HISTORIA

Un calaceitano en la trastienda de Núremberg

En agosto de 1940, los republicanos españoles llegaron al campo de concentración de Mauthausen. Uno de ellos, Jesús Grau, de Calaceite, ocultó los negativos de las fotos que sirvieron para condenar a jerarcas nazis

Jesús Grau, a la izda, con Raimundo Suñer, tras la liberación.
Un calaceitano en la trastienda de Núremberg
FRANCISCO BOIX

Francisco Boix, un republicano español que trabajó como fotógrafo en el servicio de identificación del campo de concentración de Mauthausen (Austria), jugó un papel decisivo en la condena de algunos jerarcas nazis en el juicio de Núremberg al aportar los negativos de las fotos que incriminaban a algunos de los acusados. Sin embargo, la aportación de Boix a la Justicia no hubiera sido posible sin la colaboración de uno de sus amigos, Jesús Grau, otro preso, natural de Calaceite (Teruel), que se encargó de sacar los clichés escondidos en sus zapatos, en la comida o donde el ingenio le dictaba para ocultarlos en la casa de una familia austriaca contraria al régimen nazi. El trabajo de Grau en una cantera privada, fuera del recinto carcelario, le permitía cruzar, junto con otros compañeros españoles, las alambradas diariamente con su valioso botín fotográfico.

La función desempeñada por Jesús Grau en la aportación de pruebas que demostraron las atrocidades nazis sigue en la penumbra cuando se cumplen, este mes de agosto, 70 años de la llegada a Mauthausen de los primeros trenes con republicanos españoles deportados de Francia, entre ellos uno procedente de Angulema en el que viajaban Jesús y su padre, Ricardo, que falleció en el cautiverio.

La revista 'La aventura de la Historia' dedicaba, en una reciente entrega, un amplio informe a la odisea vivida por Boix y sus compañeros para ocultar los negativos. Se encargaba de esta delicada y peligrosa labor un grupo de españoles que trabajaban fuera del campo de concentración conocido como 'Poschacher'. "Esos chicos -explica el reportaje-, encabezados por Jacinto Cortés, Jesús Grau y José Alcubierre, se jugaron la vida para llevar el botín fotográfico a Ana Pointner, opositora al nazismo".

Según cuenta Raimundo Suñer, otro calaceitano preso en el campo de concentración austriaco, en sus memorias, 'De Calaceite a Mauthausen', Jesús Grau fue "el más destacado" en la tarea de ocultar los negativos.

Miquel Blanc, primo hermano de Jesús Grau y editor de las memorias de Suñer, agrega que, una vez liberado el campo, Grau "fue a recuperar los clichés, que estaban escondidos con una tela impermeable" en la casa de la señora Pointner. Blanc afirma que Grau, fallecido en 1990 en Niza (Francia), era "muy discreto", un rasgo de su carácter que contribuyó al escaso reconocimiento de su papel en la denuncia de las atrocidades nazis.

Tras la II Guerra Mundial, Jesús Grau se asentó en Francia porque su condición de republicano le impedía regresar a España. Aunque varios testimonios coinciden en que "evitaba" recordar su traumático paso por el campo de concentración, su hija, Antonia, pudo escuchar de labios de su padre el episodio de los negativos. Recuerda que él "tenía miedo cuando sacaba los negativos con otros compañeros, tanto por ellos como por la señora Pointner, que los ocultaba".

La hija de Grau explica que Ana Pointner vivía en el camino que conducía de Mauthausen a la cantera donde trabajaba el grupo 'Poschacher'. La mujer "les dejaba junto a la carretera de paso trozos de pan u otros alimentos y los españoles terminaron haciéndose amigos suyos, casi sin mediar palabra". El siguiente paso fue, continúa Antonia, utilizar la carbonera de la casa de aquella opositora al nazismo para esconder los preciados negativos.

En mayo de 1945, Grau y otros republicanos españoles recuperaron los clichés. Su autor, Francisco Boix, los utilizó en 1946 como prueba durante su comparencia como testigo en el juicio de Núremberg, que condujo al patíbulo a la cúpula nazi.

Antonia Grau explica que, junto a su padre, participaron en el operativo de ocultación de los clichés otros compatriotas. Todos formaban parte del contingente de presos republicanos españoles. Al ser uno de los primeros colectivos en llegar a Mauthausen, alcanzó un alto grado de organización y solidaridad. Su prioridad, no obstante, como recuerda una sobrina de Grau, Isabel Sanmartín, fue "sobrevivir".