Ruta por siete pueblos del Jiloca: así es la jornada de un médico rural

Es la figura más importante y esperada en los pueblos y se jubila el próximo mes de enero después de 30 años de ejercicio. José Luis Remartínez empezó a trabajar como médico rural en Mora de Rubielos y se jubilará en Ferreruela, el pueblo turolense más próximo a Zaragoza.

Llegamos a Báguena y los termómetros marcan cuatro grados bajo cero. Un matrimonio que camina por una de las arterias principales del pueblo nos indica cómo llegar al consultorio médico. "Si queréis seguirnos, vamos para allá", dicen bien abrigados y sin bajarse mucho la bufanda.

- "¿Quieren montar, que vamos con el coche?", les decimos.

- "¡Mariiiii! -grita él-. Venga, monta".

En el consultorio nos recibe José Luis Remartínez, de 64 años. Es el médico rural de Báguena y una de las figuras más importantes y esperadas por los vecinos de los siete pueblos que recorre de servicio con su vehículo propio. Cuenta que el otro día, en uno de sus desplazamientos, se dio un golpe en la carretera a causa del hielo y tuvo que socorrerlo un vecino de Ferreruela. "Prometí que al jubilarme traería unos corderos y ahora si no me pagan lo del coche, no habrá ni fiesta ni corderos", bromea.

El humor es una de las cualidades que mejor describen a José Luis, querido por todos los pacientes que lleva años visitando en la Comarca del Jiloca. "Cuando vine eran todos abuelos menos estos pelados", dice vacilando a dos vecinos del bar de Báguena. Remartínez es de Zaragoza, pero lleva en el medio rural turolense cerca de 40 años. "Cuando llegué aquí tuve que preguntar cuál era la carretera de Teruel", confiesa, y acto seguido reconoce lo mucho que han cambiado las cosas, empezando por las carreteras. "Esto antes era un camino de cabras. Venías a un pueblo y estabas solo. Ahora en Calamocha vivimos más de veinte médicos, aunque aquí en Báguena hay que echar un rezo para tener compañeros de guiñote, y ahora que se me han jubilado dos, ni borrajas ni nada me llevo...", cuenta entre risas.

Video:Ruta por 8 pueblos del Jiloca la jornada de un mdico rural a punto de jubilarse
Mari Cruz y Andrés, dos de sus pacientes del consultorio de Báguena, son de Zaragoza pero llevan 25 años en el pueblo, y hacen alarde de ello. "Venimos a hacernos análisis, ponernos la vacuna y de todo... Aquí con el frío no te puedes descuidar, nosotros la vacuna nos la ponemos todos años", afirman bien dispuestos.

Tras pasar consulta en Báguena, el médico pone rumbo a Bea, donde todo convencido vaticina que "no habrá nadie". De camino a este pueblo, por la carretera, José Luis destaca que la lista de pros que tiene ser médico rural es infinita. "Aquí la gente es feliz, y es un paisaje encantador. Te puedes traer la escopeta e igual te llevas la comida", resume al pasar Ferreruela, de camino a Bea. "El que no tiene coche el miércoles coge el autobús y se va al rastro. Yo les jodo porque vengo el miércoles a pasar consulta y entonces ya no se van...", dice riéndose.

Al llegar al consultorio de Bea un vecino le reclama los resultados de unos análisis que se hizo hace unos días.

- "¿Qué pasa, Aniceto?" -le saluda el médico-. Te sacaré ahora los resultados o si no pásate un momento por Lagueruela, que enchufo el ordenador. La tecnología es lo que peor llevo -confiesa-. Cuando vengo y enciendo el ordenador les digo que soy el virus de Báguena", comenta.

La consulta de Bea está en las antiguas escuelas. "Normalmente ni la abro porque no viene nadie. Me espero cinco minutos aquí con el coche y si no, voy al bar, que es punto de encuentro". Allí, en efecto, se encuentra con el alcalde, Víctor Nuño, quien presume de que, aunque no se vea mucha gente por la zona, están viviendo unas semanas de lo más mediáticas gracias a la jubilación de Remartínez y al especial de HERALDO Aragón, Pueblo a Pueblo. "Los miércoles viene José Luis a Bea, y la enfermera viene los martes", apuntan los vecinos en el bar.

