Los guardaespaldas de los vaquilleros

Se juegan el tipo mientras sujetan con una cuerda al toro para evitar que embista a un vaquillero en las calles de la ciudad. Pero la fiesta y la tradición lo exigen.

Sogueros. Carlos Méndez -delante-, Diego Blasco -en segundo término-, Óscar López, Rubén López y Juanjo Martín -detrás de izquierda a derecha-, son cinco de los sogueros que esta tarde sacarán por la ciudad a 4 toros para el disfrute de los vaquilleros. E
Los guardaespaldas de los vaquilleros
A. García

Los 27 sogueros que se encargarán esta tarde de sacar por el Centro Histórico a 4 toros de más de 500 kilos sujetos con una cuerda sienten a estas horas, quizá a partes iguales, un combinado de emoción, responsabilidad y nervios. Son los ángeles de la guarda de los vaquilleros o, si se quiere, sus guardaespaldas, pues tienen entre sus manos, tirando de la cuerda en el momento preciso, el poder de evitar que el astado embista a una persona.


Da igual que lleven 15 años desempeñando cada año esta tarea, como Juanjo Martín, o que sean más noveles, como Rubén López y Carlos Méndez, con siete y ocho años de experiencia, respectivamente. "Desde el día de antes tengo un runrún continuo rondando por el estómago y no dejo de pensar en cómo se comportarán los toros y en si hará calor o no" confiesa este último. Según explica, la expresión de su rostro cambia notablemente cuando ve por primera vez a los toros que ensogará al día siguiente, que es durante el transcurso de la Merienda del Domingo, donde los animales son exhibidos ante el público que abarrota las gradas del coso taurino. "Obviamente, yo no me doy cuenta del cambio de mi expresión, pero mi mujer me dice que ocurre", puntualiza.


La clave, subrayan, está en adelantarse a la reacción del toro y a la de los vaquilleros que se acercan a él. "No existe un manual, se aprende todo de los que más saben y, por supuesto, con la experiencia propia", explica Juanjo Martín. Los sogueros tienen que saber dónde colocarse para tener dominado al astado en todo momento a la vez que darle libertad para que corra y propicie emocionantes carreras entre los vaquilleros. "Hay que estar pendiente en todo momento de los estímulos que le llegan al animal, pero también darle cuerda para que la gente disfrute", añade Rubén López.


La coordinación entre los sogueros es también un elemento esencial, como destaca Carlos Méndez, que decidió ser soguero en honor a la tradición familiar que le precede. Su padre sacó al toro durante 20 años y fue su mejor maestro en el arte de gobernar al astado con una cuerda.


Ellos no están exentos de riesgo. De hecho, muchos sogueros abandonan esta tradición al formar su propia familia y tener hijos pequeños ante la responsabilidad que sienten con sus descendientes. El momento más peligroso –coinciden– es cuando, en la madrugada del lunes de Vaquilla, los astados son desencajonados en la plaza de toros y los sogueros deben enhebrar la cuerda para trasladarlos uno a uno y a pie hasta la Nevera, los corrales en los que aguardarán la llegada de la tarde para salir por las calles del Centro Histórico.


"En la arena, el toro es el rey. Ha llegado fresco de la ganadería, mientras que los sogueros estamos verdes y fríos. Son instantes con mucha tensión", relata Méndez. En la historia de los ensogados turolenses no figuran graves cogidas de sogueros –tampoco de vaquilleros–, "pero sí que ha habido alguna cornada en el momento de enhebrar, y también embestidas, como la del año pasado a dos compañeros", asegura.


La concentración de los sogueros en su labor, tanto a la hora de ensogar al toro como en la de soltarlo por las calles, es total. "A veces, hay familiares o amigos que me han dicho algo cuando estoy en plena faena y yo no lo he oído", afirmó el veterano Juanjo Martín, con más de 150 toros ensogados a sus espaldas.


Poco a poco, la labor que tanto los sogueros como el Ayuntamiento y las peñas vaquilleras vienen desarrollando para concienciar a los ciudadanos de que sean prudentes ante el toro ensogado, está haciendo efecto. "Cada vez impera más el sentido común y son muy pocos los que acuden al Centro Histórico con calzado inadecuado o llevan a cabo prácticas desaconsejadas", asegura Rubén López.

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