Cinco meses viviendo en un huerto de la calle San Miguel

Achaca su situación a un error médico durante la curación de una lesión en el trabajo.

William en el huerto de la Calle San Miguel en el que vive hace cinco meses.
Cinco meses viviendo en un huerto de la Calle San Miguel

“Devuélvanme mi salud y mis derechos laborales”. Eso es lo que pide William de Feria en la pancarta que ha instalado en el huerto de la calle de San Miguel de Huesca, junto al cauce del río Isuela, en el que lleva viviendo desde hace 5 meses. Tiendas de campaña, motores de automóvil y cajas, entre otros elementos, hacen compañía al rótulo en lo que para él es un “escenario que representa mi vida”. Según relata este venezolano que lleva siete años viviendo en España, trabajaba como mecánico en un taller de la capital oscense. “Un día, transportando una estantería, noté de golpe un dolor en la espalda. El médico me remitió al hospital, en vez de hacerlo a la mutua”, explica. Como asegura, “un error médico” le llevó a la situación en la que ahora se encuentra. “Tengo que estar todo el tiempo de pie o tumbado, para mí estar sentado en una silla es un sacrificio, siento como si me dieran puñaladas en la espalda”, asegura.


Cuenta con los servicios de una abogada que se encarga de su caso, aunque de momento, “el proceso está siendo muy largo y hay que reunir todavía muchos documentos”. También le han mostrado su apoyo profesionales médicos, que han entrado en contacto con los servicios sociales y diferentes entidades humanitarias para hacerles llegar su caso. “Quisiera también que me llevaran a una clínica de la que pueda salir caminando como cuando vine a España”. Cuando pueda hacerlo le gustaría, “viajar a Italia, donde vive mi primera esposa con mi hija”. Sus padres son de procedencia española y tiene además una hija de madre francesa.


La pequeña caseta del huerto le sirve como dormitorio y también como taller. Allí realiza lo que él llama “sus creaciones”. “Un amigo me regaló un trozo de una moto y estoy intentando hacer una bomba para traer agua del río y poder limpiar y lavarme”, comenta De Feria. Entre sus pertenencias figura también la tapa de un ataúd, “porque esta situación en la que vivo me está trayendo la muerte”, asegura. También realiza reparaciones en automóviles para aquellos que se lo piden. “Aunque estoy lesionado, no soy una máquina parada. Produzco para tiendas de repuestos, para la chatarrería e intento ayudar a todo el que lo pide”, señala. Y es que, como asegura, además de la mecánica, “domino también otros campos, como el de la carpintería, la electricidad o la electrónica”.

Como un jardín

Para él, su huerto es “como un jardín al que cuido y quiero”. Antes era “como una selva, que he transformado con mis manos, sin maquinaria ni herramientas mecánicas y con la idea de mandar el mensaje que quiero mandar”. Desde que habita aquí se ha encargado, asegura, “de cuidarlo y de arreglarlo para que sea algo digno, habitable”. Como subraya, “no hace daño a nadie” y por eso, tanto el propietario del terreno como las fuerzas de seguridad le permitan continuar su estancia. Tiene amigos, además, que están atentos a sus necesidades. También le ofrecen su ayuda los sacerdotes del cercano colegio de Salesianos. “Me ayudan muchísimo, me dejan que me duche y me dan alimentos y ropa limpia”, comenta William.