Tres días sin entrar en casa

?Del sábado al lunes de Vaquilla, los peñistas hacen la vida bajo el toldo de su local. Allí almuerzan, sestean, cenan y bailan con los amigos hasta el amanecer.

Cientos de socios de la peña Los Marinos -una de las más multitudinarias- comían ayer en su sede la típica paella.
Tres días sin entrar en casa
antonio garcía/bykofoto

Las sedes que las 19 peñas vaquilleras turolenses acondicionan estos días en diferentes calles y plazas de la ciudad para vivir la fiesta son algo más que un escenario musical y una barra de bar. Estos locales, que a menudo constan de una carpa de dimensiones suficientes como para acoger a los socios y a todo el mundo que quiera participar de las verbenas nocturnas, se convierten de lunes a sábado de Vaquilla en algo muy parecido al hogar de los peñistas.


Allí comen a mediodía, descansan a cubierto de los rigores del sol en las primeras horas de la tarde y, en muchos casos, cenan al anochecer. Es punto de encuentro con los amigos y conocidos y lugar de diversión a partir de las 22.00, cuando suelen comenzar los espectáculos musicales, prolongándose hasta altas horas de la madrugada. El peñista solo vuelve a su casa para dormir un rato y ducharse, lo suficiente para recuperar fuerzas y enfrentarse a otro día de fiesta y desenfreno sin fin.


Así lo explicó ayer a mediodía Senén Osorio, secretario de El Disloque, mientras se afanaba en preparar vermú con aperitivo para los 280 socios de esta peña ubicada en la calle de Joaquín Arnau, en pleno Centro Histórico. "Hemos dado cenas todos los días y comidas el domingo y el lunes. La casa, prácticamente, no la hemos pisado durante estos días", aseguró.


Osorio recordó, además, una de las hazañas culinarias que ha llevado a cabo la peña en estas fiestas y que consistió en freir más de 200 huevos con longaniza la madrugada del domingo al lunes, justo antes de que los peñistas fueran todos juntos a la plaza de toros para ver ensogar a los astados que más tarde correrían por las calles céntricas de la capital turolense.


Las peñas con predominio de familias con hijos pequeños, como El Disloque, exigen a la empresa de cáterin a la que encargan el menú de mediodía que instale mesas y sillas para poder comer cómodamente. Por el contrario, las agrupaciones de jóvenes reparten en mano la comida a sus socios y estos tienen suficiente con apoyarse en una pared o sentarse en el suelo.


Recoger la mesa ya es otro cantar, pues corre a cargo de los peñistas y no todos se encuentran tan frescos como para realizar esta tarea a las cuatro de la tarde. "Para comer estamos muchos, pero para dejar limpio el local, quedamos menos", dijo con humor Senén Osorio.

"Hay que tener paciencia"


En El Despiste, que ocupa la plaza de Francés de Aranda o del Obispado, el menú de los peñistas constaba ayer de callos con garbanzos, arroz a banda y flan. Esta peña tiene 425 socios y 175 niños. No es fácil organizar una comida tan multitudinaria. "Hay que tener mucha paciencia, pero al final todo sale bien", indicó el presidente, Eliseo Giménez.


A juicio de Giménez, comer y cenar en la peña es "lo ideal, porque así queda más tiempo para vivir la fiesta con los amigos". "De lo contrario -agregó- uno pasa el día comprando, cocinando y limpiando la casa y acaba viendo la tele en el sofá en lugar de salir a la calle". No opinaba lo mismo Marta Roque, peñista de El Despiste. "Como tengo muchos invitados en casa, no me libro de preparar comidas", aclaró.


Cada socio abona alrededor de 100 euros a cambio de no tener que ocuparse de la logística doméstica durante las fiestas. "Vale la pena pagar. La Vaquilla es para disfrutar con los amigos y comer en la peña te obliga a salir de casa y te permite reencontrarte con todo el mundo", afirmó otro peñista de El Despiste, Martín Navarro.


La paella y la fideuá son menús muy habituales entre los peñistas, pero, por extraño que parezca, tampoco suele faltar en la carta el caldo caliente, y ello pese a las altas temperaturas que reinan por lo general durante las fiestas de la Vaquilla, celebradas siempre en la primera quincena de julio. Las ensaladas y la carne asada son también platos fijos.


Tras dos días y medio de intensa fiesta, el cansancio se dejaba ver ayer entre muchos peñistas. "De las rodillas para abajo no siento nada", manifestó Eliseo Giménez, de El Despiste, incondicional de las verbenas y de recorrer el Centro Histórico detrás de la charanga durante horas y horas.


Menos agotado se mostró Senén Osorio, de El Disloque, pese a que, según confesó, solo acude a dormir a casa cuando amanece y ha cesado la música de las peñas. "Vivo en el centro y antes no se puede descansar por el ruido. Pero no me importa. Hay que adaptarse. Son solo unos días", dijo.

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