Dos socios de la peña Ultramarinos prenden la mecha de La Vaquilla

Eduardo Rueda y Javier Nájara han hecho estallar la fiesta La Vaquilla de Teruel colocando el Pañuelico al Torico.

Arrancan las fiestas de La Vaquilla
Arrancan las fiestas de La Vaquilla
Teruel

Eduardo Rueda y Javier Nájara, dos socios de la peña Ultramarinos, han hecho estallar la fiesta La Vaquilla de Teruel al imponer este sábado un pañuelo rojo, el Pañuelico, a la estatua del Torico, el símbolo de la ciudad.


Los dos compañeros de peña se han subido a lo más alto de la columna sobre la que descansa la emblemática escultura para completar su misión ante el delirio de los miles de jóvenes que abarrotaban a plaza ansiosos de atacar el fin de semana más intenso del año.


Han contado con el apoyo del resto de los 'ultramarinos', que han formado la torre humana que ha ayudado a los dos elegidos a trepar hasta lo más alto de la fuente. Los festejos, centrados en la celebración de veinte verbenas en otras tantas calles y plazas de la ciudad y en los toros ensogados, se prolongarán durante tres días sin descanso.


El inicio oficial de La Vaquilla lo ha dado, unos instantes antes, la alcaldesa, Emma Buj, que se estrena en esta función. Buj ha tocado el Campanico, una pequeña campana colocada sobre la casa consistorial, y ha entregado el Pañuelico a un miembro de Ultramarinos, Fernando Maicas, que, a duras penas, ha podido llegar a la contigua plaza del Torico debido al público que atestaba las calles. Ha cedido el pañuelo a sus compañeros Eduardo y Javier, que lo han colocado alrededor del cuello del Torico. A continuación, han saludado y arengado al bullicioso público que se arremolinaba a su alrededor para dar así pistoletazo de salida a la calurosa Vaquilla de 2016.Tres días de diversión en la calle

Con la puesta del 'pañuelico' Teruel vive tres días de diversión en la calle, "abierta a todos", en la que como en San Fermín el toro es protagonista pero sin encierros.


La puesta de este 'pañuelico' rojo en la plaza del Torico se ha producido como es tradición desde hace más de 30 años, aunque en sus inicios comenzó como algo más "espontáneo entre un grupo de amigos peñistas", tal y como recuerda a EFE el estudioso de esta fiesta, Paco Gómez.


Este año han sido dos miembros de la peña Ultramarinos, Eduardo Rueda y Javier Nájara, quienes se han encaramado sobre los hombros de sus compañeros. De este modo han conseguido escalar la columna sobre la que se asienta desde hace más de 150 años la escultura del "torico", una pieza de bronce de 54,5 kilos de peso y apenas 37 centímetros.


Las pequeñas dimensiones sorprenden a los visitantes, que en los últimos años son los que mayoritariamente abarrotan la plaza principal de la ciudad para asistir a esta puesta. Se estima que unas 20.000 personas ocupan la plaza, a pesar del habitual calor sofocante, para estallar de júbilo cuando los peñistas colocan el pañuelo al animal.


Por ello, este año como novedad, la puesta también ha podido seguirse a través de una pantalla gigante colocada en la plaza del Ayuntamiento. Era una de las incorporaciones a la programación en una fiesta "muy viva", destaca Gómez, a la que se han ido sumando otras a lo largo de los días previos, que son las denominadas 'Fiestas del Ángel', como la entrega de pañuelos rojos a los bebés que este año viven su primera Vaquilla.


"La Vaquilla es una fiesta de diversión por excelencia", según la define la alcaldesa de la ciudad Emma Buj, "diversión con respeto" hacia los demás y hacia el entorno, recalca, frente a los visitantes que entienden la fiesta como un "macrobotellón".


De hecho, el Ayuntamiento se ha afanado en los últimos años para desterrar esa imagen limitando las horas y los decibelios de las orquestas y discomóviles de las peñas en la calle, mejorando la limpieza de las vías y este año estableciendo una zona de acampada acotada para luchar contra los miles de jóvenes que buscaban cualquier césped para dormir.


El pañuelo rojo que lucirá el torico hasta la noche del lunes es el que comparte con las 20 peñas en las que los turolenses disfrutan la fiesta, a excepción de Los Marinos y Los Bohemios, que lucen el conocido como pañuelo de hierbas, en azul y blanco.


El propietario de un comercio local centenario, Ferrán, es quien entrega a los peñistas días antes dos pañuelos, uno oficial y otro de reserva, para vestir la escultura.


Poco antes de la puesta otros miembros de la peña Ultramarinos han recogido en el Ayuntamiento de manos de la alcaldesa el pañuelo bordado por las monjas del convento de las Carmelitas de la capital turolense.


La tradición dice que el origen del uso del pañuelo era más práctico que el decorativo actual, puesto que era necesario para que los que corrían al toro ensogado pudieran taparse la boca y protegerse así del polvo que se levantaba en las calles sin asfaltar al paso del astado.


Ahora es uno de los símbolos de una ciudad en la que estalla la fiesta en la calle hasta el lunes por la noche cuando otros miembros de la peña se encaraman a media noche para retirar el pañuelo y entregarlo de nuevo en el Ayuntamiento.


"Es uno de los momentos más emotivos", destaca Gómez, de una fiesta que defiende como "abierta a todos, en armonía y en la que interviene todo el mundo, de todas las edades y de donde vengan".


El toro comparte protagonismo con el pañuelo como referencia festiva, no solo por el que corona la plaza principal sino por el que recorrerá las calles del centro histórico durante el lunes, amarrado solamente por dos cuerdas, soga y baga. La pericia de los "sogueros" y "bagueros" evita más percances en una tradición que se disfruta en Teruel como lo hacen los encierros en otros lugares.

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