SANIDAD

Pánico a salir de casa o montarse en un autobús

Hace diez años que se creó en Zaragoza el Colectivo de Afectados por el Pánico y la Agarofobia. Gracias a su ayuda, muchas personas han logrado volver a hacer algo, a priori, tan sencillo como pasear por la calle.

Vanesa, que empieza a superar el problema, en el paseo de Independencia de Zaragoza
Pánico a salir de casa o montarse en un autobús
JOSÉ MIGUEL MARCO

Vannesa sufrió el primer ataque hace seis años. "Iba con mi madre en el autobús, empecé a sentirme mal y tuve que bajarme. Parecía que me daba un ataque al corazón. Me quedaba sin respiración", recuerda. El médico le diagnosticó un episodio de ansiedad, pero poco después se dio cuenta que se incluía entre el 1,5% y 3,5% de la población que sufre problemas de pánico y agorafobia. Desde entonces, ha intentado enfrentarse a la enfermedad como ha podido. Hace unos días intentó subirse de nuevo a un autobús. "Tuve que bajarme a los pocos minutos", recuerda, pero no pierde la esperanza.


Hace diez años que se creo en Zaragoza el Colectivo de Afectados por el Pánico y la Agorafobia (Capaz) para ayudar o dar atención a estas personas, que con el tiempo consiguen curarse o al menos aliviar su ansiedad. En este tiempo, la entidad ha conseguido ayudar a mucha gente, que en el extremo más grave no podía salir de casa o bien sufre algún tipo de pánico, difícil de controlar. "Es una enfermedad que te provocas tú mismo, son pensamientos irracionales que no puedes controlar. Te creas una fantasía negativa y te la crees de tal manera que no puedes dominar", asegura Vanessa.

 

Cuando no ves escapatoria

El término agorafobia significa literalmente miedo a los espacios abiertos, pero este trastorno se extiende a aquellos lugares donde se perciba que es difícil escapar. Los síntomas son evidentes: palpitaciones, sacudidas del corazón, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo o falta de aliento, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácico, náuseas...


Realmente las causas de este trastorno no se han definido con claridad, aunque a Vanessa se le desencadenó por un síndrome postraumático. "Puede que la persona no sepa o no encuentre otra manera de asumir los problemas y a mí me originó esto", señala esta afectada.


A ella, su enfermedad le llegó a condicionar bastante su vida. "Me he tenido que ir a casa durante las fiestas del Pilar porque no podía estar con tanta gente en la calle, o salirme de la carpa de Interpeñas", manifiesta. "Llegó un momento en el que no podía ni montarme en el coche, ni salir de Zaragoza...", añade. Pero hay casos muy dispares: gente que no puede entrar en un supermercado, subir en un ascensor, cruzar un puente, sentarse en la silla de un peluquero o en un dentista...


Hay casos extremos, en los que la persona afectada no puede ni siquiera salir de casa. "No hay que dejar que llegue a esta situación. Si dejas que la enfermedad te controle, llegará un día en el que no podrás entrar a un autobús, otro a un centro comercial y poco después, no podrás salir de casa", explica. "Intentas evitar todo ello para no sufrir crisis de pánico", añade.


Para Vannesa, la asociación ha sido clave a la hora de afrontar este problema. "Aprendes a conocerte, a darte cuenta de lo que sientes en cada momento y, sobre todo, centrarte en el aquí y ahora", remarca. Lleva diez meses yendo a las reuniones de la asociación y, desde entonces, ha conseguido avances importantes. "Este verano, incluso me he ido de vacaciones", afirma.