La demanda de jeringuillas entre toxicómanos repunta en Aragón hasta cifras de los años 90

El programa de intercambio de jeringuillas estériles del Gobierno de Aragón ha distribuido 12.000 en lo que va de año a través de la asociación MuchaVIHda.

Un usuario deposita un puñado de jeringuillas usadas en la sede de la asociación MuchaVIHda.
Intercambios de Jeringuillas en la asociación MuchaVIHda
Guillermo Mestre

Son las doce del mediodía de un miércoles de agosto y aun así el trajín es constante en un pequeño local ubicado en el número 60 de la calle de Ramón Pignatelli de Zaragoza. Luis Prades recibe paciente a todos los que pasan por allí. Raquel solo ha ido en busca de conversación y comida. Lleva cuatro años sin meterse heroína y recibiendo su dosis diaria de metadona en la Unidad de Atención y Seguimiento de Adicciones (UASA) de la calle de Ramón y Cajal, pero su década como toxicómana la dejó sola y en la ruina. Luis se ha convertido en su único apoyo. Le inspira confianza y además la invita a desayunar.

Mientras ella cuenta su historia aparece por allí Ahmed. Este egipcio de 56 años lleva casi treinta consumiendo cocaína y heroína. También durmiendo en la calle. Viene a traer sus jeringuillas usadas y a buscar material estéril: jeringuillas, toallitas de alcohol, cazuelitas para hacer la mezcla... Asume que si no existiese este recurso se inyectaría la droga con lo primero que se pusiese a su alcance. Tampoco tendría un lugar seguro en el que depositar el material usado e infectado con el VIH. Pero Ahmed asegura que lo mejor de sus visitas a este pequeño local en donde la vida discurre al margen del resto de la sociedad es que siempre sale de allí con "esto lleno", y se señala el pecho. Dice que el poder hablar con alguien como Luis Prades -o Enrique Conejero, el otro responsable/voluntario-, mitiga algo el sentimiento de abandono que le acecha en su día a día.

Ahmed se presta a salir en la foto mientras se guarda la jeringuilla en el bolsillo y pide "más toallitas de esas" que le "gustan tanto". Luis le presta un jersey para que no se vea el estado en el que se encuentra su camisa. Al cambiarse deja al descubierto los vendajes que cubren sus dos brazos. Una vez preparado, posa mientras deposita el instrumento usado en el contenedor amarillo que hay sobre el mostrador. Estamos a principios de mes y ya está a rebosar.

Repunte de la demanda

"Desde finales del año pasado hemos notado un repunte importante de la demanda. Este año, hasta julio, habíamos repartido ya 12.000 jeringuillas. Llenamos cinco contenedores de estos todos los meses y las cifras se asemejan de repente a las de los años 90", informa Prades. Según la última memoria del Plan Nacional sobre Drogas, en todo el año 2015 se repartieron en Aragón 9.881 jeringuillas dentro de este programa de 'Reducción del daño' orientado a prevenir la propagación de enfermedades. A mitad de este año ya se había superado con creces ese dato.

El material lo aporta el Gobierno de Aragón. Todo lo demás, la humilde asociación MuchaVIHda. En 2016 recibió una subvención autonómica de 7.500 euros con los que Prades y Conejero asumen el alquiler del local y los gastos de otros programas que impulsan para evitar el contagio del VIH entre población de riesgo. Ninguno de los dos cobra a día de hoy por su labor en la asociación. En el tema de la comida les es de gran ayuda la colaboración del Banco de Alimentos. "Muchos usuarios comen muy poco porque priorizan el consumo de droga. Si consiguen cinco euros se compran una dosis en vez de un bocadillo, por eso nosotros tratamos de que se alimenten. Les damos leche, batidos, algo de bollería que puedan consumir en el acto y, en función de si tienen casa o no, pequeños lotes de alimentos que puedan prepararase ellos".

Dificultades para seguir

MuchaVIHda relevó el año pasado en esta delicada labor a la Comisión Ciudadana Antisida de Zaragoza. Dicha entidad venía asumiendo el programa de intercambio de jeringuillas desde finales de los 80 pero en 2016 cerró el local que regentaba en la misma calle. Prades llevaba 20 años colaborando con ella y se lanzó de inmediato a crear MuchaVIHda. "Ahora sobrevivimos con muchas dificultades y no podemos tener a nadie contratado. Trabajamos en otras cosas e invertimos dinero de nuestro bolsillo", informa Prades. Pese a ello, no reblan. "La jeringuilla es el elemento material que nos permite entrar en contacto con los consumidores de drogas. A partir de ahí, somos su punto de referencia y podemos, en la medida de lo posible, intervenir, acompañar, aconsejar y tratar de ayudarles a mejorar un poco su vida", expone este antiguo diseñador gráfico reconvertido por circunstancias de la vida en educador social.

De todas formas, Prades reconoce las contradicciones que implica su labor y la reflexión interna que le exige en su día a día: "Es difícil conseguir apoyo porque no ayudamos a niños enfermos, sino a gente que se está destruyendo sola. Para muchos somos su último recurso porque un adicto se lo lleva todo por delante y acaba sin nada ni nadie". A través de este local, algunos -como Raquel- conocen los programas sustitutivos y emprenden el largo camino que implica dejar la droga atrás.

Más de 200 usuarios fijos

En menos de quince minutos aparecen otros dos usuarios. Uno de ellos trae consigo veinte jeringuillas usadas y viene a pedir otras veinte de distintos diámetros porque, según cuenta, las venas de él y de su novia difieren en fragilidad. Pese al sorprendente aumento de la demanda de material que ha registrado el programa en el último año, el número de consumidores que dan la cara en el centro de forma habitual se mantiene más o menos estable en torno a los 220.

Según se extrae de las últimas memorias del Plan Nacional Sobre Drogas, los ambulatorios aragoneses atienden cada año a cerca de 5.000 personas por distintos tipos de adicciones. Aunque destacan el alcohol (34,7% de las personas atendidas) y el cannabis (16,6%), la cocaína y la heroína sumaron 1.519 pacientes en 2015. Ese mismo año 1.143 personas estaban siendo tratadas en la Comunidad con sustitutivos opiáceos (metadona o similares) como vía para salir de la heroína.

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