Los antiguos gozos de San Roque resuenan en la ermita de Esplús

Como cada 16 de agosto, los vecinos de la localidad acudieron a cantarle a su patrón y hacerle una ofrenda.

Un grupo de vecinas y niños asistentes a la misa en la ermita de San Roque con las ofrendas.
Los antiguos gozos de San Roque resuenan en la ermita de Esplús
C. S.

Tras unos ejercicios de afinación, las voces femeninas –mayoritariamente– de Esplús entonaron ayer una vez más los antiguos gozos del patrón San Roque en la ermita que tiene dedicada en la localidad y que visitan cada año, coincidiendo con las fiestas patronales que finalizaron ayer.

Este canto, en el que piden a su patrón que libere al pueblo de "la pestilencia", se viene entonando desde el siglo XIX, cuando la localidad erigió la ermita a este santo después de nombrarlo patrón por haberles librado de una plaga de langostas que asolaba los campos. Elisa Sorinas cuenta que la letra la recogió de la tradición oral su suegra, María Palomera, y la dejó escrita oficializando la versión que ahora se canta cada 16 de agosto.

Desde hace dos años, la población además aprovecha esta celebración religiosa para hacer una ofrenda de productos varios, así como colecta de dinero, que luego entregan a Cáritas parroquial para su banco de alimentos. Las vecinas insisten en que, aunque solo sea visible un grupo reducido de personas con las ofrendas, representan a todo el pueblo, porque todos colaboran.

Los esplusenses clausuraron ayer las fiestas patronales –que les han tenido ocupados del 11 al 16 de agosto– en un ambiente más doméstico, ya que muchos de los visitantes de estos días habían regresado a sus hogares. El punto final lo pusieron con una cena popular en la que participa casi todo el pueblo y en la que comentaron lo "bien" que han estado este año los festejos, lo "bonitas" que han sido las carrozas del desfile y "cómo se ha comportado el tiempo" y les ha dejado bailar y disfrutar de la fiesta. Un último acto con el que prolongar el paréntesis festivo, tan importante para estos pequeños pueblos que luchan por mantener su población, cerca de 600 habitantes, y sobrevivir al nuevo tirón de las ciudades.

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