Solo 1 de cada 10 agricultores que cobran la PAC en Aragón tienen menos de 40 años

A la falta de relevo generacional se suma la alta presencia de jubilados que siguen cobrando las ayudas, algo que las últimas reformas no han conseguido paliar.

El agricultor de Bañón Marcos Garcés, representante de área de jóvenes de COAG.
El agricultor de Bañón Marcos Garcés, representante de área de jóvenes de COAG.

El campo aragonés envejece a pasos agigantados. Esto, que no es más que un reflejo de la despoblación y el saldo vegetativo general de Aragón y en especial de las zonas rurales, cuenta además con la problemática de que los pocos jóvenes que se quieren unir al sector primario cuentan con dificultades para percibir la principal ayuda europea para mantener la calidad y la viabilidad de las explotaciones agrarias, la PAC.

Según los datos que ha hecho público el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), la entidad encargada de gestionar en España las ayudas europeas al campo, en Aragón solo 1 de cada 10 agricultores que perciben la PAC cuenta con menos de 40 años. En total, de los más de 40.000 perceptores, un 37% tiene más de 65 años (14.675), un 53% de 40 a 65 (21.288 agricultores en total) y solo un 9,55% tienen de 25 a 40 años (3.833). A ello se suma la cifra casi anecdótica de 354 agricultores (apenas el 0,8%) que tiene menos de 25 años de edad en la Comunidad.

Las cifras del último recuento del FEGA, procedentes de la campaña de 2016, mejoran mínimamente la de los últimos años, donde hasta un 40% de los agricultores y ganaderos estaban ya en edad de jubilación. El problema de fondo, según explican las organizaciones agrarias, es que por medio ha habido una reforma de la PAC en 2015 que prometía ser más eficaz a la hora de ayudar a las personas jóvenes y las explotaciones más productivas, pero que a vista de los datos no ha sido para nada acertada.

“La perspectiva es que ha cambiado todo poco o nada”, valora Marcos Garcés, agricultor treintañero de Bañón, en Teruel, y coordinador del área de jóvenes agricultores en los sindicatos Uaga y COAG. Según explica, “a la dificultad normal que tienen muchos jóvenes para quedarse en el medio rural para hacer su vida, se suma que los que quieren trabajar en el campo se encuentran con barreras importantes como la falta de financiación y la llegada de ayudas europeas debido al mal reparto de estas”.

En los últimos dos años la DGA ha mejorado la incorporación de jóvenes al sector agilizando y recuperando fondos para las ayudas iniciales. En 2016 accedieron a estas ayudas 475 jóvenes agricultores, y la perspectiva está en que en 2018 lo hagan otros 350.

Pero pese a estas mejoras, la PAC sigue siendo un lastre en cierto modo. “Se siguen dando casos de jubilados que siguen cobrando la PAC porque el sistema de derechos sigue dando demasiado peso a las referencias históricas. Ahora mismo, cualquier persona que se incorpora tiene garantizada unas ayudas gracias a la Reserva Nacional, pero estas podrían ser mayores si se pusiera el foco en dar una mayor dotación a la gente que entra, que se supone que quiere hacer de la explotación su medio de vida y por lo tanto la hará rentable”, comenta Garcés.

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Solo 1 de cada 3 perceptoras son mujeres

La problemática de los agricultores jubilados que siguen cobrando la PAC nace también según señalan las organizaciones agrarias de que la pensión que queda a los trabajadores agrarios es más bien escasa, por lo que muchos ven en alargar sus cobros de ayudas como una vía más de ingresos.

Esta situación da como resultado que agricultores y ganaderos que por ejemplo han vendido su ganado sigan cobrando pagos por la tierra, y que quien se las compre, solo lo haga por las cabezas de ganado. “El problema es que si se restringiera el número de perceptores las ayudas serían más altas para las explotaciones productivas”, comenta Garcés, que recuerda que la PAC nació para asegurar la producción de alimentos en Europa -con medidas sanitarias y de producción muy exigentes- en un contexto en el que el mercado y el precio de los alimentos tienden a la baja, y por lo tanto, es complicado que sea rentable.

Mónica Valdearcos es una ganadera de Mainar de 40 años que maneja una explotación de 650 ovejas, y es una de las perjudicadas por este sistema. “Yo ahora cobro las ayudas pero quien me vendió las ovejas también las sigue cobrando porque en su época las ayudas estaban acopladas también a la tierra. En conclusión, cobramos parecido siendo que su productividad es mucho más escasa que la mía”, señala la ganadera, afiliada de Asaja.

Su caso también pone de manifiesto otro rasgo del campo aragonés: solo 1 de cada 3 perceptores cobran la PAC son mujeres, y la mayoría de ellas también se encuentran en la franja de más de 65 años, en muchos casos por mujeres que han adquirido derechos de sus maridos. “Aquí en Mainar estamos dos chicas trabajando en el campo, pero sigue siendo un sector donde se da muy poco la presencia femenina”, señala. Aunque en el caso de la distribución por edad las cifras de Aragón son muy similares a la media nacional, en el caso de las mujeres no es así. En concreto, en España un 37% de los perceptores de al PAC son mujeres, mientras que en Aragón esta cifra se rebaja al 27%.

Una cuestión de imagen para el campo

De un modo u otro, estos dos testimonios también reivindican la necesidad de que el mundo rural pierda el complejo a demostrar que también hay gente joven y mujeres en el campo, y que quizá si esto fuera más visible, más personas darían el paso. “El campo es un trabajo duro, pero que también engancha. Y aunque es cierto que muchos jóvenes prefieren salir del pueblo porque no quieren dedicarse a esto, también hay otros muchos que quieren y no pueden porque no es fácil acceder a la tierra si tus familiares no la tienen”, dice Garcés, licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, y que pese a esto decidió volver a Bañón para hacer su vida y dedicarse a lo califica como “su pasión”.

“El campo es un sector que va a tener un desarrollo tecnológico formidable en los próximos años, y que también requiere cada vez mayor especialización”, señala, reivindicando de nuevo alejarse de la visión de lo agrario como un trabajo arcaico. Además, Garcés comenta que la gestión de ayudas -en varias ocasiones cuestionadas por Europa por su adjudicación sin demasiadas comprobaciones- también debería adaptarse. “Quizá no debería tratarse tanto de dar un dinero concreto y cerrado a las explotaciones sino conocer las necesidades de los nuevos agricultores. Hay personas que quizá puedan tener ya maquinaria, pero sin embargo no tienen acceso a una casa en el pueblo. Se trata de ver las necesidades de cada uno y hacer política de territorio, y no solo de dar fondos”, opina.

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