Un calandino de 81 años desafía al cáncer en su bicicleta

El aragonés Antonio Gascón acaba de cumplir su sueño deportivo: llegar a Calanda sobre dos ruedas.

Antonio Gascón, a su llegada a Calanda
Antonio Gascón, a su llegada a Calanda

“Siempre le digo a mi familia que si un día me pasa algo yendo en bici, que lo celebren, porque me habré ido siendo feliz”. Así de contundente explica el calandino Antonio Gascón lo que significa para él ir en bicicleta a sus 81 años y recientemente –el pasado mes de enero- diagnosticado de metástasis.

Tenía 48 años cuando subió a una bicicleta por primera vez. Por aquel entonces no sabía que este deporte se convertiría en el motor de su vida y en una fuente de vitalidad que, en su caso, parece inagotable. “En 2015 le detectaron un tumor en la entrada de colon, junto al hígado, y en seguida se lo retiraron y le dieron unas sesiones de quimioterapia”, recuerda Marc Gascón, uno de sus tres hijos.

Nada les hizo pensar que el pasado mes de enero volvería a manifestarse la enfermedad, llegó a perder 11 kilos. “Acaba de recibir 12 sesiones de quimio, y para sorpresa de todos se encuentra fenomenal. Es un caso excepcional, algo que le animó a llevar a cabo el reto”, destaca Marc.

Entre risas, su hijo relata cómo, durante el proceso del tratamiento que terminó el 2 de agosto, su padre, que cumplirá 82 años en octubre, alternaba una semana en el hospital con escapadas al Pirineo para seguir sobre su bicicleta. "Estando en el hospital nada más recibir la noticia, le llamaron de la Quebrantahuesos de Huesca porque era uno de los participantes más mayores de esta edición y les dijimos lo que ocurría. Nada más colgar, me dijo: "A la del año que viene me apunto seguro", recuerda.

Ni las malas noticias han podido con el ciclista aragonés que, a principios de agosto, cumpliría su sueño deportivo: recorrer los 112 kilómetros que separan Fraga de Calanda sobre su inseparable vehículo de dos ruedas. “Para él, estos retos son vida y, de paso, sirve para dar ejemplo a quienes estén pasando por un proceso parecido. Hay que estar animados”, afirma Marc, que acompañó junto a sus dos hermanos, José Manuel y Esteban, a su padre durante todo el trayecto. Eso sí, en coche. “Yo tengo 40 y no hago lo que ha hecho él”, bromea su hijo.

La aventura comenzó el 11 de agosto a las 5.30 de la mañana. 13 horas después, cuando pasaban 10 minutos de las 18.00, llegaría a su destino, Calanda, donde le esperaban varios miembros de la familia para darle la enhorabuena y arroparle en su llegada. “La primera vez que me subí en una bicicleta hice 12 kilómetros y me tuve que bajar cuatro veces. Pensaba que esto no era para mí y mira ahora”, afirma el aragonés que atesora numerosos premios y medallas en competiciones por toda España.

“Lo más importante de este deporte es el entrenamiento, la técnica y la actitud positiva. Siempre me propongo nuevos retos y quisiera que esto sirva para que la gente enferma tenga motivaciones para seguir adelante. Cada uno a su manera, pero que no se queden en el sofá”, explica.

Además, el ciclista recuerda, todavía muy emocionado, su llegada a su localidad natal arropado por familiares y amigos. “Mi meta era mi casa de Calanda. Solo pensaba en eso”, asegura. Una vez allí decidió visitar a la Virgen del Pilar, lugar donde le bautizaron. Aunque, en su opinión, lo mejor ha sido el apoyo de sus hijos: “Esto sin duda fue lo más bonito de todo ya que dos llevaban muchos años sin ir”.

Una vida de superación

A pesar de abandonar la localidad del Bajo Aragón cuando tan solo era un niño, jamás ha olvidado sus raíces turolenses. Antonio tenía tan solo 8 años cuando partió junto a sus padres y a su hermano de 4. “Mis padres encontraron trabajo en Hospitalet de Llobregat, en la antigua fábrica textil Tecla Sala donde yo empezaría a trabajar a los 14 años. Allí llegaría a ocupar el puesto de director técnico textil”, recuerda.

En 1971 le trasladarían a una nueva planta ubicada en el municipio catalán de Manlleu, donde reside en la actualidad. “Yo tenía 37 años y acababa de perder a mi mujer a los 32. Me quedé solo con dos hijos, de 3 y 6 años. Mi padre se vino con nosotros”, recuerda. Una vida difícil que, sin embargo, no ha logrado robarle la sonrisa ni la vitalidad.

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