El festival Huesca, Leyenda Viva cierra su primera edición con 14.000 espectadores

Los oscenses tocaron las campanas al unísono en el homenaje a Ramiro II, que acabó con la recreación de su funeral

Ramiro II, con el campanero, durante la recreación de la popular leyenda de Huesca.
El festival Huesca, Leyenda Viva cierra su primera edición con 14.000 espectadores
Javier Blasco

Ni la lluvia logró ayer silenciar las campanas del festival Huesca, Leyenda Viva, que se cierra con gran éxito de afluencia. Más de 14.000 personas han disfrutado de los actos de este certamen, según los datos del Ayuntamiento, sin contar con la asistencia al mercado medieval de la plaza de López Allué, que ha vivido su edición más multitudinaria, con público incluso en los momentos de lluvia más intensos. 


El festival, homenaje a Ramiro II El Monje, pretendía enaltecer la leyenda de la campana de Huesca, para convertirla en sucesivas ediciones en un reclamo turístico. Durante toda la semana pasada la ciudad ha vivido el ambiente de la época medieval y ha recordado los episodios más importantes de la historia del reino de Aragón a través de cuentos en la calle, conferencias, recreaciones históricas con varios pases en diferentes puntos del casco histórico, romances y leyendas. Pero los principales actos se han desarrollado durante el fin de semana.


Evocando la historia del rey Ramiro II El Monje, que mandó hacer una campana que sonara en todo el reino con las cabezas de los nobles díscolos, Huesca bandeó ayer todas sus campanas al unísono como símbolo de un festival que también quiere hacerse oír en todo Aragón. Fue el acto central del certamen, denominado precisamente ‘Que suene la campana’, y quedó algo deslucido por la lluvia que cayó durante toda la mañana en la ciudad y que obligó a suspender el desfile previo desde la plaza de la Universidad. Aún así, cientos de oscenses sacaron sus paraguas y sus campanillas a la calle, respondiendo a la llamada del festival y las hicieron sonar poco después de las 12.30 en la plaza de San Pedro, como colofón a una representación teatral en la que se recordó la leyenda de la campana de Huesca. 


Esa que cuenta que Ramiro El Monje, preocupado por la rebeldía de ciertos nobles, envió a un emisario al monasterio para consultar con el abad qué debía hacer. Y éste, mientras cortaba coles en el huerto, mandó al mensajero que simplemente contara al rey lo que estaba haciendo. Ramiro II procedió del mismo modo y cortó las cabezas de los que se sublevaban y formó con ellas una campana de la que colgó como badajo la del cabecilla de todos ellos. 


Desde la plaza de los Fueros llegó a San Pedro un cortejo con las cabezas cortadas de los rebeldes envueltas en paños negros. El rey, en el centro de la plaza, los fue nombrando uno a uno y dispuso sus cabezas en círculo. Como badajo puso una col, simbolizando la cabeza del líder. Y pidió a todos los  presentes que en ese momento hicieran sonar sus campanas "para que se oigan en todo el reino". 


Miguel Ollés, que encarnó a Ramiro El Monje, subrayó la necesidad de que los oscenses más jóvenes conozcan esta historia, ocurrida en Huesca en 1135, "un acto que marcó el devenir de los tiempos posteriores en los que se fraguó primero la Corona de Aragón y después España", dijo, para añadir que "Ramiro II fue un rey importantísimo, el más político y con más inteligencia, aunque Alfonso I supo manejar mejor el caballo y la espada, en una época en la que éramos una perlita para Castilla, Navarra, el condado de Barcelona o Francia".


El homenaje a Ramiro II continuó por la tarde con una recreación de sus exequias, en 1157, que suscitó gran expectación. El cortejo fúnebre partió de la plaza de la Universidad encabezado por el clero y cerrado por las plañideras, con la familia real acompañando el féretro del Ramiro II al son de los tambores. 


A su llegada a la plaza de San Pedro, delante del templo donde está enterrado en el panteón real de los claustros, cientos de oscenses le recibieron en medio de un solemne silencio, que rompió un cántico de la Coral Oscense. Los cantores estaban situados debajo de la campana que se ha colocado estos días en la plaza, la mayor de carácter civil que se ha fundido en Huesca y que data de 1576.


En la puerta de la iglesia, aguardaban al cortejo autoridades militares y civiles, que vestían de luto con capas medievales. Y ya en el interior, se recreó en el altar el velatorio del rey, flanqueado por Ramón Berenguer IV, Petronila y su hijo Pedro, escena que pudo contemplar el público, que llenó la iglesia e incluso aguardó afuera para poder acceder después.


Tras un concierto de música antigua, los actos terminaron ya de noche con una ofrenda en el panteón real, por donde pasaron casi 3.000 personas, según cálculos del Ayuntamiento.


"Ha sido una semana muy intensa, en la que se ha generado mucha expectación en todos los actos y hoy, que era el día que queríamos representar el homenaje a Ramiro II, ha salido lluvioso pero aun con todo los oscenses han salido a la calle y todos hemos vibrado con la campana. Estamos muy satisfechos", dijo la alcaldesa de Huesca, Ana Alós, a modo de balance. Y de cara a la próxima edición, emplazó a los oscenses a implicarse en la vestimenta y ambientación del festival para darle mayor realce.