"Tenía que sobrevivir al fuego y la sirga era mi salvación"

Mari Cruz Casas sobrevivió al incendio de un décimo piso colgándose de un cable de la fachada.

Mari Cruz Casas junto a la casa que se incendió
"Tenía que sobrevivir al fuego y la sirga era mi salvación"
Javier Sánchez

Su nombre es Mari Cruz Casas y protagonizó el 16 de noviembre uno de los sucesos más recordados de la actualidad oscense más reciente, al permanecer varios minutos agarrada a un cable en la fachada de un décimo piso de la avenida de Ramón y Cajal que era pasto de las llamas. Se trataba, recuerda, del domicilio de una amiga, a quien había acudido a visitar esa noche y que pudo salir, asegura Mari Cruz, “por su propio pie”.


“Estuvimos hablando hasta tarde y al final, como había llovido y me hacía daño un pie, decidí quedarme a dormir. Nos acostamos pasadas las cuatro de la madrugada y sobre las siete y media, mi amiga vino a avisarme de que el gato la había despertado porque había un incendio”, relata.


El foco se originó, “cerca de la televisión”, aunque entonces no recuerda que hubiese nada encendido. “Tampoco velas. Además, somos las dos fumadoras y habíamos apagado bien las colillas. Tampoco estaba puesta la calefacción”. Inmediatamente, asegura, cerró la puerta de la estancia en la que se encontraba, advirtiendo a su compañera, por la presencia de humo, de que se encontraba resfriada y con la garganta delicada. Al otro lado, “se veían llamas y tuve que abrir la ventana para poder respirar”. Desconoce, asegura, qué estaba haciendo en ese momento su compañera, “supongo que estaría luchando por sobrevivir”, afirma.


Comprendió entonces que la situación era crítica y echando mano de su experiencia en Cruz Roja y como profesora, hizo, afirma, “un análisis de la realidad”. “Había que sobrevivir, ¿pero cómo? Entonces me di cuenta de que la sirga podía soportar mi peso, que era mi salvadora. Así que me dije, voy a aguantar aquí hasta que vengan los bomberos”.


No dudó en colgarse del cable en la fachada del edificio, que da en esa parte a un patio de vecinos semicerrado y pedir ayuda a gritos, al tiempo que notaba cómo los ladrillos de la fachada comenzaban a calentarse. El piso, asegura, contaba con numerosos muebles de madera. “No sabía si iba a aguantar, porque soy más fuerte de piernas que de brazos”, confiesa. Los bomberos llegaron, recuerda, sobre las ocho y cuarto, desde el parque próximo a la plaza de toros, en el número 3 de la ronda Agustinos.


Tras el rescate, fue atendida por los servicios de emergencia, y trasladada al hospital San Jorge de Huesca para ser tratada de diversos hematomas y contusiones. Tuvieron que curarle los pies, a causa de las rozaduras que le produjo estar suspendida de la fachada en calcetines. Dice que le fue de mucha ayuda la amplia experiencia de su familia como montañeros, así como los ánimos de los vecinos mientras esperaba el rescate y su profunda fe, ya que no dejó de rezar en ningún momento.


Afirma que la compañía de seguros no se ha puesto todavía en contacto con ella y dice estar viviendo ahora con cierto estrés después de esta experiencia. “Soy una persona tremendamente vital, alegre y dinámica, con ganas de hacer cosas y ahora tengo una inquietud provocada por este suceso”, añade.


Su entorno se ha volcado con ella y no pierde la oportunidad para aconsejar a todo el que tiene cerca que tome precauciones desenchufando los numerosos aparatos eléctricos que se pueden encontrar ahora en los hogares y que recuerden siempre “que cuando se quema una casa, hay que salvar primero a las personas y después, otras cosas”.