SOLIDARIDAD

Una amistad que vale un riñón

Charo no se lo pensó ni un segundo. Decidió donarle un riñón a su amigo Pascual de forma altruista y generosa. «Volvería a hacerlo sin dudarlo», asegura a la vez que intenta concienciar de la importancia de los trasplantes.

Charo y Pascual, todavía en el hospital, son amigos desde hace 20 años.
Una amistad que vale un riñón
M. SANTONJA

Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Desde hace una semana, Pascual tiene más claro que nunca que para él este refrán es absolutamente cierto. Sin dudarlo ni un segundo, Charo, sin lazo familiar alguno, le donó uno de sus riñones de forma totalmente altruista. Una acción anónima y solidaria nada frecuente entre personas no emparentadas.

Todavía en la cama del hospital Miguel Servet de Zaragoza, donde se recupera de la intervención que se realizó el pasado jueves, Charo le quita importancia a lo que todos consideran sin duda una hazaña. Sin perder ni un momento la sonrisa, recalca una y otra vez que ella no quiere notoriedad. Si finalmente ha accedido a contar su historia, unida sin duda a la de Pascual, es para -asegura- concienciar a la gente de la importancia de las donaciones, tanto en vida como después de la muerte. «Si todo esto sirve para que la gente se conciencie...», reflexiona esta mujer de 43 años.

Tanto ella como Pascual recuerdan como si fuera ayer cómo comenzó esta travesía que dura ya casi un año. A raíz de un aneurisma cerebral, a él le empezaron a fallar sus riñones hasta llegar a la necesidad de requerir diálisis y un trasplante de riñón. Y Charo, su amiga desde hace veinte años, no lo dudó ni un instante: «Le dije que se lo daba yo. Que estaba aquí», afirma.

Valoró los pros y los contras de lo que algunos calificaron de «locura». «Leí, me informé y lo comenté con mi familia. Me llegaron a plantear tantas pegas que incluso les hice una analítica a mis hijas para ver que estaban sanas... Si naturalmente lo hubieran necesitado, lo primero hubieran sido ellas», reconoce Charo, que agradece emocionada el apoyo que ha obtenido de toda su familia. «Me explicaron todos los riesgos que tenía la operación, pero estaba convencida. Creo que no va a ser una cosa que cambie mi vida y, la verdad, no sé qué pasará en un futuro, pero creo que no hay que pensar en eso», comenta.

El proceso no fue sencillo. Analíticas, pruebas, radiografías, electros, exámenes de compatibilidad, charlas con un psiquiatra... «No se podían creer que estuviera tan segura. Tuvimos que ir hasta a un juez para que certificara que todo se hacía voluntariamente», recuerda con el optimismo que le caracteriza.

Charo no quiere agradecimientos. Solo le ha exigido una pequeña cosa a su amigo: «Sé que es una oportunidad, así que quiero que recupere su calidad de vida. Que disfrute al máximo. Que vuelva a hacer lo que no ha podido hacer durante su enfermedad», señala.

Un consejo que Pascual, de 58 años, se toma al pie de la letra. Como amante del deporte, quiere volver a practicar todas las disciplinas que abandonó por su enfermedad. «Hacía kárate, me gustaba el ciclismo... No paraba», explica. «Me ha dado otra vez la vida. No hay palabras para agradecer todo lo que Charo ha hecho por mí. Me ha dado por las buenas, algo tan valioso para mí», añade. Algo que su mujer, también quiere dejar claro: «A esta familia le ha dado una segunda oportunidad. Yo era la primera que tenía dudas del proceso, pero le veía a ella tan convencida». Y pese a la intervención, el drenaje y los días de hospitalización, todavía sigue estándolo: «Ahora, volvería a hacerlo. No me lo pensaría ni un segundo», apunta Charo.

En pocos días y si todo va bien, ambos recibirán el alta hospitalaria. Antes, tanto Charo como Pascual agradecen la profesionalidad y la atención recibida por todos los médicos y enfermeras del hospital Miguel Servet, así como de los que en un primer momento les trataron en el Clínico.