Cumplir 93 años con los esquís puestos

Chechu Fuentes recibió el homenaje de la escuela de esquí de Formigal, a donde sigue acudiendo cada año.

Cumplir 93 años con los esquís puestos.
Cumplir 93 años con los esquís puestos.
Escuela de esquí de Formigal

En su forfait pone ‘superveterano’, y es que a sus 93 años, Chechu Fuentes puede presumir de ser el esquiador más longevo que se desliza por la estación de Formigal. Mucho han cambiado sus pistas desde que este donostiarra las conociera por primera vez, hasta la última vez que lo hizo, la pasada Semana Santa. “Vine en el año 52, cuando un soldado que conocía, Benito, me dijo que tenía que visitar su pueblo, Sallent de Gállego”, relata.

Desde entonces no ha faltado ninguna temporada a su cita con esta parte del Pirineo Altoaragonés. “He hecho algún viaje a alguna pista del extranjero, pero este siempre ha sido mi destino favorito”, afirma. Por ello, desde la escuela de esquí de Formigal, a la que siempre ha estado muy ligado, le han querido rendir un pequeño homenaje, otorgándole una insignia de plata, que recogió con orgullo. “Saber que se acuerdan de ti siempre es muy bonito”, dice.

Por aquel entonces “todo era montaña”, asegura Chechu, para referirse al pasado del actual pueblo de Formigal, que el mismo ha visto ir creciendo año tras año. Los potentes remontes y telesillas de hoy en día se presentaban en sus primeros viajes casi como una quimera, que hacía de cada ascenso una aventura.

“Recuerdo cuando subíamos al pico Pacino, bien equipados con la bota y el jamón para los descansos”, apunta, enumerando nombres como el de Mariano Fanlo, los hermanos Domec, Gerardo o ‘Frasquito’, que asegura, lo convirtieron en uno más desde sus primeras visitas. Por eso, y a pesar del paso de los años, no le falta alojamiento y compañía cuando cada invierno sigue volviendo.

“La carretera que subía desde Sallent a la estación tenía muchos túneles en los que solo había sitio para un coche, por lo que si nos cruzábamos con otro había que conducir marcha atrás. Por eso, preferíamos subir cuando todavía era de noche, para guiarnos por la luz de los faros y saber si venía otro de frente”, cuenta Chechu, rememorando aquellos viajes.

Ha podido vivir, por tanto, la evolución de la estación, como poco a poco se iban ganando kilómetros de nieve, que dice, ha tenido el placer de recorrer casi al completo. “Este pequeño agasajo que me han hecho incluía también la opción de esquiar por algunas de las pistas más complicadas, unido a un monitor muy experimentado, lo que no deja de tener su riesgo, pero fue una experiencia increíble”, asegura Chechu.

En todo este tiempo, ha contagiado a toda su familia el amor por la nieve de Formigal, y no es extraño ver a sus tres bisnietos ir cogiendo soltura con los esquís por sus pistas. De hecho, dentro de la escuela cuenta con un sobrino, Juanjo, como monitor, además de su mujer y su hija Yaiza, de los que habla con orgullo por su destreza y su pasión por la montaña.

Por todo ello, aunque no puede evitar acordarse y echar de menos a su “compañera de fatigas” a la que perdió hace un año, sigue encontrándose como en casa cuando pisa el blanco terreno aragonés.

“Mucha gente me dicen que si soy un ‘superhombre’ por hacer esto a mi edad, pero la verdad es que hay muchos esquiadores que seguramente han sido mucho mejores que yo y que podrían seguir haciéndolo, solo que al final te cansas, porque resulta agotador todo un día aquí, pero por capacidad, estoy convencido de que podrían”, dice. En su caso, asegura tener todavía ganas de sobra como para seguir con los esquís puestos.

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