Alpartir: escuela de niños bravos y felices

El CEIP Ramón y Cajal de Alpartir colecciona premios por su metodología educativa, basada en dar cancha a los peques, hacerles pensar y garantizar el poso de felicidad que debe dejar el aprendizaje.

Juan Antonio Rodríguez 'Gigi', en la puerta del colegio que dirige.
Alpartir: escuela de niños bravos y felices
Laura Uranga

La condición de somarda es algo que muchos aragoneses llevan con orgullo y, en menos ocasiones, algo de resignación. El multipremiado CEIP Ramón y Cajal de Alpartir ha sido objeto de bombardeo desde ese colectivo tan nuestro, como ocurre en esta tierra con todo éxito que no genera consenso; medalla de oro de la Educación Aragonesa, premio de Buenas Prácticas en Educación Inclusiva y Convivencia, premio SIMO a la Innovación Educativa, premio a la Conciencia Medioambiental de la Unesco... además, forma parte de la Red Internacional de Escuelas ‘Changemaker’... pero ojo, se sigue oyendo el "no será para tanto, algo malo tendrán".

A simple vista, nada chirría. Ahora mismo, en el Ramón y Cajal son cinco docentes en la brega, uno a media jornada, para treinta y nueve alumnos entre tres y doce años de edad. Todos reman en la misma dirección. El director del colegio, Juan Antonio Rodríguez ‘Gigi’, es de Granada. Lo del apodo viene por sus padres y la canción ‘Gigi L’amoroso’ de Dalida, que les gustaba mucho. Quince años atrás hizo unas oposiciones, se vino a Aragón y en la última década ha estado en Alpartir; tiene mellizos de dos años, que llegarán a su cole en breve.

Alpartir: escuela de niños bravos y felices

"Suelo decir –matiza Gigi– que no hacemos ni más ni menos que lo que hacían las maestras de la República, o lo que desarrollan ahora otros centros aragoneses. Manejamos los conceptos de inteligencias múltiples, trabajo en equipo, neurociencia… estos años hemos dado mucha importancia a una metodología activa, con el alumnado como protagonista, pero eso tampoco es un descubrimiento: está en la declaración de los derechos de la infancia".

El ejercicio de humildad, que suena sincero, da paso a una puntualización esencial. "Aquí nos esforzamos en darle continuidad al proyecto; en Aragón, la media anual de cambio en las plantillas de la educación rural es de un 60%, que es una barbaridad. Ese 40% que no cambia lleva ya diez años seguidos en Alpartir, cuando en otros sitios cercanos cambian el 100% cada tres años. Aquí se trabaja de manera estrecha con colectivos locales y familias".

Seis sentidos en ejercicio

Los libros de texto del colegio son especiales. El de ciencias naturales –con un número cambiante de imágenes y páginas, las tipografías y colores marcados por la naturaleza– consta de salidas al entorno en senderos recuperados por la Asociación La Butrera, creada para la defensa de la naturaleza. Los chavales van con agentes forestales, expertos en fauna y flora… un lujo. "Al principio de quitar los libros hubo suspicacias, claro; por eso siempre estuvimos en contacto permanente con las familias –aclara Gigi– para garantizarles que no se iban a desatender los contenidos curriculares. No tenemos varitas mágicas, simplemente llegamos a las metas por otros caminos".

A la hora de abordar la ESO, la muchachada del Ramón y Cajal va a La Almunia. "Andan en la media de la comarca, ni más ni menos, pero en expresión oral, trabajo en equipo y utilización de las TICS se salen. El primer año es duro para todos, algo lógico en un cambio de ciclo; además, está el tema de la socialización. Este año solamente tenemos tres en sexto de primaria, así que organizamos actividades con otros colegios de la comarca para que los que se reúnan en el instituto el año que viene se vayan conociendo", razona Gigi.

Aprender a fondo

De entre los tabúes que se rompen en el Ramón y Cajal, el uso del móvil es uno de los más llamativos. "Tenemos un proyecto con Cruz Roja –explica el director del colegio– enfocado a las personas mayores, y una de las actividades principales es enseñarles a usar el ‘smartphone’. Los abuelos suben al colegio y son los niños los que les explican cómo usarlos. Con los mayores del cole hay prácticas de buen uso y prevención con el tema fotos y redes… lo fácil es decir no al móvil. Decimos sí a hacer mermelada de higos en nuestra cocina solar, o al ajedrez como algo más que una extraescolar. Con la mermelada se trabajan proporciones, medida, capacidad y reacciones: matemáticas, física y química".

