El Frasno: campanas que retumban al pie de la sierra de Vicort

José Antonio Marca, de 73 años, realiza las funciones de campanero en El Frasno desde hace seis décadas. Rompió la tradición de diferenciar en el toque a entierro entre quienes podían pagar más y menos.

A sus 73 años, José Antonio Marca lleva ya seis décadas ejerciendo las funciones de campanero.
A sus 73 años, José Antonio Marca lleva ya seis décadas ejerciendo las funciones de campanero.
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Con el paso de los años, José Antonio Marca tiene contados y vueltos a recontar los 74 escalones que conducen hasta lo alto del campanario de El Frasno. A ellos se unen otros 26 por los que ha de pasar si llega desde la escalinata próxima al antiguo teleclub. No es para menos: él los ha tenido que subir y bajar desde que empezó a tocar estos instrumentos a los 13 años, cuando era monaguillo. "Don Pablo, el cura, me decía: “Venga, a tocar las campanas”, y así empecé yo", indica con su voz rota.

Hoy, más de 60 años después de que le encomendaran aquella tarea, este vecino de la localidad sigue realizándola siempre y cuando se le necesita. "Antes no había que subir por la escalera vertical que hay, de hierro, porque esa parte se ha restaurado". En realidad, los trabajos para mejorar el estado de la torre –que se efectuaron a finales del siglo pasado– se extendieron a toda la estructura, colocando un chapitel en lo más alto. Unas labores en las que el propio José Antonio puso su granito de arena.

Se trata en la actualidad de una torre exenta; en su origen formaba parte de la antigua iglesia de Nuestra Señora de las Peñas, datada en el siglo XVIII y que fue el único elemento que se salvó de la destrucción del templo provocada por un rayo en 1840. Su silueta, de fábrica barroca, consta de tres cuerpos, los dos inferiores de planta cuadrada y el superior octogonal, se encuentra a unos 50 metros de la que hoy en día es la parroquia del municipio, un edificio neoclásico levantado tras numerosas vicisitudes en la segunda mitad del siglo XIX.

Alguno de los tramos de la estrecha escalera que asciende por el interior de la torre está dominado al completo por las sombras, salvo para los sentidos de José Antonio, que adivina dónde están los escalones irregulares: "Cuando llegas arriba no da impresión", asegura con elocuencia. "La torre pertenece al pueblo y el templo es propiedad de la iglesia", remarca quien es uno de los dos campaneros con los que cuenta el municipio.

Desde sus inicios, parte del trabajo que realiza José Antonio ha cambiado: las campanas han sido mecanizadas para los toques más simples. "Sin embargo, para los entierros me avisan; subo y me hago cargo yo, como se ha hecho siempre, porque con el repique que hacían solas no se llegaba a entender bien", explica. Así, a lo largo de sus años de experiencia, José Antonio ha tocado a quema, a gloria y para las misas, un lenguaje otrora universal a todos los vecinos. "A gloria se solía tocar cuando fallecía algún niño del pueblo. También tuve que hacerlo una vez cuando se encontró el cuerpo de una mujer que había desaparecido después de casi 10 días de búsqueda", recuerda desde lo alto de la torre.

Allí, donde se alojan las dos campanas que tantas veces ha visitado José Antonio Marca, el viento sopla entre los vanos sin descanso. Desde este punto, la visión del casco urbano de El Frasno es completa. Incluso se puede ver el trazado de la cercana autovía A-2. También se observa el próximo pico de la Nevera, de la misma sierra Vicort; está coronado por el radar del Escuadrón de Vigilancia número 1 del Ejército del Aire, cuyo aparato original se instaló por Estados Unidos en plena Guerra Fría. Desde ahí también se puede divisar la figura nevada e imponente del Moncayo.

Cambios durante este tiempo

En ese pequeño reducto suyo, a unos cuantos metros de altura sobre las cabezas de los vecinos, José Antonio también tuvo su momento para innovar. "Cuando yo entré había diferencias en los toques de campana para los entierros, según la capacidad económica de la familia", recuerda. Llegado el momento, suprimió esa tradición: "Yo toco a todos por igual hasta el cementerio".

