Compartir una parte de tu vida con los demás

De la caridad a la solidaridad: consideradas a menudo palabras sinónimas, la primera tiene más que ver con el dar, normalmente aquello que nos sobra; la segunda está ligada al compromiso de compartir lo que tenemos.

Espacio solidario. Nacho Escartín y Carlos Gómez Bahillo se encontraron en Artesa, la tienda solidaria de Cáritas en Zaragoza.
Espacio solidario. Nacho Escartín y Carlos Gómez Bahillo se encontraron en Artesa, la tienda solidaria de Cáritas en Zaragoza.
Oliver Duch

Además de a turrón, la Navidad sabe especialmente a caridad con los pobres –también de espíritu– y a solidaridad con los más necesitados, dos conceptos diferentes pero emanados de un mismo sentimiento que nos suele desbordar, sin saber muy bien por qué, en estas fechas. Aunque no lo parezca, la idea de solidaridad "es moderna, es revolucionaria; surge con la revolución francesa y tiene una serie de implicaciones y compromisos que llevan implícito todo un cambio social", argumenta Carlos Gómez Bahillo, director de Cáritas Diocesana de Zaragoza. Y, en cierto sentido, se contrapone con ese concepto que todavía conserva mucha gente mayor y que rescata Carlos del pasado, cuando caridad era "acudir con los compañeros del colegio al barrio de la Paz, a las graveras, para llevarles la bolsita a los pobres. Dar la bolsita, sacar la cartera y dar 20 euros es lo más fácil. Lo difícil, la solidaridad, es involucrarte en un compromiso personal. Ese es el giro que se ha producido en la sociedad y es una exigencia del mundo moderno". "Hemos evolucionado –afirma tajante- a lo que realmente tiene sentido, a no dar lo que sobra, sino a dar una parte de tu tiempo, de tu vida, a los demás".

La ternura de los pueblos

Para definirla, el secretario general de Podemos Aragón, Nacho Escartín, hace suya una frase de la poetisa nicaragüense Gioconda Belli: "La solidaridad es la ternura de los pueblos". "Para mí –concreta– es una manera de posicionarte en el mundo, una actitud ante la vida". A su memoria acude otra mujer, su "yaya" Blasita, con la que pasaba parte de las vacaciones de Navidad en Zaragoza cuando era pequeño –Nacho nació y vive en Nuez de Ebro– y que le enseñó el valor de la caridad con aquellas visitas a las casas de familias realmente necesitadas del barrio de San Pablo. "Yo viví, entonces, aquella dinámica de no excluir de tu día a día a la gente con problemas, sino, de alguna manera, intentar integrarla". El político entiende aquel sentimiento que movía a su abuela, pero defiende otra manera de reaccionar, de actuar, que pasa por "acudir a la razón, a las causas que han conducido a esas personas a determinadas situaciones; a intentar construir una sociedad más justa, que va más allá de la caridad, del mero parche". Y está convencido de la necesidad y la eficacia de un compromiso firme a nivel local, en el barrio, en el pueblo, con tu familia... "¿Que tu vecino lo está pasando mal?, ¡pues, llámalo, hombre! –exclama Nacho–, que luego ya tendrás tiempo de ser solidario con el resto de pueblos del mundo". Porque, y en esto coincide a la vez que asiente Carlos Gómez, "solidaridad es descubrir al otro".

Verdaderas sorpresas

"En estos momentos –interviene el director de Cáritas– hay gente muy, pero que muy solidaria, que choca un poco con el contexto, con la imagen que tenemos de una sociedad excesivamente individualista y competitiva. Y, frente a esto, te encuentras con verdaderas sorpresas; personas, que ni te imaginas, acudiendo al teléfono de la esperanza; que dedican parte de su tiempo a una actividad que conlleva un grado de compromiso y dedicación". Y, sobre todo, mucha gente joven –en Aragón, unos 35.000–, "que participa activamente en este maravilloso fenómeno social que crea puentes y que se llama voluntariado", puntualiza Carlos.

Y es lógico que la sociedad reaccione, está obligada a reaccionar, ya que –y a pesar de que son muchas las voces que insisten en que la crisis es agua pasada– siete de cada diez hogares aragoneses no perciben ese milagro de la recuperación económica y miles de familias no llegan a fin de mes, aunque varios de sus miembros tengan trabajo. En 2016, cerca de 30.000 aragoneses, más del 40% con menores a su cargo, tuvieron que recurrir a la ayuda de Cáritas, casi los mismos que la Encuesta de Población Activa (EPA) considera que están en situación de pobreza severa. La cifra de los que se encuentran en riesgo de exclusión ronda los 200.000. Demoledora.

Comunidad y solidaridad

El dirigente de Podemos se rebela contra aquellos que, presos del inmovilismo y del pesimismo, piensan que siempre ha habido ricos y pobres; que el mundo es injusto por naturaleza; y que, encima, lo llaman "utópico". "¡Hay que romper con ese rollo de que ‘el mundo es así’, de que no podemos hacer nada!", exclama Escartín, que cree en una sociedad "en la que estamos todos conectados", porque "la individualidad es muy contraria a la solidaridad". "Si no eres consciente de que dependes de tu agricultor que te da de comer, del conductor del autobús que te lleva a clase, de tu profesor, de la limpiadora… En este sentido –continúa– el concepto de comunidad tiene mucho que ver con la solidaridad". Desde sus atalayas, una religiosa; la otra laica, ambas visiones –tremendamente respetuosas– contemplan una solidaridad con un gran componente intergeneracional –Carlos Gómez alude al nuevo grupo que se ha creado en Cáritas para aliviar la soledad de los ancianos en la gran ciudad– e incluso "interclasista", que te lleva a convivir con gente muy distinta, que igual no lo es tanto, sino que, sencillamente "ha vivido otras cosas diferentes", dice Escartín. Coinciden, también, en que esa satisfacción que produce resolver un "problemica", por pequeño que sea, tiene un componente incluso algo "egoísta".

El bote de las cosas buenas

A la hora de definir sus gustos y actitudes ante la Navidad, el director de Cáritas se confiesa seguidor de la tradición: belén y Reyes Magos, a los que pide: "Que seamos más sensibles con nuestro entorno inmediato, porque la solidaridad empieza con el que tenemos al lado". El secretario general de Podemos Aragón, aunque reafirma la tradición cristiana de su infancia –él también ponía el belén y a su casa de Nuez de Ebro llegaban los tres Magos–, vive ahora estas fechas, desde una perspectiva laica –se confiesa "ateo"–, como un momento de reflexión, de balance del año que termina, de final de ciclo. "Mi hermana me regaló un bote para meter en él las cosas buenas y el 31 de diciembre, mi compañera, mi hija y yo volcamos el bote con lo que cada uno ha escrito y lo leemos. Invito a todos a que lo hagan. Este gesto nos llama a parar y nos permite recordar lo positivo, porque tendemos más al pesimismo y eso no nos lo podemos permitir, no podemos perder la esperanza".

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