El colegio de Sarrión, un oasis infantil dentro del desierto demográfico de la provincia

El número de alumnos crece cada año por el auge del sector de la truficultura. Está previsto que el centro pase de 103 estudiantes a 120 el próximo curso.

Los más pequeños juegan en el patio del colegio.
Los más pequeños juegan en el patio del colegio.
J. E.

El colegio de Educación Infantil y Primaria de Sarrión rebosa dinamismo en todos sus espacios. Un total de 103 alumnos ocupan actualmente sus aulas, y se estima que el curso que viene su matrícula ascenderá a 120, lo que convierte a esta localidad turolense en un oasis en medio del desierto poblacional en el que va camino de convertirse la provincia de Teruel.


Las estadísticas ponen de manifiesto que es uno de los pocos centros turolenses cuya población escolar evoluciona positivamente y con unas expectativas de crecimiento todavía mayores, que apuntan a una matriculación anual de quince niños de media en los próximos tres años.


Para el alcalde, Jorge Redón, el sector de la trufa, que aglutina en esta localidad al 80% de los 500 cultivadores de toda la provincia, así como Sarrimad (empresa del sector de la madera) que da trabajo a unas 40 personas –puede llegar a 60 en temporada alta–, han sido decisivos para asentar población. De hecho, los últimos datos del INE, correspondientes a 2015, sitúan el censo de Sarrión en 1.167 habitantes, un número nada desdeñable para la media de los municipios turolenses. Pero las cifras más significativas e insólitas dentro del panorama demográfico de Teruel revelan que el padrón está experimentando un crecimiento paulatino desde 2012. En ese año, la localidad contaba con 1.129 vecinos, mientras que en 2013 fue de 1.149; y en 2014 de 1.152.


En su polígono industrial también han aguantado el drama de la crisis, aunque no sin dificultades, otras pequeñas empresas como Coreplas (dedicada al reciclado de plásticos) o Maccana Fish, industria de fileteado y conservas de pescados. Sin olvidar, además, una factoría de envasado de frutos que está pendiente de apertura.


Ante esto, el centro escolar florece como reflejo de una actividad laboral que se ha resistido contra viento y marea a morir. Sus dependencias han quedado pequeñas, y el aula de audiovisuales es ahora un espacio polivalente donde se imparten por igual matemáticas, plástica, informática o música, debido a la falta de espacio. El Departamento de Educación del Gobierno de Aragón se ha hecho eco de las nuevas necesidades del colegio y ya se ha incluido en el plan de infraestructuras para los próximos años un proyecto de ampliación, que supondrá la construcción de un nuevo bloque contiguo a la actual edificación. Deben conformarse, de momento, con mantener una situación complicada, como consecuencia de la subida de las ratios, ya que hay cursos que comparten aulas, como son los de 3º y 4º de Primaria y los de 5º y 6º del mismo nivel. "En estos momentos tenemos siete unidades y queremos una más ante las expectativas de crecimiento que registra el centro", señalaba la directora Lidia Valero, quien insistía en las mayores dificultades que entraña impartir dos cursos diferentes en un aula de 23 escolares. La plantilla está integrada por once profesores.


La población inmigrante juega un papel importante en la subida de la tasa de nacimientos, al residir en el pueblo unas 200 personas de diferentes nacionalidades, procedentes principalmente de Marruecos y Rumanía. Pero este no es un elemento decisivo, según cuenta la secretaria del colegio, Rosa Rubio, quien asegura que la mayoría de los pequeños son españoles. Antes de la crisis se asentaron un buen número de varones extranjeros en el pueblo, como trabajadores de la maderera o jornaleros de la trufa, que luego ejercieron de efecto llamada para otros compatriotas. Más adelante, trajeron a sus familias. "Era complicado impartir enseñanza a pequeños que no tenían ningún conocimiento de la cultura e idioma españoles", apunta la profesora.


La situación ahora ha cambiado radicalmente; ya existen en el colegio varias generaciones de niños de padres extranjeros que han nacido en España, además de los hijos de jóvenes parejas oriundas de Sarrión que un día se fueron en busca de nuevos horizontes laborales pero que optaron por regresar ante la crisis. "Como consecuencia, la natalidad empezó a subir", subraya la secretaria.


Si el colegio de Sarrión destaca por su vitalidad y también por haber recibido diversos premios tras poner en práctica programas innovadores, la localidad se ha convertido gracias a su rejuvenecimiento en el epicentro de la comarca de numerosas actividades extraescolares, con especial protagonismo las relacionadas con la música o el deporte. "Aquí acuden niños de pueblos cercanos, algunos a 12 kilómetros de distancia, y creemos que la jornada continua va a favorecer todavía más este fenómeno", puntualizaba Lidia Valero.

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