Para los toques dispone de dos campanas, ambas fundidas en Sigüenza a principios del siglo XIX. La que da al ayuntamiento se rajó y tuvo que ser arreglada: "Primero se hizo en el pueblo, pero se volvió a romper y ya se llevó a Pamplona en 1956, como pone aquí", indica con su mano enfundada en los guantes que utiliza para que suenen. Pensando en quién podría asumir su labor cuando él falte, José Antonio reconoce que "una vez subí con mi chico para que lo viera, para hacerlo hace falta experiencia".

Este no ha sido siempre el cometido principal de José Antonio. Empezó trabajando como pinche de cocina en las instalaciones militares cercanas, hasta que marchó a Zaragoza. "Trabajé en la antigua sede de Televisión Española como vigilante jurado hasta que pasé a ser oficial de mantenimiento y control". Después de una década, pasó a ser el encargado de mantener en buen estado el repetidor que da señal desde la Vicora, y alude a una efeméride que este año cumple medio siglo. "Cuando Massiel ganó Eurovisión, yo ya estaba allí".

Donde los cerezos tomaron el relevo de los olivos como cultivo principal hace 40 años

La extensión de terreno que, superada la A-2, se extiende desde El Frasno hasta Sabiñán, se encontraba dominada por los olivos. Esa es la imagen que recuerda Jesús Romero –agricultor de la localidad– hasta mediados de los años 70. "Se arrancaron por motivos económicos olivos centenarios, algunos para leña y otros como decoración: incluso han salido al extranjero. Ahora solo queda para el consumo propio de aceite y para vender alguna oliva, muy poca", afirma mientras se dirige a una de sus fincas. Allí abunda, como en gran parte del municipio, el cerezo. De hecho en este municipio es la sede de una consolidada Feria de la Cereza: hay cerca de 40 productores. Los árboles, que se extienden sobre bancales, son una parte de las seis hectáreas que cultiva Romero. "Es un trabajo que te hace estar todo el año enganchado para dar buen producto y cumplir con las exigencias de calidad y trazabilidad". A ello suma dos batallas: una contra una variedad de la mosca del vinagre, llegada de Corea, y otra en lo económico: "Los precios son similares a los de los 90, pero los costes se han multiplicado".

Repostería y amor por la naturaleza como fórmulas de resistencia contra la despoblación

A las 4 de la madrugada Jesús Lázaro enciende la luz del negocio de panadería que mantiene junto a su mujer Azucena Grima en esta localidad de la Comunidad de Calatayud. Una iluminación que no cesará hasta las 9 de la noche. "Vendemos repostería en 25 tiendas de Zaragoza: si no, sería imposible permanecer abiertos", explica Lázaro.

Jesús heredó el negocio de su padre, y reconoce que "antes hacíamos más pan, pero como cada vez hay menos gente, decidimos salir fuera". Ante esta situación, Azucena reivindica que las administraciones "tendrían que dar más facilidades, porque ofrecemos un servicio que no siempre se valora".

Por su parte, la pareja que conforman Patricia Ruiz y Sergio Villalba se estableció en El Frasno, pueblo de donde es originaria la familia de Sergio, hace 12 años. "Buscábamos la tranquilidad que hay aquí y vivir sin tanto estrés, tener más tiempo para nosotros", defiende Patricia. Ambos trabajan en los retenes contra incendios, por lo que reconoce Sergio que "ha sido más fácil establecernos". Sin embargo, puntualiza que "también influye tu sentimiento de arraigo y que te guste la naturaleza".

LOS IMPRESCINDIBLES

El lavadero

En la confluencia entre las plazas de la Constitución –donde está el Ayuntamiento– y la iglesia, se encuentra el conjunto singular que forman el lavadero, el abrevadero y la fuente. Se ubica en los bajos del antiguo teleclub.

La Sierra de Vicort

Sus techos son el pico de la Nevera (1.411 metros) y el pico del Rayo (1.427 metros). En el primero se aloja el radar Lanza, que vigila el espacio aéreo del cuadrante noreste de la península. Desde el segundo se ve la comarca.

La repostería

Desde la panadería-repostería Jesús (en la calle Bardají) salen, además de barras de pan, productos como las frasneritas, que se venden en su mostrador y en las 25 tiendas ubicadas en Zaragoza, donde se pueden obtener desde 1994.

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