- "¡Ay, si me dais mal, rediós! Yo aquí soy ya Remartínez y rediós -puntualiza-. Pero esto no lo haces en Zaragoza...", reflexiona sonriendo bien ufano. Y es que, aunque a veces reniegue un poco, se declara enamorado de esta ruta. "Nosotros, de pueblo en pueblo, como el titiritero, y como podéis apreciar aquí la consulta se pasa en el bar", bromea mientras le da el resultado de los análisis a un paciente. "Un poco dulce, pero no estás mal. Todo controlado", le dice al despacharlo.

- "¡Ay! Lo que os voy a echar de menos...", añade sacando su versión más teatral. Y al momento, estalla en una carcajada de júbilo: "¡Un mes me queda!".

Cuando se jubile, José Luis quiere disfrutar, echarse novia y viajar, pero su entorno más cercano ya le ha buscado otro plan. "Mi sobrino quiere que hagamos un libro de anécdotas del medio rural", señala. Y desde luego, para unos cuantos libros da, porque aventuras de sus años de servicio en estas tierras tiene para dar y regalar. "El otro día me vino una paciente pidiendo Orfidal, paracetamol y sexo oral. Quería decir seroxat (que es un antidepresivo), y le dije que eso otro de momento aún no entraba en la seguridad social", relata el médico entre risas.

De pronto, le suena el móvil. Es un aviso y se escuchan jotas; del espejo retrovisor de su coche cuelga la clásica cinta de la Virgen del Pilar con la bandera aragonesa.

- "¿Qué vas a hacer sin nosotros? Te vas a aburrir, ¿y sabes lo que hacen los aburrimientos? Estirar la pata. Vente para aquí que te ayudaremos", se despide de él Víctor Nuño, el alcalde de Bea, que presume de que el frío y José Luis lo curan todo. "Aquí votan tres y la mitad son familia", comenta otro, mientras un vecino se parte de risa al mirar la 'app' del móvil: "Que me dice que la circulación es tranquila, José Luis. ¿Aquí? ¿Tranquilidad? ¡Toda la del mundo!", recalca. 

De nuevo en el coche, José Luis pone rumbo a Lagueruela, otro de los siete pueblos que visita en su ruta médica. Antes de partir les dice a sus pacientes que anoten otra fecha en el calendario, la del 27 de enero, que los invitará a todos a una comilona en Báguena.

- "¿Habéis visto en la consulta el título por algún lado? Pues aquí se han fiado de mí 40 años", sigue bromeando. "Ni cobertura tengo, por eso vengo feliz".

En el consultorio de Lagueruela, Elisa Palacián, de 40 años, espera junto a otros vecinos su turno en la sala de espera. Se vino hace siete años con su marido y el chico. "Estoy aquí porque mi abuela era la carnicera del pueblo. En Zaragoza teníamos tres años de paro. Cuando nos enteramos de que se jubilaba el antiguo cafetero (José María, sentado a su lado), cogió mi marido el bar y nos afincamos aquí", señala. Ahora confiesa que no cambiaría esto ni por la ciudad ni por nada. "Hay veces que bajo en el día a Zaragoza y me estreso. Ahora tengo que ir a comprar lo de Navidad y estoy rezando ya de la gente que va a haber", asegura. "¡Ah! Por cierto, si habéis estado en Bea, la del bar es mi hermana", presume orgullosa.

- "Allí en Bea están 12 con la Josefina y el Luis", se mete en la conversación de la sala de espera otro vecino de Lagueruela.

- "¿Doce? -se sorprende otro-. Pues aún están", replica un octagenario, Juan Antonio Martín Soriano, que ha acudido al centro de salud por un problema de rodilla y abandona minutos después la consulta con una sonrisa.

"Aunque lleves encima el mismo mal, en cuanto ves a José Luis te has curado", afirma aliviado. El médico, por su parte, reconoce que las visitas y las consultas en el pueblo son completamente diferentes. No hay un tiempo asignado. "Con algunos pacientes terminas en cinco minutos y otros te piden dos horas. Aquí lo que me sobra es tiempo, les digo". Y pone rumbo a Ferreruela.

Allí en la consulta se encuentra con Carmen, la farmacéutica, que asegura ir siguiendo al doctor por los diferentes pueblos. "Servicio a domicilio. No te vayas tú a creer", alardea.

- "¿Te vas de vacación la semana que viene", le pregunta ella.

- "No, que no tengo prostituto, digo sustituto", le contesta.

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