En el pueblo o en la ciudad: Lambán, Javier Sierra y las distintas maneras de vivir la Navidad

El presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, y el escritor y Premio Planeta Javier Sierra dialogan sobre la distinta manera de vivir estas fiestas en los pueblos o en la ciudad.

Un escenario regio. El encuentro se produjo en el Salón de la Corona del edificio Pignatelli, sede del Gobierno de Aragón, abierto expresamente para la ocasión.
Un escenario regio. El encuentro se produjo en el Salón de la Corona del edificio Pignatelli, sede del Gobierno de Aragón, abierto expresamente para la ocasión.
Guillermo Mestre

Javier Lambán y Javier Sierra no se conocían personalmente. El encuentro se produjo a caballo entre una ardua negociación de presupuestos y una macrogira literaria de promoción del Premio Planeta. Tras las fotos en el Salón de la Corona, un escenario histórico que aunaba la pompa presidencial con la posibilidad de sugerentes historias como las que pueblan los libros del novelista, se fueron a comer juntos y a contrarreloj. Quizá de las leyendas del Pignatelli salga alguna trama para futuras obras del literato, de quién Lambán se declaró lector, puntualizando que en verano, antes del revuelo mediático del galardón editorial, se compró varias obras suyas, que se llevaba a la comida para que se las firmara.

Nacido en Teruel capital el escritor, y en Ejea de los Caballeros el presidente, coinciden en hallar algunas diferencias entre la Navidad en el medio rural y en el urbano. De los 1.308.000 habitantes, 748.000 viven las capitales y 559.600 en el resto de los núcleos de población, según datos del Instituto Aragonés de Estadística. En mucho de ellos se conservan tradiciones singulares, muy ligadas al territorio, sus recursos, necesidades y costumbres. José Antonio Adell y Celedonio García hacían un recuento de las principales en su libro ‘Tradiciones navideñas en el Alto Aragón’. Las hogueras eran comunes en estas fiestas y en Campo todavía se enciendo en la plaza, donde la gente la usa para asar, y permanece hasta Reyes. Otra antigua costumbre es la de la tronca, ‘cabirón’ en Monegros, que ‘suelta’ caramelos al ser azotada por los niños. En los Pirineos se encendía un tronco, el ‘tió’, y se guardaba el tizón como protección ante las tormentas. En Huesca, tras la misa de gallo se comenzaban una larga noche de juerga.

El presidente del gobierno aragonés advierte que él siempre ha celebrado la Navidad en su localidad natal, Ejea de los Caballeros. Estuviese donde estuviese, incluso en los tiempos que estudiaba en Zaragoza, o cuando marchó a cursar Filosofía en la Universidad de Barcelona, "al llegar estas fechas volvía al pueblo, a casa de mis padres". En Ejea no recuerda tradiciones específicas distintas de las que se celebraban en Zaragoza, "pero es cierto –dice- que en los pueblos esa imagen idílica de la Navidad en el hogar, a la lumbre del fuego, sí la he vivido en Ejea y alguien que viviera en el paseo de la Independencia no la habrá experimentado".

Para Javier Sierra, "la Navidad en los sitios pequeños tiene algo más de veracidad porque, de alguna manera, la historia que se cuenta, el nacimiento de Jesús en Belén, que es una pequeña aldea, resulta más cercano si vives en un pueblo, donde al pensar en el establo en el que se refugian San José y la Virgen puedes imaginarlo como el corral del vecino; la historia tiene paralelismos que no se encuentran tan cercanos en un medio urbano". El presidente aporta, no obstante, una reflexión y es que esas distintas vivencias en Aragón se liman mucho porque "muchísima gente se iba a pasar la Navidad a los pueblos y lo sigue haciendo".

Reencuentro familiar

Se declara Lambán poco implicado en cuestiones como la decoración o celebraciones especiales. "Recuerdo que, de pequeño, durante unos años se me llevaba mi madre a misa de gallo. Yo dejé de ir y, más tarde, ella también". En casa de sus padres "sí se decoraba de manera tradicional y montábamos el belén". Con su mujer, siguieron las tradiciones mientras su hija fue pequeña: "Poníamos el árbol y el belén, a la niña le divertía mucho y su madre también lo pasaba bien haciéndolo con ella". Ahora que ya no vive en casa, prestan menos atención a esos asuntos: "Cuando creció, dejamos de montar el belén y, poco a poco, también abandonamos la costumbre de poner el árbol. Creo que mi hija tampoco pone ni árbol ni belén". Pero, eso sí, siempre se juntan para Navidad, porque para Javier Lambán, estas fiestas son sobre todo un momento para el reencuentro familiar. "La Navidad es una fiesta que se remonta al Neolítico y se ha vivido siempre así, porque es la fiesta del solsticio de invierno. Los celtíberos ya vivían esta fiesta con fuego, comida y concentración familiar".

