Las 'picarazas' podrían pasar 56 años entre rejas por desvalijar a decenas de ancianos

Seis meses haciéndose pasar por trabajadoras sociales, empleadas de sanidad o personal de Cruz Roja para ganarse la confianza de ancianos y desvalijar después sus viviendas podrían costar hasta ocho años de prisión a tres mujeres. Porque esa es la pena que acaba de solicitar la Fiscalía para Sigina M., Larisa Denisa T. y Petruca G. -conocidas policialmente con el sobrenombre de las 'picarazas'- como presuntas autoras de al menos 62 robos perpetrados entre octubre de 2016 y marzo de 2017 en hogares de Zaragoza, Huesca, Teruel, Jaca, Ciudad Real, Gijón, Oviedo, Burgos y León. Además de ellas, la Audiencia Provincial sentará en el banquillo de los acusados a los cuatro hombres -Simion Dorin M., Laurentiu S., Raju Gigel R. y Marius Cristian M.- que las llevaban en coche por toda España y para los que ahora se pide la misma condena.

La desarticulación de esta activa organización delictiva se produjo la pasada primavera gracias a la Operación Picaraza, en la que intervinieron tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil. Con la detención de estas siete personas se puso fin a una oleada de robos que tenía principalmente como víctimas a personas de más de 80 años, a las que no solo arrebataban joyas y objetos de valor, sino también importantes sumas de dinero que guardaban en casa. En varias ocasiones, los delincuentes se llevaron tarjetas bancarias con las que luego limpiaron las cuentas de los ancianos. No les resultó complicado, ya que los octogenarios solían guardar las claves de seguridad en el mismo sitio: ya fuera una pequeña caja de caudales o un simple cajón.

Dadas las limitaciones de sus víctimas, las falsas asistentas solían engañarlas y llevarse el botín sin despertar sospechas. El método habitual solía ser pedir un vaso de agua, pero tenían un amplio abanico de recursos: desde una supuesta inspección de sanidad a un relajante masaje. Cualquier excusa era buena. Las acusadas no solían precisar hacer uso de la violencia, pero tampoco tenían reparos en recurrir a ella si era preciso. Además, estas mujeres contaban siempre con un compañero que vigilaba el edificio para advertirles de ‘visitas’ inesperadas.

Tres pisos francos

La organización -a la que los investigadores vinculan a otras nueve personas, que no serán juzgadas por estar en paradero desconocido- tenía su centro de operaciones en la capital aragonesa, pero utilizaba varios coches de alta gama para moverse por distintas provincias. A modo de ejemplo, la Fiscalía hace constar en su escrito de acusación que el 25 de marzo de 2017 salieron temprano de Zaragoza y tuvieron tiempo de visitar Burgos, León y Oviedo. Fue precisamente este día y en esta última ciudad donde la Policía logró interceptar a tres de los ahora acusados y deshilvanar una madeja que dio al traste con la banda.

Los delincuentes, casi todos ellos familia, contaban con tres pisos en Zaragoza: dos de ellos, en el mismo bloque de la calle de Jacinto Corralé, en el barrio de Jesús, y el tercero, en la calle de Predicadores. Allí guardaban muchas de las joyas robadas, casi todas aplastadas o con las piedras desengarzadas, preparadas para su posterior venta al peso. Tal era la cantidad de pulseras, anillos, colgantes y alhajas que los asaltantes almacenaban que trataron de deshacerse de ellas arrojándolas por el váter y provocaron una inundación en los locales de la peña La Fogata, situada justo debajo de uno de los pisos.

La banda contaba también con una nave alquilada en Alfajarín, donde se intervinieron los ocho vehículos -incluidos tres modelos de BMW y un Audi A-8- que utilizaban para desplazarse por toda España.