Zaragoza en mil y una historias

Curiosidades zaragozanas como la del temido pozo de San Lázaro, la desaparecida Torre Nueva o las voces de la Casa del Duende.

Mural de la Torre Nueva en la calle del mismo nombre ubicada junto a la Plaza San Felipe.
Mural de la Torre Nueva en la calle del mismo nombre ubicada junto a la Plaza San Felipe.
Esther Casas | HERALDO

Mucho antes del advenimiento del concepto de ‘viral’, los zaragozanos ya compartían historias curiosas. Algunas reales e inspiradoras de chistes, como aquel autobús discotequero que arremetió contra la Puerta del Carmen. Otras, envueltas en el misterio, como las voces de la Casa del Duende o los mitos asociados al temido e insondable pozo de San Lázaro, bajo el Puente de Piedra. También, entrañables, como la de la Torre Nueva, monumento ya desaparecido, pero que permanece en el imaginario colectivo de los zaragozanos.

La Puerta del Carmen sigue en pie, a pesar del choque del autobús de la Coliseum

En 1997, la Puerta del Carmen, una de las doce puertas de la ciudad, cumplía 208 agitados años de vida. Un tiempo en el que llegó a superar los cañonazos franceses durante los Sitios (1808-1809). Sin embargo, lo que no lograron las tropas napoleónicas casi lo consigue un autobús que volvía al amanecer de la discoteca Coliseum, en Almudévar (Huesca). Fue sobre las 7.00 de un 23 de febrero cuando se produjo un suceso que casi provoca un patatús a los zaragozanos.

El vehículo derrapó por la lluvia y se empotró contra un lateral de la puerta, que se tambaleó y a duras penas aguantó en pie. Tras un apuntalamiento de urgencia, los bomberos pudieron retirar el autobús. Siete meses más tarde, la Puerta del Carmen –catalogada como bien de interés cultural y desde 1908 monumento nacional– volvió a lucir su esplendor, más protegida e iluminada y con los sillares dañados ya restaurados. Ha aguantado más, por cierto, que la mítica discoteca, que cerró sus puertas hace nueve años.

Vista del Puente de Piedra a la altura del Pozo de San Lázaro


Vista del Puente de Piedra a la altura del Pozo de San Lázaro. | Esther Casas/HERALDO

El pozo de San Lázaro: donde la leyenda se entremezcla con la realidad

En la madrugada del 19 de diciembre de 1971, un autobús que cubría la ruta Barcelona-Badajoz chocó a la altura del puente de Piedra con la barandilla metálica que protegía del río y se precipitó al Ebro. Lo hizo sobre una zona poco profunda y la mayoría de los pasajeros pudieron salir –varios, malheridos– y quedarse sobre el autocar a la espera de la precaria ayuda. Diez personas fueron dadas por muertas y 42 lograron sobrevivir. Al día siguiente, los servicios municipales intentaron sacar los restos del autobús con una sirga, pero la operación fue un desastre: la sirga se rompió y el vehículo se hundió en las profundidades del pozo de San Lázaro. La leyenda había vivido un nuevo capítulo.

Esta sima –"uno de los lugares más legendarios y siniestros de nuestra historia ciudadana", según publicó Heraldo hace cuatro décadas– encarna uno de los mitos más célebres de la ciudad: que si no tiene fondo, que si comunica directamente con Tortosa, que si es objeto de                                románticos suicidios. Como es natural, la realidad es mucho más prosaica que todo eso.

En 1975, un grupo de buzos del Club Aragonés de Actividades Subacuáticas, con la colaboración entre otros del Regimiento de Pontoneros, emprendieron un "viaje a lo desconocido": descendieron por la sima con una virgen del Pilar de 150 kilos a cuestas. Alcanzaron una profundidad de 18 metros y depositaron la imagen entre dos bloques de piedra, pero no se toparon con el autobús siniestrado cuatro años antes. El misterio, pues, seguía sin resolver.

Pero no fue hasta seis años más tarde cuando quedó definitivamente "rota la leyenda negra" del pozo de San Lázaro. El 14 de mayo de 1981, los bomberos de Zaragoza culminaron una operación que duró dos meses y, rodeados de una inusitada expectación vecinal –con el entonces alcalde, Ramón Sáinz de Varanda, en primera fila–, consiguieron sacar a la superficie el destrozado autobús diez años después del siniestro.

Ni hueco insondable ni animales fantásticos: un pozo de unos veinte metros, quizás horadado siglos atrás para obtener piedra de construcción. Iker Jiménez, aquí no hay tema.

