Almudévar: La comedia puede con todo... y Pedro Saputo es el guía

El grupo Teatro de las Amypas honra puntualmente cada año la figura del pícaro personaje de Braulio Foz en el certamen de teatro aficionado que se celebra cada año en Almudévar.

Felipe Ruiz, director del grupo de teatro Amypas, en la balsa de la Culada de Almudévar.
Felipe Ruiz, director del grupo de teatro Amypas, en la balsa de la Culada de Almudévar.
Laura Uranga

La figura de Pedro Saputo está ligada a Almudévar de un modo indeleble, gracias a la tinta que empleó el turolense Braulio Foz en escribir su historia allá por el año 1844. Hasta tal punto llega la cosa que el gentilicio oficioso del pueblo es ‘saputos’. El amor por el personaje pícaro más famoso de Aragón se traslada igualmente al teatro: entre febrero y abril de este año se celebró la decimosexta edición del Certamen de Teatro Pedro Saputo, con la participación competitiva de ocho compañías de teatro aficionado de todo Aragón y los anfitriones –Teatro de las Amypas– como invitados recurrentes, que interpretan año tras año pasajes de la obra que da nombre a la actividad. Desde su carácter aficionado, valga la paradoja, trabajan como profesionales, muy profesionales, como decía Manuel Manquiña en ‘Airbag’... y los resultados son excelentes.

El presidente de las comisiones de Cultura y Urbanismo del ayuntamiento local, José Luis Abad, detalla esa estrecha relación entre el antihéroe creado por Foz y el pueblo en el que se centran sus aventuras. "Da mucho juego, tanto para vertebrar el certamen de teatro como para enseñar el pueblo a los visitantes con paseos teatralizados. Teatro de las Amypas prepara cada año su obra relacionada con Saputo y otra que estrenan después de navidades, y que pasean durante el año por distintos escenarios. Yo –sonríe– les hago los decorados, por cierto".

Almudévar: La comedia puede con todo... y Pedro Saputo es el guía

Felipe Ruiz es el director de Teatro de las Amypas. "Nuestro grupo comenzó en las ‘apas’ de los colegios, cuando se abordó la actividad de teatro para los chavales. Un día, los padres nos pusimos a darle vueltas a preparar algo entre nosotros. En 1989 empezamos con el grupo, y no hemos parado. Primero fue aquí, luego salimos a algunos pueblos representados por las ‘apas’ colegiales y, poco a poco, hemos recorrido muchos pueblos de Aragón, sobre todo de Huesca, claro".

Rizar el rizo

El grupo abordó en los primeros años los capítulos más conocidos de la historia protagonizada Pedro Saputo: ‘Pleito al sol’, ‘La justicia de Almudévar’… hasta que la fortuna llamó a la puerta. "Un vecino de Almudévar que trabajaba en Zaragoza, Antonio Borderías, trabajó en un libreto inspirado en la novela a petición de un grupo profesional de allá. Finalmente, la obra no se representó, y como sabía lo que hacíamos aquí, puso su trabajo a nuestra disposición. Eso nos animó a ponernos un reto más ambicioso; teatralizar toda la novela, desde el nacimiento de Pedro a la etapa de sus oficios, los tiempos en el convento… poco a poco hemos completado el primer acto, ahora estamos en el segundo, cuando Pedro ya anda conociendo mundo, recién metido en la tuna estudiantil. Nos falta más de medio libro, así que tenemos para unos siete años más. Ensayamos dos días a la semana todo el año, y un día extra cuando se acerca el certamen.

En el grupo son diez para la obra anual de tema libre, pero cuando llega la cita con Saputo suelen entrar invitados jóvenes y mayores, desde abuelas hilanderas a joteros, danzantes... todo el pueblo. "Los días del certamen son una fiesta. Este año invitamos a un dramaturgo asturiano, José Ramón Oliva, y adapté una obra suya. L ‘espiecé’, vaya, no soy dramaturgo, trabajo en riegos. De hecho, si en la obra no hay personaje para todos, lo añado, y si hay muchos, quito alguno: no quiero quejas de los compañeros".

