Un total de seis orejas invitarían a pensar que la tarde de ayer fue una borrachera de toreo y emociones fuertes. Nada más lejos de la realidad. Ni los toreros pudieron con la corrida, ni el palco estuvo a la altura de las circunstancias. Carolina Chaves se dejó llevar por la fiesta y sacó más pañuelos de los debidos. Esto es algo mucho más serio y merece un respeto que ayer no tuvo. Qué tómbola.

De ello se aprovecharon Juan José Padilla y Sebastián Castella que abrieron la puerta grande. El ‘ciclón’ salió con toda la artillería y rodilla en tierra saludó a su primero. Banderilleó con el corazón y, sin embargo, atropelló a la razón con la franela. Sin apreturas y a zapatillazos se ganó a la plaza. Suficiente para que volviese a ondear la bandera pirata en el coso oscense. Con su segundo, echó en falta el cariño de un público que estaba más pendiente de la merienda que de lo que acontecía en el ruedo.

Sebastián Castella fue la sombra del torero que cuajó aquel toro de Jandilla en Madrid. Aburrió con dos eternas faenas y se le vio desbordado por momentos. Demasiado mecánico, no mereció tanto premio.

Mulilleros a destajo

Tampoco estuvo mejor López Simón que cada día parece estar más perdido. Se le escapó el sensacional tercero y no fue capaz de cuajar al incierto sexto que, por cierto, tuvo mucho que torear. Jamás le dio el mando necesario ni la distancia que el animal le pedía. Apurado, lo encimó en demasía y le dio matarile tras tres pinchazos y una entera que puso fin a su gris tarde. Otra más. Ayer contribuyeron al lamentable espectáculo parando el tiro de mulillas a la espera de la decisión del palco de manera más que sospechosa. Pueden y deben hacerlo a otro ritmo. O por lo menos sin que dé la sensación de que los bolsillos pesan más de la cuenta.