El edificio Duende se ubica en la esquina de Juan Pablo Bonet y Gascón de Gotor donde se ubicaba la antigua Casa del Duende


El edificio Duende se ubica en la esquina de Juan Pablo Bonet y Gascón de Gotor donde se ubicaba la antigua Casa del Duende. | Esther Casas/HERALDO

La Casa del Duende: ¿de dónde surge esa voz?

Si hay un episodio en Zaragoza 100% carne de ‘Cuarto Milenio’ es el de la Casa del Duende, en el número 2 de Gascón de Gotor. A finales de 1934, en la cocina de una "respetable" –según afirmaba entonces Heraldo– familia surgía una misteriosa voz humana. Si apagaban la luz, decía: "No apaguéis la luz"; si lloraba un niño: "No llores". El supuesto duende respondía con salero a las preguntas que se le planteaban.

El fenómeno se propagó con rapidez, y hubo que controlar a las masas de zaragozanos que se apostaban a las puertas de la casa. De hecho, el enigma –que, todo hay que decirlo, más que temor generaba sorna en la ciudad– traspasó los confines de la ciudad para llegar hasta el británico ‘The Times’, y motivó la llegada de afamados videntes.

HERALDO abrió páginas y páginas con el suceso, que dio lugar a numerosas investigaciones policiales y que fue aprovechado por oportunistas comerciantes para hacer ‘merchandising’. Fuera de fenómenos paranormales, se atribuyó a la ventriloquía o a algún engaño similar. Sin embargo, el caso se cerró como se abrió: sin explicación. Había nacido el mito.

Mural de la Torre Nueva


Mural de la Torre Nueva en la calle del mismo nombre ubicada junto a la Plaza San Felipe. | Esther Casas/HERALDO

La Torre Nueva: el brazo amputado a los zaragozanos

Si hay un fantasma suelto por Zaragoza, ese es el de la Torre Nueva. Porque de la misma forma que muchos de quienes sufren la amputación de una extremidad siguen viéndola y sintiéndola como antes, también los zaragozanos hemos aprendido a convivir con esa ausencia: la del monumento mudéjar derruido en 1892 –hace justo 125 años– en una decisión que aún sigue causando estupor.

La justificación entonces del Ayuntamiento de Zaragoza fue su inclinación, producto según el arquitecto José Laborda Yneva de las prisas en su construcción, lo que hizo que el fraguado no fuese equilibrado en la base.

Así, la torre, cuyo rol era servir de reloj público a los zaragozanos, vivió torcida toda su existencia. Una existencia jalonada por momentos emblemáticos, como su papel durante los Sitios, cuando gracias a sus 67 metros de altura sirvió para vigilar a las tropas francesas; allí ondeó, de hecho, en febrero de 1809 la bandera blanca de la capitulación. ¿Hubiera seguido en pie la Torre Nueva? Nunca se sabrá.

Un equipo de televisión japonés intentó grabar un ataque de siluro a palomas en el Puente de Piedra


Un equipo de televisión japonés intentó grabar un ataque de siluro a palomas en el Puente de Piedra. | José Miguel Marco

Siluros a la caza de palomas

Una televisión japonesa llegó a diseñar una cámara con forma de paloma para estudiar el fenómeno: voraces siluros lanzándose a la orilla del Ebro, en pleno paso de la capital, para tratar de cazar estas abundantes aves. Todo un espectáculo del que por supuesto no se ha librado la red social de vídeo por excelencia, YouTube, donde proliferan los ejemplos de siluros al ataque.

Las palomas no forman parte de la dieta habitual de estos peces, que por su gran tamaño –llegan a superar los dos metros de longitud y los 100 kilos de peso– suelen llamar la atención de quien busca vida en el Ebro. Pero el siluro, una especie carnívora y exótica que llegó hace unas décadas a Aragón, devora todo lo que se encuentra por delante y entra en su boca, ya sea crustáceo, pez o anátida, y eso siempre despierta cierta inquietud.

Conviene sin embargo no alarmar: no se tiene constancia de que un siluro haya atacado alguna vez a un ser humano. Lo cual en todo caso no sirve de consuelo a las organizaciones ecologistas, que llevan años denunciando, sin éxito, que esta especie proveniente de Europa central está poniendo en peligro la fauna autóctona del Ebro. Sin ir más lejos, el siluro ha provocado la extinción completa del barbo, un pez antaño muy abundante.

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