En cuanto a festejar la Navidad, Javier Sierra declara que "bebo de la tradición de mi familia, de cuando era niño. Dejé de celebrarla cuando me hice adulto y ahora he vuelto a hacerlo con mis hijos". "Tienen 9 y 10 años –explica–, y se encuentran justo en ese momento que quizá sospechan algo sobre esa magia navideña de los regalos. O quizá no. Vamos a apurar esa ilusión todo lo que podamos, quizá sean las últimas navidades de la inocencia". Como tantas familias aragonesas "celebramos Papá Noel y Reyes porque los niños mandan en las casas. El año pasado hicimos algo muy gracioso y es que se podía seguir mediante una aplicación por internet el recorrido que iban llevando los regalos que traía Papa Noel, se observaba a qué países había llegado ya, los niños veían cuantos días faltaban para que llegara a su casa… una bonita manera de aprender geografía. Es una lección de cómo las cosas no son malas ni buenas, depende del uso que hagas". Nada de eso podía conocer un niño de la época de Sierra, que simplemente confiaba en que su carta no se perdiese antes de llegar a sus majestades de Oriente. Pero en eso Javier Sierra no tenía dudas: "Soy hijo de cartero, de los que todavía repartían el correo con la cartera al hombro. En Navidad veía a mi padre llegar a casa muy cansado y pensaba que era porque tenía que transportar las cartas de todos los niños a los reyes, cuando lo que le fatigaban eran los christmas y los paquetes".

Durante su infancia en Teruel, "teníamos un belén de plástico humilde, al que cada año añadíamos alguna pieza. Recuerdo que el establo tenía un tejado de corcho al que cada Navidad le íbamos quitando un trozo. Yo soy el mayor de tres hermanos, un año quisimos invadir el belén con otros muñecos, para jugar, y nos cayó una buena regañina", recuerda. El escritor señala que "con el belén tenías ocasión de contar una historia en tu propio salón, imaginando sucesos, cambiando piezas, una oportunidad de contribuir a un relato general".

La promoción de ‘El fuego invisible’ le ha traído "un recuerdo muy navideño de mi infancia en Teruel y es que ahora pasaría delante de la librería Perruca, donde siempre me paraba a ver los libros y en estas fechas vería el escaparate con los Premios Planeta. Pensar ahora que allí estará mi novela me lleva al niño que fui". Esa infancia turolense que ha recuperado en una serie que ha comenzado a emitirse en el canal 0# de Movistar. Una época que ha cambiado mucho, según el escritor: "Hemos pasado de una Navidad de hogares humildes a ricos. La Navidad de mi infancia tenía el aliciente de las reuniones en familia, de la convivencia durante esos días. Ahora se prefiere ir a un restaurante y parece que todo consiste en gastar más". "Hace 30 años la única ambientación eran las luces de las calles, ahora hay una saturación", afirma Sierra, quien sentencia: "Hemos perdido el relato de la Navidad, ¿quién va ya a ver belenes?".

Mayor consumismo

Lambán coincide en que "sin duda, la de ahora es una Navidad más comercial". "Cuando yo era crío –continúa el presidente– era una fiesta familiar, para empezar porque no había opciones de ocio alternativas: los bares se cerraban, todo se centraba en las casas. Sin embargo, desde hace bastantes años, sobre todo entre la gente joven, parece que se cena en casa porque no hay otro remedio, pero se busca salir más y, poco a poco, ese componente familiar se va perdiendo; la gente se va al bar y esta celebración se vive como una fiesta convencional".

Confiesa Lambán que "me sigue funcionando el chip estudiantil, cuando llegan las Navidades me parece que voy a tener vacaciones". La realidad en su caso es muy otra: "Como político, el fin de año es una época de muchísimo trabajo porque es el momento de cerrar los presupuestos". No solo en este momento en el que la necesidad de sumar votos de otras formaciones exige debatir acuerdos, "yo he estado en la Diputación Provincial de Zaragoza gobernando con mayoría absoluta y casi siempre aprobábamos los presupuestos en el último momento y como alcalde de Ejea, igual. Ha habido veces que, entre Navidad y Año Nuevo hemos aprobado los presupuestos de la Diputación y el Ayuntamiento".

El juguete que activó el deseo de transmitir mundos imaginados

El juguete que activó el deseo de transmitir mundos imaginados

Javier Sierra recuerda el Cinexín como su mejor regalo navideño:  "Era increíble, te permitía hacer cine en tu habitación cuando no existían DVD ni ordenadores", y activó en él el deseo de transmitir los mundos que imaginaba. "Fabriqué mis propias películas con unas tiras de papel en los que dibujaba cómics… probé a hacer muchas y llegué a proyectar una a mis amigos".

El último rey negro ‘falso’ de Ejea

El último rey negro falso de Ejea

El mejor recuerdo navideño de Lambán es el del año que salió de rey Baltasar en la cabalgata de Ejea para darle los regalos a su hija Teresa, de cuatro años. La niña los recibió con la ilusión que se tiene a esa edad y Lambán aún se desazona recordando que, a la vuelta de las vacaciones, en el colegio le ‘chivaron’ quien era el rey mago. Por suerte, gracias a la bendita inocencia de sus pocos años, su madre la pudo convencer de que no era así. Fue el último rey Baltasar con la cara pintada, desde entonces son representados por personas de raza negra.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión