La sequía de 1995 puso en marcha los pozos que garantizan 22 años después el suministro de Teruel

La Confederación Hidrográfica del Júcar construyó captaciones en San Blas y Caudé para suplir al Arquilo, que se quedó al 1,4% de su capacidad.

La cola del pantano del Arquillo, con el barro cuarteado por el descenso del nivel.
Pantano del Arquillo de Teruel
Antonio García/Bykofoto

El pantano del Arquillo al 1,4% de su capacidad, la ciudad abastecida íntegramente con pozos y el embalse sin agua para mantener vivos a los peces. Así fue la sequía de principios de los años noventa del siglo XX, que puso en apuros el abastecimiento de Teruel al reducir las reservas del embalse de San Blas, su principal fuente de suministro, hasta un mínimo histórico de 0,3 hectómetros cúbicos. La falta de precipitaciones redujo el volumen embalsado a una undécima parte del actual, 3,4 hectómetros cúbicos. Pero aquella crisis también tuvo su lado bueno: la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) construyó como solución de emergencia nuevos pozos en Caudé y San Blas que ahora, 22 años después, garantizan la cobertura de las necesidades de la capital a corto y medio plazo.

Desde la semana pasada, ante la apurada situación del embalse del Arquillo –al 16% de su capacidad: 21 hectómetros cúbicos– y las pésimas expectativas de lluvias a corto plazo, el 50% del agua que beben los turolenses procede ya de los pozos de emergencia construidos en 1994 por la CHJ. La situación empieza a recordar la vivida hace dos décadas y el Ayuntamiento aplica las primeras medidas de ahorro, como cerrar todas las fuentes públicas, suprimir el baldeo de calles y reducir el caudal de riego de los parques.

La extrema sequía sufrida por la provincia entre 1991 y 1995 dejó seca la toma de agua que abastecía a la ciudad desde el Arquillo en los primeros meses de 1994, cuando el nivel cayó hasta 3,5 hectómetros cúbicos. La CHJ construyó de forma urgente una nueva captación a un nivel inferior que permitió bombear hasta que el embalse se quedó con 1,4 hectómetros cúbicos.

Ante la perspectiva de quedarse sin la fuente de abastecimiento fundamental, el organismo de cuenca recurrió a una bomba montada sobre un catamarán para aprovechar las últimas reservas. Este dispositivo flotante permitió apurar el agua embalsada hasta diciembre de 1995, cuando la presa bajó a 0,3 hectómetros cúbicos y hubo que suspender la extracción. La CHJ planteó entonces al Gobierno aragonés la necesidad de trasladar a los peces a otro lugar.

Había llegado la hora de utilizar los nuevos pozos de Caudé y San Blas, construidos de urgencia por la CHJ y que abastecieron a capital turolense hasta abril de 1996. Las lluvias empezaron a caer a finales de 1995 y en enero de 1996 el agua almacenada había subido hasta 1 hectómetro cúbico. Lo peor había pasado.

El director adjunto del Área de Explotación de la CHJ en aquellos difíciles momentos, José Luis Utrillas, explica que la utilización del catamarán permitió «utilizar las reservas sin aplicar recortes de agua» a la población. Recuerda que desde septiembre de 1994 el organismo de cuenca fue consciente de la necesidad de «intervenir» en Teruel para afrontar la crisis que se avecinaba.

Los pozos de San Blas, con un caudal conjunto capaz de abastecer por si solo a la ciudad –con un consumo medio de 135 litros por segundo–, empezaron a bombear agua en 1994 y cuando cesaron, en abril de 1995, su nivel apenas se había resentido. Utrillas está convencido de que aprovechan un acuífero «importante» y con garantías de permanencia. Cuando se pusieron en marcha, la CHJ estimó unas reservas suficientes para abastecer a la ciudad durante cinco años. Los pozos de Caudé, construidos también entonces, aportan menos caudal y drenan una bolsa de agua más superficial y pobre.

José Luis Utrillas, turolense de Villarquemado, recuerda que, desde su cago directivo en la CHJ, tuvo que «llorar por Teruel» para conseguir una inyección de 250 millones de pesetas –1,5 millones de euros– de fondos europeos para abrir los nuevos pozos de la capital. El gabinete geológico de la Diputación Provincial aportó la información precisa sobre el emplazamiento de los acuíferos más idóneos. Pero la actuación no se limitó a la ciudad, porque la falta de recursos hídricos golpeó a toda la provincia, donde se invirtieron otros 350 millones de pesetas –2,1 millones de euros– en mejorar el suministro de 20 poblaciones.

Ahora, cuando la sequía rememora la de 1995, los sondeos alternativos al Arquillo «están disponibles desde el primer día», dice Utrillas. Pero el Ayuntamiento no se fía y planea nuevas prospecciones en el puerto de Escandón en busca de otras reservas.


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