Con el pueblo hay sinergia absoluta. "En mayo hacemos unas jornadas llamadas ‘La escuela que queremos’, evaluamos lo hecho, escuchamos y aclaramos dudas. Queremos que los niños sean felices, lo que no quiere decir que esto sea Jauja; se trata –concluye Gigi– de que disfruten con los resultados".

El efecto Ramón y Cajal llega hasta los planes de familias foráneas; ahora mismo, como revela orgulloso el más alpartirense de los granadinos hay diez que quieren mudarse al pueblo para llevar a sus hijos al Ramón y Cajal. "El problema es que no hay vivienda hábil en el pueblo, y el tema es competencia de la DGA, no del Ayuntamiento, que ha creado una consejería apoyar este reto. Esperamos que se halle una solución".

El logotipo que surgió del cancionero: ¡viva Nino Bravo, su beso y la famosa flor!

David Monreal es del pueblo, estudió Bellas Artes y aunque el día a día lo tiene más fabril que artístico (es pulidor en la empresa Yudigar de Cariñena) ha seguido alimentando su vocación, con parada y fonda en el diseño gráfico. También ha colaborado con el Ramón y Cajal en diversas coyunturas relativas a su formación. La idea primigenia del logo que hizo para Alpartir es obvia: labios rojos y una flor de varios colores. Alusión directa al verso más famoso de ‘Un beso y una flor’, indeleble tema de Nino Bravo. A pesar de lo que cree mucha gente, en Alpartir no están hartos del tema. "Qué va, siempre la hemos cantado aquí con ganas ?dice David? porque es algo que nos une. Los colores también tienen un simbolismo directo en la presencia de diversas fuerzas políticas. El pueblo es lo que importa, está por encima de todo eso. Ya han pasado algunos años desde que me lo pidieron en el Ayuntamiento; está en folletos promocionales, actividades de las asociaciones, productos de promoción... y bueno, también lo tenemos en el centro del pueblo, bien a la vista de todos".

El Mina Rock, un festival combativo que suma catorce ediciones y cuida la música aragonesa

Este verano se celebró la decimocuarta edición del Festival Mina Rock de Alpartir, con Toño Monzón en los fogones programáticos. Una iniciativa que surgió de la consejería de Cultura de la Comarca de Valdejalón, después de que se grabara un cedé con grupos locales. El Mina Rock siempre ha cuidado con devoción el talento aragonés y, al mismo tiempo, ha hecho esfuerzos ímprobos para completar su cartel con figuras de relumbrón en el panorama nacional: Medina Azahara, Tako, Ariel Rot o Siniestro Total han estado en el cartel. Este año, la estrella invitada fue la navarra Aurora Beltrán, de Tahures Zurdos; trajo a la plaza de la Iglesia su actual encarnación de estrella serena del rock, alma indómita y canciones al desnudo. En las piscinas, escenario tradicional del festejo, estuvieron Tractores Agresivos (Ricla), los jovencísimos White Coven (La Almunia de Doña Godina: uno de los mejores grupos de rock que han salido de Aragón en el último lustro), las versiones de lujo de los Electroduendes (surgidos tras el adiós de la Bogus) y Los Blue Yeyés, con música de los 60 y 80. También hubo muestra fotográfica, discomóvil de cierre y, sobre todo, mucho amor a la música.

LOS IMPRESCINDIBLES

Mundial del juego de la oca

Este año, en el seno de las fiestas del Rosario, Alpartir ha organizado la undécima edición de los campeonatos del mundo del juego de la oca en el pabellón La Unión. La inscripción, como siempre, fue gratuita.

Convento de San Cristóbal

Es una balconada natural de la zona, muy visitada por senderistas y de fácil acceso. Esta edificación franciscana (hoy derruida casi por completo) fue una filiación del convento de San Francisco de Calatayud.

Las minas de plata

Son fundamentales en la historia de la minería aragonesa. Se explotaron en la época romana durante dos siglos, aunque las labores más importantes son del XIX. El mineral base era la tetraedrita, con un trazo de plata del 1%

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