Calanda: al son de los tambores artesanos

Plana Conesa y Rocaful son las dos referencias principales en Calanda a la hora de analiza la manufactura de los instrumentos musicales más populares del Bajo Aragón en todo el mundo.

Zona de taller en el establecimiento de Plana Conesa, con parte del 'esqueleto' de los tambores en primer plano.
Zona de taller en el establecimiento de Plana Conesa, con parte del 'esqueleto' de los tambores en primer plano.
Laura Uranga

José Plana empezó a hacer tambores para la familia, con una cuadrilla de amigos, hace 45 años. Su hijo José Antonio ha cogido el testigo en la entrada de esta última década, después de muchos años aprendiendo el oficio y viendo de primera mano cómo se trabajaba el producto en una de las cunas de la ruta del Tambor y del Bombo, quizá la más conocida de los nueve pueblos que la forman, por el impulso histórico conferido por Luis Buñuel a los tambores de su pueblo natal, Calanda. Albalate del Arzobispo, Alcañiz, Alcorisa, Andorra, La Puebla de Híjar, Híjar, Urrea de Gaén y Samper de Calanda comparten este entorno privilegiado para los amantes de las procesiones de Semana Santa y la percusión que las caracteriza.

"Mi padre era mecánico y soldador; el primer tambor que hizo –recuerda José Antonio– fue para mi hermano mayor, en 1972. Poco a poco fueron llegando encargos y mejoró la técnica, aunque no dejó su oficio principal de mecánico y soldador hasta 1990, cuando ya empezó con la empresa junto a mi madre, Fina; ella hacía textil y correajes, además de ayudar en el montaje. De hacer 50 ó 60 tambores al año con los amigos pasó en aquél 1990 a hacer 280".

Calanda: fervor y surrealismo en una membrana

La empresa fue prosperando, a pesar de la competencia. Tomás Gascón fue pionero; ahora queda Tambores Calanda, de la familia Rocaful, que se reparte el grueso del mercado basado en Calanda con Plana Conesa. "Empecé ya de crío –recuerda José Antonio– y eso quiere decir que hay aspectos del negocio que he aprendido por observación, prueba... desde siempre. He trabajado en otros sitios, pero siempre me tiró el negocio familiar; no fabricábamos más por falta de tiempo, y entrar aquí abrió nuevas posibilidades. Aquí estoy, vamos adelante y siempre con ganas de llegar un poco más allá. Tenemos tambores en los nueve pueblos de la ruta, en mayor o menor medida, y en Zaragoza trabajamos con varias cofradías, con más impacto en la Columna y ahora el Descendimiento, también con ropa de cofrade, que nos hacen proveedores externos".

Sentimiento único

Dice José Antonio que lo que se siente en la Semana Santa calandina es difícil de explicar desde fuera. "Cada cual vive la suya al máximo, claro; aquí, además de la procesiones y los tambores, me quedo con el valor añadido de la reunión con gente que no ves el resto del año. También me encanta que tocas libremente por todo el pueblo, procesiones aparte; entras en un sitio, tomas algo, le das, vas a otro... se crea un ambiente único".

Los Tambores de Calanda se ponen mayúsculos fuera del pueblo, sobre todo cuando el grupo que responde a ese nombre viaja para demostrar su valía. Coordinados por Juan Herrero, de la cofradía Jesús Nazareno, han llevado los toques a medio mundo. Además de acompañar a grandes artistas como Miguel Ángel Berna, el año pasado actuaron en la en la trigésima ceremonia de los Premios Goya del cine español. Han actuado en Japón, Francia, Portugal... en aquella noche mágica de Madrid tocaron enlazados con un audiovisual de escenas alusivas a Buñuel, y el número empastó a la perfección, constituyéndose en uno de los grandes atractivos de la gala.

En las procesiones hay mucho respeto entre participantes y espectadores, incluso de los no creyentes. "El propio Buñuel, que era ateo –apunta José Antonio– no hablaba ni fumaba durante las procesiones. Simplemente le encantaba el tambor, y ya se encargó de mostrarlo en muchas de sus películas".

