Montañeros de salón

 Cinco amigos con experiencia en el Himalaya, el Atlas, los Andes y la sabana africana se apoyan en el trabajo de tres mulas adquiridas en Sevilla para portear el material necesario para montar campamentos de altura

Kike Fernández carga una de las mulas para realizar un porteo.
Montañeros de salón
Alberto Iglesias

Los yaks en el Himalaya, las mulas en el Pirineo. La experiencia de Alberto Iglesias, Agustín Gómez, Álvaro Yaque y Kike Fernández en los cinco continentes empezó a coger forma poco a poco hasta hacerla realidad. Laspuña, en el Sobrarbe, es su teatro de operaciones. Y los protagonistas Paloma, Peregrina y Berni; un macho y dos hembras. Las localizaron en la sierra norte de Sevilla y en el Pirineo han encontrado buenos pastos de altura. Son el enganche para una iniciativa que casa la montaña con el negocio. Las mulas habían trabajado en Andalucía con el acarreo del corcho por lo que están acostumbradas al trabajo. «Aquí son felices con los pastos. La primera vez que subimos a Lavalle cuando les quitamos el peso empezaron a relinchar de forma impresionante», explica Alberto Iglesias. Las mulas, con cargas de no más de 100 kilos, se llevan en remolque hasta el punto de partida. Y desde allí a montar los campamentos. 


El objetivo es el de montar campamentos de altura, prestar servicio a todo aquel que quiera convivir entre el esfuerzo y la comodidad. Son los sherpas del Pirineo. Los cinco promotores de esta iniciativa –www.trekkingmule.com– han aunado intereses dispares en un mismo objetivo. Alberto Iglesias es biólogo, profesor de esquí durante siete años en Cerler y fotógrafo durante tres años en África donde aprendió muchas cosas para ponerlas en práctica en el Pirineo aragonés y Agustín es químico y profesor técnico de esquí alpino, Kike Fernández es oriundo de Villanúa, guía de barrancos y de aguas bravas y vive en el Sobrarbe desde hace 30 años, y Álvaro Yaque es guía de montaña, barrancos y skiman en Cerler. 


La idea de montar una empresa de este tipo surgió después de hacer montaña en los cinco continentes. En el Himalaya, el Atlas marroquí y los Andes peruanos captaron la iniciativa, la maduraron, le dieron forma y la convirtieron en negocio de temporada en España. «Siempre hemos estado en la montaña –tienen entre 37 y 52 años– y vimos la posibilidad de dar a conocer el Pirineo a gente de fuera y hacer cosas que aquí no hacía nadie», añade Alberto Iglesias. Los primeros pasos los comenzaron a dar a finales del pasado mes de abril y principios de mayo. Las rutas que tienen en cartera las trabajaron previamente sin clientes y ya tienen en cartera a varios grupos para ponerla en práctica. 


Cerca del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido uno de los problemas que se encontraron fue acceder a este espacio protegido con las mulas. La compatibilidad no es fácil. El hecho de ser biólogo, haber trabajado en el Parque y cinco años en la cocina del refugio de Góriz habilitan a Alberto Iglesias para saber cómo funciona Ordesa-Monte Perdido. El Plan de Ordenamiento del Parque impide que entren animales domésticos pero sí tienen permiso para hacer algún porteo al citado refugio y van a prestar un servicio a un grupo de espeleo de Badalona que va a hacer una campaña dentro del Parque el 1 de agosto. «Para cosas puntuales sí que podremos hacer alguna cosa. Pero rutas con clientes, no, aunque sí en su zona de influencia», señala. En los parques naturales lindantes –Posets-Maladeta y Sierra de Guara y Cañones del Vero– no tienen cortapisa alguna. «En Sobrarbe y Ribagorza solo hemos encontrado ánimo desde los ayuntamientos. Están encantados con esta iniciativa», recalca Iglesias. La empresa tiene diseñado un completo programa de rutas, desde el Sobrepuerto a la Ribagorza. En principio esta es su área de influencia, pero si alguien quiere contratarles para el GR 11 –la senda pirenaica que une el Cantábrico con el Mediterráneo– aceptan gustosos ser sus sherpas.


No se ofende cuando se les pregunta si se dirigen a montañeros de salón. Y es que cuando narra el proyecto empresarial, de forma automática vienen a la memoria los campamentos de Memorias de África. «Hay personas de 60 años que llevan haciendo montaña toda su vida y que van de refugio en refugio porque no quieren llevar peso. Si a esa gente les ofreces lo nuestro, pues no está nada mal. Pero eso sí tienen que patear y dormir en una tienda de campaña», señala.