Cambio de cole, acento y amigos: los niños trashumantes también ponen rumbo al sur

Un centenar de personas de la Sierra de Albarracín se trasladan estos días a tierras más cálidas con unas 30.000 cabezas de ganado.

Alejandro Belenchón con sus hijos Lucía y Alejandro.
Alejandro Belenchón con sus hijos Lucía y Alejandro.
Cristina del Valle

Juan Francisco Ahufinger estudia primero de la ESO y este viernes asistió a su última clase de este curso en la escuela rural de Frías de Albarracín. Pertenece a una familia de trashumantes y, por ende, él también lo es. Como cada año, le toca hacer las maletas, cambiar de escenario, clima, acento y compañeros y desembarcar el lunes en su otra clase, la del instituto de Vilches (Jaén) en el que está matriculado desde septiembre y que todavía no ha pisado.


Su padre empezó esta semana la vereda. Le quedan por delante más de 500 kilómetros que recorrer a pie por la Cañada Real Conquense, avanzando al ritmo del ganado y durmiendo al borde del camino. Juan Francisco viajará en coche este fin de semana con su madre para no perder ni un solo día de clase. Como ellos, un centenar de personas de la Sierra de Albarracín se están desplazando estos días con unas 30.000 cabezas de ganado ovino hacia los pastos de Andalucía o Castilla La Mancha. A los niños, entre otras cosas, les toca cambiar de cole.

Temarios y métodos distintos

Matilde Soriano, la madre de Juan Francisco, destaca la comprensión y la "buenísima actitud y disposición" tanto de la maestra de Frías de Albarracín como de los profesores del instituto jiennense: "Ha podido empezar aquí con los libros de texto de allí y los profesores de ambos sitios han estado trabajando juntos y comunicándose por correo electrónico para coordinarse", explica Matilde.


De hecho, como en Vilches Juan Francisco está matriculado en un instituto bilingüe y cursará en inglés la asignatura de Sociales, la maestra de Frías se ha adaptado a él y le ha explicado en inglés la primera parte del temario. Para su otra alumna turolense de primero de la ESO lo impartía en castellano. Por supuesto, varía también el contenido: Juan Francisco ha empezado a estudiar en Frías la geografía de Andalucía y partes de la historia de esa comunidad autónoma mientras que los libros de su compañera centran la atención en Aragón.

No es el único

Su experiencia es tan positiva como la de Guadalupe Arbués y su familia. También son turolenses y trashumantes, pero ellos de Guadalaviar, el mayor foco de trashumantes de España. Allí, cada año por estas fechas abandona el pueblo casi un tercio de la población: unas 80 personas de 14 familias que cada otoño marchan con su ganado para no volver hasta el verano. Muchas, con hijos en edad escolar.


"En el tema educativo, a diferencia del sanitario, han sido todo facilidades", coincide Guadalupe, madre de dos hijos de 9 y 16 años. Sus hijos siempre han podido utilizar en Guadalaviar los libros que les pedían en Vilches y los profesores que les han tocado en ambos sitios se han esforzado por adaptarse lo máximo posible a la realidad de los alumnos trashumantes. Recuerda, por ejemplo, la vez en la que les tocaba estudiar en Vilches los ríos andaluces. El profesor de allí decidió enseñar a toda la clase también los de Aragón, aunque no fuesen a entrar en el examen. Matilde se muestra más que agradecida porque, de hecho, asegura que el corazón de Jorge y Miguel, sus hijos, siempre "tira más" hacia Aragón.

Los más pequeños

Muy cerca de Guadalaviar, en Griegos, el segundo pueblo más alto de la Península Ibérica, hay otra pareja trashumante con dos hijos de dos y cuatro años. El mayor, Raúl, ha empezado ya su segundo año de cole en el pueblo turolense y en breve tendrá que cambiar también de compañeros porque sus padres se trasladan a Jaén en busca de un clima más benévolo y de mejores pastos para el ganado.


José Ramón Lahoz, padre de Raúl, confiesa que el niño no llevó demasiado bien el cambio de maestra y compañeros el año pasado. Quizás, dice, porque todavía es demasiado pequeño: "Aquí son pocos en clase y la maestra se lo ganó enseguida pero allí va a un colegio grande de ciudad con otros 300 críos y al principio lo pasa fatal", reconoce el padre. Coincide, de todas formas, a la hora de alabar la buena disposición de los maestros de una y otra comunidad.


En La Carolina les espera ya Cristina del Valle con sus dos pequeños de uno y dos años. Su marido, Alejandro Belenchón, ha empezado estos días la vereda desde Guadalaviar y se reunirá también con ellos dentro de unas semanas. En este caso, la familia prefiere evitar el cambio de colegio y opta por que los hijos empiecen desde septiembre en Andalucía para no añadir a Alejandro, su hijo mayor y con síndrome de Down, dificultades innecesarias. Ya cambia de suficientes cosas dos veces al año. Por ejemplo de profesionales que le prestan los servicios de atención temprana en una y otra comunidad.

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