EL ENCUENTRO

Dos horas apostados y con el viento en contra

El forestal Jaime Solanas y Jesús Laín, miembro de la cuadrilla de seguimiento del oso, vivieron una experiencia inolvidable: se encontraron con el viejo Camille. A escasos 150 metros no perdieron detalle de sus andanzas con un jabalí.

Jaime Solanas y Jesús Laín son los protagonistas de una gran historia que el día de mañana podrán contar a sus descendientes. Ambos vivieron una experiencia única, un encuentro con el oso. Para ninguno era la primera vez, aunque esta fue especial: era el viejo y mítico Camille, y duró dos horas.

 

"Sabía que algún día tenía que pasar, un día me lo tenía que tropezar", relata Jesús Laín, miembro desde hace 15 años de la cuadrilla de guardas que sigue los pasos de los osos en el Pirineo aragonés. El tiempo que estuvieron tomando imágenes y observándolo, la distancia a la que se situaron... "Fue un subidón", añade.

 

Pero todo fue fruto de la causalidad. Según describe Solanas, agente de protección de la naturaleza, su cometido de aquella mañana era contar sarrios. Él formaba equipo con Laín, pero en un determinado momento se separaron. Fue cuando se dio de bruces con Camille. "Estaba allí, a unos 450 metros, comiéndose un jabalí", comenta. Enseguida llamó por la emisora a su compañero para que acudiera.

 

Eran las nueve de la mañana, pero decidieron desafiar a la fría madrugada. Fueron dándole la vuelta al viento -ponerse de cara a él- para que su olor no llegara al animal y se apostaron en el suelo, a unos 150 metros del plantígrado. Durante cerca de dos horas, aseguran ambos, estuvieron observando su comportamiento y cómo comía del jabalí. "Está viejete, un poco tristón y no excesivamente gordo para la época en la que estamos, justo antes de la hibernación", dice Laín.

 

No saben bien si el aire cambió y los olió, si intuyó su presencia o si simplemente ya había comido lo suficiente. De repente se levantó y se fue. "Nos quedamos, a pesar del frío, porque teníamos que estar pendientes de si llevaba heridas", informa Laín. Porque los colmillos del jabalí que se estaban comiendo eran tan grandes que creyeron que si había habido enfrentamiento, Camille tenía que estar malherido. Sin embargo, estaba sano y se fue, incluso trotando un poco por la pendiente para esconderse en el bosque.

 

La historia, que seguro recordarán durante años, impresionó a los dos, aunque Solanas insiste en que para él su primer encuentro con un oso fue todavía más impactante. Este hombre, natural de Leciñena y que lleva ya seis años en Ansó, lo vio por primera vez en plena noche. "Estábamos haciendo un recuento de perdiz estival y habíamos dormido en el monte. A las cuatro nos despertamos para escuchar los cantos de las aves", señala. "Una hora más tarde -continúa- oí un ruido por detrás, escuché el sonido de unas pisadas sobre la nieve helada y me volví". Su sorpresa fue mayúscula cuando "la cosa negra" que tenía detrás gruño y salió corriendo por medio de los cinco puestos que habían montado los APN. "Pasó a veinte metros".

 

También Laín había visto osos con anterioridad. En la cordillera cantábrica cuando realizan cursillos de formación o van a trabajar e incluso una vez en esos mismos montes en los que tuvo el encuentro con Camille hace unos días. Pero son esperas programadas. Este largo encuentro que no buscaba lo llevará siempre en su memoria.