Hipoterapia: caballos que provocan sonrisas en Zaragoza

El de Aldeas Infantiles es uno de los centros zaragozanos en los que se ofrece este tipo de terapia complementaria con animales.

Un niño sobre un caballo disfruta de una sesión de hipoterapia en el centro de Aldeas Infantiles en Zaragoza.
Hipoterapia: caballos que provocan sonrisas en Zaragoza

Hace unos meses Ugo, de 8 años, comenzó a tener dificultades para concentrarse en clase. “Se aburría mucho y tenía problemas de comportamiento. Pronto detectaron que se trataba de un niño de altas capacidades y con un alto nivel de auto exigencia”, explica Lidia, su madre. En su búsqueda por un remedio para mejorar su calidad de vida, esta zaragozana se topó con la hipoterapia por recomendación de una amiga.

Se trata de un niño que necesita hacer todo a la perfección. “Cuando no es así se bloquea y se frustra, y esto le provoca una sensación de miedo constante”, ilustra Lidia. Sin embargo, esta situación ha mejorado desde el mes de enero, cuando empezó a acudir cada jueves a su cita semanal con Ana y sus caballos. “El primer día no quería separarse de mí, y ahora no hace más que preguntarme que cuándo le toca ir con los caballos”, afirma. Aunque la evolución es lenta, su madre asegura que los resultados son sorprendentes: “Ahora está más relajado y tiene ganas de hacer cosas. Tiene más seguridad en sí mismo y está aprendiendo a escuchar a los demás”.

Algo parecido le ocurrió a Jorge, un zaragozano de 7 años con autismo que desde los 4 recibe una sesión semanal de hipoterapia. “Llegamos a Aldeas de la mano de Disminuidos Físicos de Aragón (DFA) y la verdad es que le ha servido mucho para tranquilizarse y, sobre todo, para ser capaz de sentir emociones que no puede sentir de otra manera”, explica Jorge, su padre.

También para Ángel, un niño de 4 años que todavía no ha aprendido a hablar. “Lleva acudiendo un año y medio a esta terapia y le está ayudando mucho. Cada vez entiende mejor las órdenes y los procedimientos necesarios para trabajar con el pony”, explica su madre, Elena. Aunque son conscientes de que el camino por recorrer es largo, para estos padres y madres el sentir estas mejoras en sus hijos es todo un logro.

A pesar de tratarse de una terapia todavía muy desconocida, en Zaragoza existen varios centros en los que se lleva a cabo, como es el caso de la ONG dedicada a los colectivos de juventud e infancia Aldeas Infantiles, en Villamayor. En el ámbito de la hipoterapia ofrecen este servicio a dos grupos distintos. “Hablamos, por un lado de intervenciones asistidas con caballos para los niños tutelados por Aldeas, y, por otro, de terapia ecuestre para los externos”, explica Ana Hernando, hipoterapeuta de la entidad.

En el primer caso la actividad se centra en fomentar el trabajo en equipo, la interacción social, la comunicación y otro tipo de habilidades sociales, mientras que en el caso de las terapias ecuestres se centran en menores con alguna discapacidad. Se trata de sesiones únicas y 100% personalizadas ya que cada niño es un mundo. “Durante la primera parte de la sesión, el saludo, se desarrolla el vínculo entre usuario y animal. En el desarrollo llevamos a cabo diferentes actividades según los objetivos de cada niño y finalmente, en la despedida, bajamos del caballo y lo acompañamos a la cuadra “, explica Hernando.

Se trata de un ritual que, además, cuenta siempre con el asesoramiento de la familia y el resto de terapeutas y profesionales que tratan a cada niño. “Esta terapia es complementaria, aporta los beneficios de una actividad al aire libre, lúdica, con sensaciones derivadas del movimiento del caballo y sus reacciones…”; añade.

Actualmente una treintena de niños de entre 3 y 12 años disfrutan de estas sesiones semanales y de carácter gratuito, la gran mayoría (28) son de Terapia Ecuestre. “Se trata de una actividad encaminada a la mejora de la calidad de vida del usuario y de su familia, porque los padres disfrutan de ver a sus hijos reír y pasar un buen rato”, asegura Hernando.

Una jubilación diferente para un caballo

Dentro de la instalación de Aldeas Infantiles se ubica este espacio Mavaseda, que empezó como un sueño de José Miguel Gimeno y hoy se ha convertido en el pequeño paraíso de muchos de los niños que acuden allí cada semana. En esta granja escuela, en la que no solo hay caballos y un pony, sino también gallinas, patos, ocas, conejos y perros, se ubican un huerto y el invernadero de la ONG.

Por supuesto, Capitán, Diablo, Joaquín y Roqui -el pony- son los grandes protagonistas. En la mayoría de los casos se trata de caballos mayores que ven en este centro una alternativa a su jubilación.

Una de ellos fue Jhave de Beauvoir, una yegua que terminó sus días en este centro a los 19 años. “Qué mejor forma de despedirse que haciendo felices a niños con problemas”, asegura José Torreblanca, zaragozano que decidió donarla hace un año. Él y su mujer, Mari Carmen Rubio, tras decidir que no iban a tener más caballos, optaron por donar un total de cinco ejemplares a una buena causa: “Para este tipo de actividades se necesitan caballos dóciles, domados y muy especiales, no es fácil encontrarlos”.

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