"Nos han marcado para el resto de nuestra vida"

Santiago y Renate denuncian el trato recibido por el Servicio de Menores de la DGA. A él le acusaron de abusar de su hijo. El juez ha archivado el caso al no hallar pruebas.

Santiago ya era delgado, pero desde que se llevaron a su pequeño ha perdido 9 kilos. Reconoce que le ha tocado hacerse el fuerte para superar este angustioso vía crucis. Sin embargo, ahora que el menor de sus hijos está por fin en casa va a empezar a verse con un psicólogo para intentar canalizar "toda la rabia e impotencia" que acumula desde hace seis meses: los que ha estado apartado de su hijo y teniendo que responder a un sinfín de preguntas. Porque como propietario de un negocio abierto al público, ha tenido que "dar la cara" cada día tras el mostrador. "Y lo peor han sido los silencios", reconoce.

Renate, la madre del menor, ha vuelto a ser ella misma. "Yo soy una mujer fuerte y con genio. Pero algo así puede con cualquiera. Me he pegado los últimos meses llorando, pero no he dudado nunca de mi marido. No por debilidad o porque me tuviera comida la cabeza, como algunos que se llaman profesionales han pensado. Sino porque es un gran padre", aseguraba esta semana emocionada.

La pareja, que lleva treinta años junta, confiesa que pese al "calvario" sufrido, siempre se han sentido apoyados. "La familia y los verdaderos amigos han estado a nuestro lado. Y eso ha sido fundamental", dice la madre del niño.

Sentimientos enfrentados

La alegría de tener de vuelta a su pequeño es inmensa, pero tanto Santiago como Renate aseguran que algo así no se olvida fácilmente. "Nos han marcado para el resto de nuestras vidas. Y nos han hecho daño a nosotros, pero mucho más a nuestro hijo", coinciden. El matrimonio entiende que Protección de Menores deba velar por el bienestar de los niños. "Faltaría más", dicen. "Pero tratan con personas, con sentimientos... –añaden– Y tienen que estar muy seguros a la hora de acusar a alguien como me han acusado a mí. Porque yo me he sentido acusado, juzgado y condenado desde el primer día", señala Santiago.

Pero lo que más le duele, confiesa, es haber tenido que mentir a su hijo. "Me preguntaba por qué no podía estar con nosotros en casa y yo tuve que inventarme que se había caído el tejado de su habitación y lo estaban arreglando", recuerda el padre. Su mujer exige ahora Justicia. "Nos han dado a entender que eran intocables, que solo ellos estaban en posesión de la verdad. Me gustaría que todo esto sirviera para que no haya más padres que tengan que pagar por una equivocación tan grande", resume la madre del pequeño.

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