INVESTIGACIÓN

Crece la donación de cadáveres a la ciencia

Una mayor concienciación y, sobre todo, el ahorro que supone para las familias en gastos de entierro dispara esta práctica en todo el país. La Universidad de Zaragoza cuenta en la actualidad con 18 cuerpos.

Alumnos de Zaragoza realizan prácticas en Medicina
Aumenta la donación de cadáveres a la ciencia en Aragón
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Hay quien apunta a una mayor concienciación por los beneficios que supone para la sociedad, o quien ve en el creciente desarraigo religioso de la gente la principal causa. Sin embargo, la crisis, nuevamente, parece estar detrás del aumento generalizado de donaciones de cadáveres a la ciencia en España.


El ahorro que supone para las familias esta práctica, que suprime todo el proceso de entierro del familiar fallecido, ha generado un boom que permite a los científicos, y en especial a las facultades de medicina de todo el país, incluido Aragón, contar cada día con más cuerpos para su estudio y práctica.


En la actualidad, la Universidad de Zaragoza cuenta con 18 fallecidos en sus cámaras frigoríficas, y sus responsables reconocen que la tendencia de los últimos años muestra que cada vez se reciben más. Una situación que se repite en otros centros académicos de Barcelona, Granada, Madrid o Málaga, que incluso les ha obligado a ampliar sus instalaciones para hacer frente a esta nueva realidad.


En los últimos años, el número de inscripciones al registro de donantes supera con creces el centenar –antes de la crisis apenas llegaban a 30-, aunque a la facultad llegan una docena cada curso. La razón es que los donantes son cada vez más jóvenes. «Hay veces que incluso el donante viene a hablar contigo, y tienes una conversación muy interesante con él sobre la decisión que ha tomado», señala el doctor Escolar, del departamento de Anatomía de la Faculta de Medicina de Zaragoza.


No obstante, el perfil de los cuerpos que llegan a la universidad sigue siendo el de una persona mayor, la media se sitúa en los 85 años de edad. El proceso es muy simple. Solo hay que acudir a la Facultad, rellenar un impreso, y tras los trámites administrativos, se entrega a la persona un carné. Una vez fallecido, se hace efectiva la donación, aunque en no pocos casos, los familiares deciden no llevarla a cabo por diferentes razones.


«Bien se embalsaman para realizar prácticas en los estudios de grado, o bien se congelan para ensayar operaciones complicadas, que no conviene hacer la primera vez en vivos», apunta Escolar. Su conservación se lleva a cabo en las cámaras frigoríficas de Anatomía, y cada cuerpo tiene una media de uso de cuatro años, dos se dedican al embalsamamiento y otros dos para su manipulación. Transcurrido ese tiempo, los restos los incinera el Ayuntamiento y los deposita en un panteón común para donantes.


La relación de los alumnos con los cadáveres

«En la primera clase con un cadáver, el alumno está inquieto, le gusta conocer el cuerpo por dentro, aunque todavía siente cierta repulsión», relata el doctor Escolar. La relación de los universitarios con los cuerpos que manipulan pasa por diferentes etapas.


«A lo largo del curso, el estudiante se cansa del cadáver –continúa-, pero al final se despide de él con cierta nostalgia». Quizá por ello, los sentimientos afloran más cuando el fallecido es más joven de lo habitual, «porque sientes que todavía no era su momento». En todo caso, los cirujanos y profesionales de la anatomía siempre ven el cadáver «con agradecimiento y respeto, por lo que están aportando a los demás».