El proceso de fabricación

José Antonio detalla con palabras el carácter artesano del proceso. "La chapa va primero, nos viene ya a medida, luego doblamos y soldamos. Hay de acero, aluminio, latón… cada cosa tiene su sonido. Buscamos el material según la dureza y el acabado que le vamos a dar, desde la propia chapa a las llaves; todo lleva una numeración específica para mejorar su durabilidad, lo mismo que los apliques. Luego vienen los baños y los tratamientos, que hacemos fuera".

Después toca el montaje, para que el sonido sea el adecuado. "Se montan los bordones interiores que se tensan a mano, se ponen los tapes interiores, parche y aros, ajustamos todo y listos. Los parches son sobre todo de poliéster, hay muchos grosores y variedad, según cómo tocas y qué baqueta te gusta; no todos deben ni pueden llevar lo mismo. Hemos empezado a montar hace dos meses; tras Semana Santa creamos ‘stock’ para pasar el verano y después nos dedicamos a fabricar materiales hasta octubre, para empezar ahí el montaje".

El bombo tiene un proceso más sencillo; contrachapado, aros de haya, cuerda de cáñamo y pieles de cabra. Plana Conesa sigue poniendo picas en Flandes. "Trabajamos –cierra José Antonio– en toda España; Cataluña, Comunidad Valenciana, en Andalucía van más en mando de procesión porque suenan más, Extremadura, Galicia... ojalá que las cosas sigan así y podamos dar nuevos pasos".

Buñuel, el cineasta que redefinió el séptimo arte

Luis Buñuel nació en Calanda en el año 1900 y falleció en Ciudad de México en 1983. Pasó por la Residencia de Estudiantes en Madrid (donde conoció a Dalí y Lorca), vivió en París y pasó un largo exilio en México tras la guerra civil. Su nombre figura con letras de oro en el cine español y también en el mexicano, país en el que rodó algunas de sus obras maestras. El impacto de Buñuel, empero, es universal; sus primeros filmes, ‘Un perro andaluz’ (1929) y ‘La edad de oro’ (1930), le abrieron las puertas de las élites intelectuales europeas. Ganó la Palma de Oro de Cannes en 1961 por ‘Viridiana’, y el premio Óscar a la mejor película extranjera en 1972 por ‘El discreto encanto de la burguesía’. Calanda ha sabido honrar su memoria y el nombre de Buñuel aparece por doquier en su pueblo natal, desde el centro expositivo Buñuel Calanda al festival internacional de cine que también asocia su apellido al de la localidad.

Probablemente, el mejor melocotón del mundo

La denominación de origen Melocotón de Calanda, que se extiende por 45 municipios de Teruel y Zaragoza, es la única de España para este fruto y, según muchos, el entorno que cultiva el mejor melocotón del mundo. Hay varios detalles que llevan a esta consideración; para empezar, el nivel de azúcar natural, que se mide en la escala Brix, y que es óptimo en la variedad bajoaragonesa. La técnica del aclareo (quitar el 70% de los frutos existentes en el árbol hasta dejar una distancia de 20 centímetros entre fruto y fruto) lleva a la obtención de frutos más voluminosos, con un diámetro mínimo de 7,3 centímetros. En julio y agosto se embolsan a mano todos los melocotones de la DO, para protegerlos de agresiones externas. En los últimos años, la producción ha sido de tres millones de kilos, con un 15% de exportación a países de la Unión Europea y respaldo creciente en los mercados del extremo oriente.

LOS IMPRESCINDIBLES

La Esperanza

La iglesia tiene una predecesora del siglo XIII, en la zona conocida como ‘El Cuarto de los Sordos’ a la que se accede por una puerta a la derecha de la capilla del Santísimo. La actual fue bendecida en 1651, y ampliada en 1739.

La nevera

Es una estancia de considerable tamaño, una de las más grandes de España, que se utilizaba para conservar alimentos o bebidas a una temperatura fresca. Perteneció a la Orden de Caballería de Calatrava.

El Milagro

Para los creyentes, se trata del milagro mejor documentado de la historia de la cristiandad y uno de los pocos relacionados con la resurrección de la carne; Miguel Pellicer recuperó una pierna amputada en 1640.

-Ir al especial 'Aragón, pueblo a pueblo'.

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