José Iranzo: "La jota aragonesa me ha hecho inmensamente feliz"

El Pastor de Andorra, historia viva del folclore aragonés, hablaba sobre su vida y obra en su última entrevista publicada en Heraldo, realizada en octubre de 2015.

José Iranzo, a la izquierda, escucha atentamente en el salón de su casa al cantador Nacho del Río dedicándole una jota.
José Iranzo, a la izquierda, escucha atentamente en el salón de su casa al cantador Nacho del Río dedicándole una jota.
César Barberán

José Iranzo, el ‘Pastor de Andorra’, es historia viva de la jota aragonesa. Como artista es, quizá, el último gran exponente de la jota del campo, popular y espontánea; como persona son innumerables sus gestos humildes y generosos, de hombre de bien. Esta es la última entrevista que condecidó a HERALDO DE ARAGÓN en octubre de 2015 con motivo de su 100 cumpleaños. 


-Está estupendo a los casi 100 años. ¿Cómo lleva todos estos homenajes que se le están realizando?

-No se crea, que los 100 años pesan, y mucho. En realidad, a los 95 empiezas a bajar... Yo los homenajes los agradezco, pero no me gustan demasiado porque me hacen llorar. No puedo evitar emocionarme.


-A usted se le recordará siempre por una jota, la ‘Palomica’.

-La cantaban aquí en el pueblo pero como una más, sin que destacara especialmente. Yo no pensaba que era tan buena, pero un día la probé en Teruel, gustó mucho y seguí con ella. El secreto está en hacer la media voz, bajar y subir, los reguladores... Si la cantas igual a la gente no le dice nada; además, hay que hacerla rápida.

Al público hay que darle lo que más aplaude; con la ‘Palomica’, me aplaudían antes de abrir la boca.


-¿Es su preferida? ¿O hay alguna que le gusta más?

-Me gustan todas. También la de la manta (Tendí la manta en el suelo/y se me llenó de flores. Bendita sea la madre/que nos parió a los pastores). Y ‘Las cerezas’. Esta me la enseñó un abuelo de Ejulve, que se llamaba Simeón y que cantaba muy bien en las rondas. Se la escuché por primera vez en unas fiestas de Alcorisa, pero no pude ‘cogerle’ la letra del todo. Volví al año siguiente y ya se la ‘cogí’. Es antigua: me dijo que hacía más de 50 años que se la sabía.


-Hay otra que se le recuerda mucho. La recitó el otro día, en el homenaje en el Certamen Oficial. Años antes la cantó en inglés ante Robert Kennedy.

-Me la escribieron y me la tuve que aprender de memoria. ¡Mira que hacerme cantar en inglés! Dice así: ‘Here in North America,/people are very nice./When you ask them a question/they answer you with a smile’.


-¿Cómo debe cuidarse la voz un jotero?

-Para cantar, lo mejor es dormir y callar. Yo nunca he sido de mucho trasnochar, aunque, claro, sí que me he pegado noches enteras rondando, la verdad. Pero un buen cantador tiene que cuidarse mucho. Debe ser un esclavo de la jota y de su voz porque, si no lo hace, le pasará lo que a Fleta, que cayó enseguida.


-Usted, ¿todavía canta?

-En público, no. Grabé un disco a los 90 años, pero a los 92 tuve una embolia en la garganta y lo dejé.


-¿Y escribir? ¿Escribe?

-He escrito muchas jotas, pero no sé si he destacado en eso. Había aquí un abuelo muy bueno, el tío Sidal. Él me enseñó tres o cuatro fantásticas, como ‘La hierbabuena se cría’.


-¿Qué le debe al magisterio de Pascuala Perié?

-Me enseñó mucho, aunque estuve poco tiempo estudiando con ella. Los que más me enseñaron fueron mis compañeros. En mi época había unos cantadores muy buenos: José Oto, Cecilio Navarro, Juan Antonio Gracia, Conchita Pueyo, el Chato de Casablanca, Joaquín Numancia, Jesús Gracia... Me fogueé actuando con muchos de ellos. Me sacaban al escenario el primero, porque yo era el más malo de todos, pero daba igual, a mí también me aplaudían. He tenido la suerte de cantar con los mejores y con ellos siempre se aprende algo.


-¿Es verdad que la Perié se echó a reír cuando le oyó cantar la primera vez?

