Los riegos que valieron una baronía

A uno de los principales valedores de los Riegos del Alto Aragón a principios del siglo XX, Alfonso XIII le dio el título de barón como premio.

Estampa conmemorativa de la inauguración de los Riegos. Francisco de Paula Romañá es el situado en la medalla inferior.
Estampa conmemorativa de la inauguración de los Riegos. Francisco de Paula Romañá es el situado en la medalla inferior.
Biblioteca Nacional

Casi nadie duda hoy de lo que han supuesto los Riegos del Alto Aragón para la provincia de Huesca, cuya ley reguladora cumplió un siglo el año pasado. El germen del proyecto, sin embargo, ya se había puesto en el último tercio del siglo XIX. Aunque lentamente, el campo español se encaminaba inexorablemente hacia su modernización. Pocos años después de los primeros pasos entró en escena Joaquín Costa, su trabajo en este sentido fue decisivo y alentador, aunque la muerte le llegó antes de ver culminadas sus aspiraciones. La primera concesión administrativa para la explotación de los riegos del Alto Aragón llegó con Costa descansando para siempre en el cementerio de Torrero.


Detrás de esta primera concesión no estaba un aragonés, si no un catalán: Francisco de Paula Romañá y Sauri, quien se revelaría como una figura fundamental en la historia de estas infraestructuras y obtuvo por ello una simpar recompensa de manos del mismísimo rey Alfonso XIII. Diferentes publicaciones históricas atribuyen a este hombre las condiciones de "noble", "emprendedor" o "patricio" invariablemente. Se desconoce su relación previa con Aragón más allá de que solía veranear en Jaca.


Precisamente uno de estos viajes pudo costarle la vida hace ahora 105 años. Francisco de Paula viajaba con su esposa y otra mujer más (unas crónicas de la época dicen que su madre y otras que su suegra) desde Sabiñánigo hasta Jaca cuando, pasado el núcleo de Martillué, su vehículo, a buen seguro uno de los pocos que por aquella época había en la provincia altoaragonesa, sufrió un terrible accidente.


Reseña del accidente en los periódicos de 1911.

Reseña del accidente en los periódicos de 1911.

Tuvo lugar el 14 de agosto de 1911. Las mujeres que viajaban en el vehículo resultaron gravemente heridas, según quedó constancia en las páginas de HERALDO DE ARAGÓN y otros periódicos como LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, pero ambas consiguieron salvar la vida. Agradecido, el señor Romañá decidió dar gracias al destino y encargar un monolito para su colocación en el lugar del siniestro. De este hecho también quedó constancia en las páginas de HERALDO.


Foto del monolito encargado por el I barón de Romañá

Foto del monolito encargado por el I barón de Romañá

Esta historia de suerte y supervivencia fue recuperada hace unos años por el zaragozano Rafael Ballesteros en su blog DesEquilibros. Las obras de la A-23 'arrinconaron' al monolito pero no pudieron con él, pues aún sigue en el lugar en el que se dispuso hace más de un siglo.

Detalle del monolito encargado por Francisco de Paula Romañá.

Detalle del monolito. Foto: Rafael Ballesteros

La fortuna se alió con Romañá y su familia y, la memoria del accidente, lejos de suponer un trauma para el barcelonés y alejarle de Huesca, parece que le unió aún más a la provincia. En 1913 tramitó la correspondiente documentación ante el Ministerio de Fomento para impulsar las obras hidráulicas y obtuvo el visto bueno, tal y como se puede ver en el BOE.


Concesión que apareció en el BOE.

Concesión que apareció en el BOE.

El resultado fue tan satisfactorio que Francisco de Paula Romañá y Sauri fue premiado por la Corona: obtuvo el título nobiliario de primer barón de Romañá, otorgado por el rey Alfonso XIII. El noble barcelonés falleció en el año 1950. Le sucedió al frente de la baronía su hija Hilaria de Romañá y Gelada pero, según consta en diferentes archivos, este título está vacante desde 1979. En el 2000, una persona, se supone que descendiente de los primeros barones, intentó que le fuera restituido el título pero su petición fue denegada.


La existencia de al menos un par de calles en memoria del primer barón, en las localidades oscenses de Lanaja y Robres, contribuyen a que no se pierda la memoria del esfuerzo y tesón de Francisco de Paula Romañá, aunque el premio nobiliario por convertir en realidad el sueño hidráulico de tantos aragoneses de primeros del siglo XX parece estar hoy, más que nunca, a merced del olvido.


Concesión del título de barón de Romañá aparecida en el BOE en 1913.

Concesión del título de barón de Romañá aparecida en el BOE en 1913.
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