Con una sonrisa

Amén de la dedicación y las ganas, el grupo tiene una sola consigna, trabajar en clave de comedia. "Nuestra ambición es divertir a la gente hora y media y hacer más grande la figura de Pedro Saputo, que ya tiene cómic, cuentos infantiles, cortos y hasta un disco de la Orquestina del Fabirol. Cuando armamos las visitas teatralizadas al pueblo hay varias paradas relacionadas con la obra, y una de las favoritas de la gente es la de la balsa de la Culada. Los vecinos de Almudévar andaban preocupados porque la torre de la iglesia se había inclinado, así que Saputo ató sogas a la torre y puso a la gente a tirar. Cuando estaban todos en el afán, cortó las sogas y la gente se cayó de culo, de ahí el nombre".

Un grupo de saputos escucha atentamente las palabras de Felipe en la terraza del bar Samuel, en la plaza de España. Junto a ellos, un motorista sale de la plaza después de perder el pie y trastabillarse un poco al quitar el pedal, y la mesa entera de escuchantes se pone a tomarle el pelo. Felipe mira la escena; ¿Anota mentalmente la anécdota? ¿Acabará en uno de sus libretos? La respuesta, el próximo enero...

La trenza de Tolosana sigue siendo la tentación más dulce de toda la provincia

A las puertas de la panadería Tolosana de Almudévar se produce un fenómeno curioso dos veces al día, coincidiendo con las aperturas de mañana y tarde. Hay gente fuera, esperando. Lugareños y extraños. Más allá de los panes, que también, la trenza es el objeto de deseo de todos. Una receta imitada y nunca igualada, que han mantenido tres generaciones en esta familia. La calidad del producto, la ausencia de ayudantes a la fermentación, la materia prima selecta (harina de alta calidad, almendra y nuez, pasa sultana sin semillas macerada en ron, mantequilla recién pasterizada, yema fresca para el relleno) y el mimo en la elaboración la han convertido en favorita para media España, y un regalo post-viaje muy valorado: crujiente en el exterior, textura tierna y cremosa por dentro. También hay tiendas en Zaragoza y Huesca, amén de puntos de venta en espacios ‘gourmet’.

En estas fechas de fiesta mayor en Huesca hay otros dos productos estelares en Tolosana: el pan de San Lorenzo y las riquísimas trufas laurentina, hechas con gelé de limón y ganaché de albahaca.

Coliseum, templo noventero de la electrónica más salvaje, cumple 24 años en septiembre

En los años noventa, antes de que Florida 135 eclosionara como una referencia mundial de las fiestas electrónicas (con un concepto y música diferentes, eso sí) nombrar la Coliseum en Aragón y las provincias cercanas era sinónimo de fiesta desbocada. No sin polémicas, pero siempre con el hedonismo por bandera, la sala abrió en 1993 y estuvo muy arriba en la tabla de discotecas españolas en aquellos primeros años.

En Coliseum supieron marcar un estilo propio de fiesta, que musicalmente estaba encaminado por algunos de los sonidos más duros (del ‘hard house’ al ‘jumper’) y que atraía a fiesteros desde Zaragoza y Huesca en los famosos autobuses nocturnos. Javi Aznar es el DJ que más ha caracterizado el sonido y la filosofía de la sala, junto a otros residentes como ADN o Kuki, aunque fue DJ Frank el que estuvo en el principio de la iniciativa. Decoración decadente, una potencia de sonido bestial… ir a la Coliseum suponía exprimir la fiesta hasta quedarse sin fuerzas. En los últimos años, y tras algunos periodos de inactividad, la sala ha limitado sus aperturas a fiestas puntuales, como la que llegará en breve: el próximo 9 de septiembre para celebrar el vigesimocuarto aniversario de la apertura. En octubre hay otras dos citas programadas

LOS IMPRESCINDIBLES

El castillo de la Corona

La visita oficial al pueblo parte de la fuente de Santo Domingo y concluye en el castillo de la localidad, en el que los reyes de Castilla, Navarra y Aragón se reunieron en 1364 para acordar la subida al trono de Enrique de Trastámara.

La Asunción

La iglesia románica de San Miguel se hizo parroquia en 1750. Se quedaba pequeña y se proyectó una nueva iglesia que reutilizó el muro sur de la medieval: hoy es Nuestra Señora de la Asunción. Su retablo mayor es impresionante.

El padre Mariano Avellana

Este sacerdote claretiano natural de Almudévar (1884-1904) pasó los últimos 34 años de su vida como misionero en tierras chilenas. Fue nombrado Venerable por el papa Juan Pablo II el 23 de octubre de 1987.

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