-¡Lloraba de la risa! Me dijo: "Tu voz es muy grande pero la tienes tan descomulgada que no sé si se podrá hacer algo con ella". Fui todas las tardes durante un tiempo y al poco me presenté en el Principal y me dieron el primer premio. Allí recibí el aplauso más grande de mi vida.


-¿El aplauso más grande?

-Sí, aunque luego me han pasado cosas muy especiales. En México hice llorar a mucha gente, eso es para verlo, no para contarlo: las mujeres hacían fila para besarme después de la actuación, y el empresario me pidió que no volviera a cantar una jota nunca más.


-¿Y qué jota fue?

-Cuando se sale de España/y se está cruzando el mar/el barco tira ‘p’alante’/y el alma se queda detrás. La cosa fue que vino a verme mucha gente que se había exiliado tras la guerra y que no podía volver a España. Y esa letra les tocó el corazón. Es que la jota, fuera de España, da tanta alegría que acabas por romper a llorar. A mí me ha hecho inmensamente feliz.


-El cantador que más le ha impresionado a usted es José Oto.

-Es que era muy bueno, cantando y como persona. Lo mató la bebida. Siempre había que dejarle pagar a él, no consentía que nadie pagara delante de él. Festejaba con Felisa Galé, pero Felisa se le murió y entonces aún bebió más.


-A usted no se le conocen enemigos.

-Porque nunca he hablado mal ni he tenido celos de nadie. La vida te enseña mucho, y los fracasos más. ¡No he discutido ni con mi mujer!


-En 75 años de matrimonio... alguna discusión habrán tenido.

-Jamás. Mi familia ha sido un altar para mí; sin ellos yo no hubiera sido nada. He cantado durante más de 60 años y mi esposa nunca ha tenido una mala cara para mí, ni yo para ella. ¿Sabe por qué? Porque nos queremos. En la casa donde hay amor está Dios, y en la que no hay amor está el demonio. Y el demonio acaba con todo.


-Conoce a Pascuala desde niño...

-Éramos vecinos en el monte y me enamoré de ella. Yo pensaba: 2No me querrá, ¿cómo me va a querer, si ni sé bailar ni sé letras?". Pero, mira por dónde, un día bailé con ella y vi algo... Me dije, "¡a ver si va y me quiere!". Un día me dejó acompañarla a casa y me hizo tan feliz... Me enamoré tanto que me ha durado hasta hoy. Nunca nos hemos enfadado. Toda mi familia me ha ayudado mucho. Cuando yo me marchaba, dejaba el ganado y se quedaba aquí. Sin ellos no hubiera podido tanto.


-Siendo una figura de la jota, ¿por qué nunca dejó el ganado?

-Porque la ilusión de mi vida siempre ha sido hacer un rebaño grande. No dejé el ganado nunca porque con él tenía la vida segura. La jota está muy bien si tienes algo más, porque no todos los meses son julio o agosto. Y a mí me ha gustado mucho ser pastor. El día que me iba con el ganado era de fiesta para mí, se me pasaba el tiempo sin apenas darme cuenta. Eso tendrían que saber los jóvenes, que la vida nunca es dura si uno hace lo que le gusta. Pero también ha disfrutado cantando. Y viajando.

Claro. Viajando se aprende mucho. En la vida hay dos cosas muy buenas, la familia y viajar. Yo recomiendo a los jóvenes que viajen, y cuanto más lejos mejor.


-Su vida está llena de anécdotas... algunas por guasón.

-Tengo una muy buena. Un día me contrataron para una ronda en Gea de Albarracín. Fui a coger el autobús en Teruel y en el Óvalo no cabía ni un alfiler. Les pregunté a unas mozas qué era todo aquello. "Es que hay una fiesta muy grande en Gea de Albarracín, y canta el Pastor de Andorra. Van a salir al menos tres autobuses". "¿Qué canta el Pastor de Andorra? –les dije–. Ahora mismo saco un billete y me voy para allá". Se asombraron de mi decisión y luego, ya en el autobús, me preguntaron que dónde iba a dormir. "Ya me haré amigos –les respondí–, no quiero dormir en un pajar". Aún se asombraron más. Llegamos a Gea, fui a la fonda, dejé la maleta, me pasé por el Ayuntamiento para saludar al alcalde y en eso que empezaba una procesión, así que cogí una vela y salí con las autoridades. En el recorrido me encontré a las mozas. "¿Véis como he hecho amigos rápido?". Había que verles la cara. Y aún fue mejor luego, cuando me vieron en la ronda.

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