EL MIRADOR

Cervantes y Sant Jordi

Por un azar histórico, el 23 de abril coinciden la fiesta de san Jorge y el aniversario de la muerte de Cervantes, origen del Día del Libro, dato este que el nacionalismo catalán ha preferido condenar al olvido.

SANT Jordi es el patrono de Cataluña como san Jorge es el de Aragón. El patronazgo data del siglo XV y en los dos primeros Estados de la Corona de Aragón, como tantas otras cosas, el proceso fue paralelo. Durante las guerras hispanas contra moros, en Oriente descubrieron los cruzados a un guerrero celeste, mortífero en el combate, que había sido soldado en vida, martirizado siete años y muerto por tres veces.Mejor un postre que un libro

Entre la fiesta aragonesa y la catalana hay algunas diferencias. El 23 de abril aragonés es festivo a todos los efectos y la mayor carga reside en su faceta institucional y política. Las Cortes y el Gobierno son los protagonistas principales de la celebración oficial del Día de Aragón. No hay costumbre particular vinculada a la fecha, salvo el esfuerzo de nuestros zuquereros por inducirnos al consumo de un gustoso ‘lanzón’, concebido en 1982 por Amadeo Babot, pues no acaba de prender bien el intento de instaurar como rito popular de la jornada el obsequio de un libro, favorecedor del gremio, pero, sobre todo, de un talante amable e ilustrado. Como este año se ha adelantado la fecha siete días, aún ha funcionado peor que de costumbre.

En Cataluña es día laborable

Es sabido que el libro y la flor, precisamente, son los dos rasgos que dan más personalidad a la conmemoración catalana del día de Sant Jordi. Por cierto la pujanza del sentimiento festivo casi llega a ocultar hacia el exterior que el 23 de abril es un día laborable para los catalanes, aun siendo tan grande fiesta. El visitante contempla el pequeño milagro de la coexistencia de la fiesta cívica y el trabajo ordinario, algo no muy común.


En Cataluña, la flor que se obsequia más frecuentemente con el libro es, por antonomasia, una rosa. Los estudiosos hacen remontar este uso al medievo y a los usos poéticos caballerescos y de corte de por entonces: el caballero honra a su amada como el santo a la princesa a quien ha liberado del mal.


¿Por qué regalar un libro?

Lo que ya no se explica, o apenas, en la propaganda oficial de nuestros días es el porqué del libro que con tan buen criterio se regala. No puede ser cosa medieval, porque el libro era entonces un objeto raro, caro y útil solamente para las escasas personas que sabían qué hacer con uno. En efecto, la costumbre de obsequiar un libro nada tiene que ver con san Jorge, pues data de bien entrado el siglo XX y deriva de una feliz idea concebida por un editor valenciano afincado en Barcelona, Vicente Clavel, y adoptada por la barcelonesa Cámara Oficial del Libro.


El nacionalismo catalán, con gesto típico, ha ido borrando el motivo genuino de este homenaje al libro, pues nació insoportablemente vinculado al castellano y a Cervantes. Clavel pensó en elegir para esa celebración la fecha del nacimiento de don Miguel; pero, por ser un dato mal documentado, se concluyó que era homenaje más seguro recurrir a la de su muerte, que sí se conoce: el 23 de abril de 1616. Para colmo, la decisión inicial fue tomada por el dictador Primo de Rivera y suscrita por Alfonso XIII, creadores legales de la «Fiesta del Libro Español» que, en 1930, quedó fijada en el 23 de abril.


Apenas hay rastros

No hay apenas rastros de este vínculo en el Sant Jordi oficial de ahora. El libro obsequiado ha quedado sin su paternidad genuina y originaria. En la amplia descripción que la web de la Generalitat hace de la fiesta, el nombre de Cervantes queda diluido en una lista de autores entre los que figuran nombres tan infrecuentes como los del islandés Laxness y el colombiano Mejía Vallejo.


Así, una política aldeana ha postergado en el 23 de abril nacionalista al escritor que definió a Barcelona como «archivo de toda cortesía». Juan Boscán, el barcelonés creador del soneto renacentista en español, también está penado por eso. Parece que tuviese una triste intuición cuando dejó escrito que era «como aquel que vive en el desierto, del mundo y de sus cosas olvidado». ¿O hablaba de Cervantes?


Que san Jorge lo proteja —aunque este año en Aragón le hemos hurtado la coincidencia de fechas—, ya que a sant Jordi se lo hacen olvidar.