podía haberse hecho la transferencia de ADN cuando se acercó a él para ver lo que le ocurría.

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