El Mar Muerto está en Naval

La salinidad de las balsas es de un 24%, una densidad mayor que la del Mar Muerto.

Una de las salinas de Naval
Una de las salinas de Naval

En el corazón de la Comarca del Somontano, a los pies de la Sierra de Arbe, se encuentra el municipio de Naval y su complejo salinar de Rolda. En 2010 la localidad recibió la concesión para el aprovechamiento de sus manantiales como centro de aguas mineromedicinales, confirmándolo como un singular centro de bienestar al aire libre. En uno de los recodos más bellos de la comarca, la antigua infraestructura minera se acondicionó de manera sencilla y sin estridencias a los nuevos usos de esta talasoterapia "bio".


En dos de las antiguas balsas de regulación que servían para distribuir agua a las salinas se acondicionaron sendas piscinas, junto con otras tres artificiales, todas con una salinidad "de un 24%, una densidad mayor a la del Mar Muerto", explican fuentes del consistorio. Así, en esta pequeña arcadia prepirenaica, los visitantes se relajan panza arriba, y flotan con placidez divisando las rapaces que pueblan las serranías.

"Procuramos hacer una escapada cada verano, si podemos entre semana porque está mucho más tranquilo", dice Julia, una visitante de Zaragoza que descansa con su marido. "Nos gusta venir porque es un sitio totalmente diferente para relajarse y para estar al aire libre".

Centro de interpretación de la sal al aire libre

El complejo de talasoterapia "se ha ido haciendo todo poco a poco", explican desde el consistorio. Se empezó con una piscina y luego se fue ampliando el número de vasos, se acondicionaron las zonas de sombra, el vestuario, el botiquín y en una campa se montó una terraza y restaurante. Ahora, las mejoras se centran en los caminos de acceso. Y la respuesta a esta combinación de turismo rural y de salud pronto encontró adeptos: "Estamos muy contentos, viene gente de toda España", explican.


La caída de la demanda de sal obligó a adoptar esta solución, que se ha convertido en motor dinamizador del territorio a pequeña escala. "La explotación entró en crisis y había que tomar una decisión para no perder las salinas", subrayan las mismas fuentes. Así, Salinera de Naval SL, propietaria principal de la explotación, hizo una concesión durante cinco años a la administración, y fue el ayuntamiento quien tomó la iniciativa de esta reconversión. Reconversión parcial, hay que decir, pues en el complejo queda a un lado la zona de baños y, en el otro, se mantienen eras activas, donde se sigue produciendo y recogiendo sal artesanalmente. Todo queda unido por un discurso didáctico a través de paneles, que explican los beneficios y aplicaciones del mineral, y la histórica relación del salinar con Naval, ya datada en la Edad de Bronce. Junto con la alfarería, esta sustancia objeto de fetichismo y superstición, aportó riqueza a este enclave pobre en tierras de cultivo. Una salina de origen romano fabricada con cantos rodados en la parte trasera del complejo da testimonio de esta usanza secular.


Así, entre las eras rebosantes es frecuente ver deambular visitantes curiosos, blanqueados por la costra cristalizada del baño, que pasean por la cuadrícula de la explotación rebuscando las curiosidades de una producción de pasmosa simpleza: se llenan las eras de agua, se deja evaporar, se recoge con rastrillos de madera, se somete a un proceso de lavado y se envasa, sin molerla ni añadir conservantes. 

En la caseta de recepción se pueden comprar sales de baño, sal fina y gorda para cocinar y flor de sal. En este último compuesto, la cristalización se produce a la caída del sol, por contraste térmico, y al enfriarse la salmuera se produce la precipitación, creándose los pequeños cristales que conforman este aditamento gourmet.


El Salinar, abierto todos los días de junio a septiembre, ha sido un revulsivo para el municipio, donde también pueden visitarse centros de producción de la tradicional alfarería de Naval, y los antiguos alfolíes para almacenar la sal, construidos por la concesión otorgada por Jaime I en el siglo XIII. Además, el entorno cuenta con numerosas rutas balizadas para recorrer las serranías, "se trata se sumar atractivos", dicen en el pueblo, que como tantos otros puntos de Aragón, lucha por convertir las visitas en pernoctaciones y por mantener vivo el enclave con los recursos endógenos.